Cortar y pegar. La fragmentación visual en los orígenes del texto informativo.
Abril, Gonzalo (2003).
Madrid: Cátedra, 200 págs.
En el presente ensayo Gonzalo Abril trata a la información –siguiendo el enfoque que ya había propuesto en Teoría General de la Información. Datos, relatos y ritos (1997)- como forma cultural; esto significa concebirla desde las encrucijadas entre lo simbólico y lo material, lo teórico y lo práctico, alejándose, por tanto, de las perspectivas objetivistas, mecanicistas, lineales y unidireccionales de analizar a la información, como planteaban los enfoques informacionales (como por ejemplo la Teoría Matemática de la Información o la Teoría Funcionalista). Éstos soslayaban “toda preocupación por los problemas del sentido y de la intersubjetividad” (p. 79). En definitiva, como señala Gonzalo Abril (2003: pp. 79- 80), una concepción de ese tipo puede servirle a la ingeniería, “ya que su campo se restringe al diseño de dispositivos eficaces de transmisión”, pero presenta demasiados vacíos y lagunas para un enfoque más global y complejo de la Teoría de la Información.
Así las cosas, en el inicio de Teoría General de la Información, señalaba (Abril, 1997: p. 10) que “las perspectivas sociosemióticas, críticas, culturológicas y postestructuralistas” se habían adueñado del libro. En ese sentido, consideraba a la información desde la perspectiva del sentido, señalando que este enfoque le había permitido a la Teoría General de la Información superar la noción objetivista y cosificadora de la misma. “El sentido no es un dato, sino una construcción, más precisamente una construcción comunicativa o dialógica; no se trata, pues, de un objeto, sino del proceso mismo en que la relación intersubjetiva se objetiva y se expresa” (Abril, 1997: p. 36).
Por tanto, la información como noción polisémica (o diseminada, diríamos siguiendo a Derrida, 1989), no puede soslayar la preocupación por los problemas del sentido y de la intersubjetividad, la densidad y potencia simbólica que está detrás del concepto, los procesos textual- discursivos o las instituciones y prácticas comunicativas de la sociedad –“en el estudio de los cuales la información aparece siempre como leitmotiv, aún tratándose de fenómenos irreductibles a una mera ‘transmisión'” (p. 80). En ese sentido, el investigador debe preguntarse: “qué relación guarda lo informativo con las significaciones socialmente compartidas, qué es la información como forma de comunicación, por qué las ideologías tecnocráticas asumen con desahogo que no hay más cera que la que arde informativamente” y otras interrogantes que hoy son claves para el estudio de la información desde una perspectiva semiótico- cultural.
Ubicado en el mismo contexto de trabajos recientes, como por ejemplo, La apuesta invisible. Cultura, globalización y crítica social de Antonio Méndez Rubio, y, a su vez, formando parte de un conjunto más amplio de investigaciones que se ubican, por un lado, en el marco de los estudios culturales, entre los que se encuentra en forma destacada De los medios a las mediaciones de Jesús Martín Barbero, y metodológicamente más cercano a la mediología de Regis Debray, el estudio de Gonzalo Abril, oscila –de modo transversal y tangencial- entre la teoría textual, los estudios mediológicos, la crítica cultural y la estética.
Manteniéndose en la tangencia de una diversidad de saberes y prácticas culturales, analiza “a la información como producción y producto mediático”, pero sobre todo se refiere “a las mediaciones”, es decir, al interés por la información como un modo de conocimiento, de semiosis y de experiencia. Como señala Antonio Méndez Rubio (2003: p. 56), siguiendo los lineamientos de los cultural studies, no podemos concebir a la cultura sin las mediaciones que le permiten a los sujetos sociales “conocer y manejar su realidad”, tener autoconciencia de sus relaciones mutuas, “así como la forma en que se distinguen y se relacionan lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo social, lo interior y lo exterior” precisamente y, en cuanto, “estas polaridades son construcciones culturales y no naturales”. En esas encrucijadas (Méndez Rubio, 1997) es donde se ubica la cultura y, por tanto, es, por una parte, el “espacio de significación y abstracción”, pero no meramente ese ente ideal “sino, también, desde el principio, un modo de actuar y de vivir” (Méndez Rubio, 2003: p. 56). En ese amplio, tangencial y transversal contexto se ubica el ensayo de Gonzalo Abril. Así, aunque inicialmente piensa referirse a la información “como modo histórico- cultural de organización del conocimiento y de la comunicación” (p. 27), desde la categoría de episteme, tal como fuera planteada por Michel Foucault, lo disuadió el exceso de objetivismo que solía acompañar el uso de ese concepto por parte de cierto estructuralismo tardío. Cabe recordar que en este primer Foucault, donde se ubican las obras Las palabras y las cosas (1966, 1986) y La arqueología del saber (1980), se posterga la subjetividad y, por consiguiente, la intersubjetividad, opacadas por las férreas estructuras del poder, el discurso o la ideología. Obsérvese que en las primeras etapas del pensamiento de Foucault, las relaciones entre saber y poder oscurecen, cuando no dejan de lado, cualquier intervención del sujeto. No obstante, y a este aspecto no lo considera Gonzalo Abril, ya el propio Michel Foucault había abandonado en su etapa post arqueológica la noción de episteme y había tenido una preocupación especial por la hermenéutica del sujeto (el sí mismo).
Frente a ello, es que Gonzalo Abril, opta metodológicamente, por la idea de mediación deudora de la concepción hegeliano- marxista de Fredric Jameson. Este teórico se refiere a la interdependencia que se produce entre fenómenos sociales heterogéneos. Designa, de esa forma, las relaciones entre niveles e instancias y las traducciones (trascodificaciones, es el término elegido por Jameson) que se producen entre un nivel y otro. Por ejemplo, las relaciones y traducciones que se producen entre la economía (nivel 1) y la cultura (nivel 2) y que históricamente –con sus diferencias conceptuales y epistémicas- se han especificado en nociones como las de “industria cultural” (Escuela de Frankfurt) o “capital cultural” (Bourdieu) y que recientemente Mark Poster, con referencia a la Teoría de la Información, llamaba “modos de información”. Esta concepción de la mediación implica salir del mecanicismo marxista de la infraestructura y la superestructura. Jameson lo define con los siguientes términos:
“(…) el concepto de mediación ha sido tradicionalmente la manera en que la filosofía dialéctica y el marxismo mismo han formulado su vocación de romper los compartimentos especializados de las disciplinas (burguesas) y establecer conexiones entre los fenómenos aparentemente dispares de la vida social en general. Si se necesita una caracterización más moderna de la mediación, diremos que esa operación se entiende como un proceso de transcodificación: con la invención de un conjunto de términos, la elección estratégica de un código o lenguaje particular tal, que pueda utilizarse la misma terminología para analizar y articular dos tipos bastante diferentes de objetos o ‘textos', o dos niveles estructurales de la realidad muy diferentes” (Jameson, 1989: p. 33).
Es desde esta perspectiva que Abril habla de una matriz cultural informativa: “un conjunto inconcluso de propiedades textuales, de procedimientos semióticos y de operaciones cognitivas –la fragmentariedad, la modularidad, la espacialización sinóptica” (p. 29)- en los que pueden reconocerse aspectos comunes en distintos entornos, prácticas y discursos de la modernidad. En el ensayo de Gonzalo Abril, se analizan temas tan diversos y complejos como las páginas de los periódicos, la alegoría barroca, los Ejercicios Espirituales de Ignacio de Loyola, las poéticas del montaje vanguardista, todos ellos articulados por la lógica de la contigüidad sintagmática o, como prefiere llamarlo en el capítulo III (pp. 107- ss), desde una mirada “sinóptica”. Así, le llama “espacio sinóptico” a la “forma cultural y cognitiva del espacio tipográfico”, es decir, a la forma de experiencia visual, a la visión sincrónica de un conjunto textual, perspectiva que no era posible tener con los discursos temporalizados de la narración y de la oratoria (p. 108). Se refiere a una construcción epistémica pero, además, a la nueva espacialidad cultural. “El espacio sinóptico representa, en fin, un esquema mediador para un sinnúmero de prácticas semióticas, anteriores algunas y otras constituidas por mor de la propia tecnología y cultura tipográficas” (p. 108). Es así que en el ensayo de Abril se encuentran mapas, diagramas, formularios, caligramas, poesía concreta, juegos de ingenio como los jeroglíficos (rébus), imágenes evangélicas, poesía visual o partituras, todos ellos discordantes y dispersos en el tiempo, pero característicos del espacio sinóptico de la modernidad. “Si el cine, y luego el video, heredaron la escena teatral a la italiana, el diaporama, el escritorio informático y el hipertexto han recibido el legado visual, poético y epistémico, del espacio sinóptico” (p. 109). Del cruce de ambas “familias mediáticas en el video juego, el clip o los lenguajes multimediales han emergido gran parte del que suele considerarse como lenguaje audiovisual postmodernista” (p. 109).
La perspectiva teórico- metodológica de Gonzalo Abril puede ubicarse en el contexto de los estudios mediológicos desarrollados en Francia, fundamentalmente, por Regis Debray. La mediología tiene un interés especial por los modos de transmisión y sus transformaciones a lo largo de la historia. Es así que, para esa perspectiva, la transmisión es una forma diacrónica de comunicación (sincrónica) y, por ello, se interesa por los diferentes medios de transmisión que se han ido sucediendo. Tal como en el ensayo de Gonzalo Abril, se pueden rastrear rasgos comunes en situaciones tan diversas y dispersas como las relaciones de las modernas operaciones del montaje aplicado a los textos con las milenarias técnicas cisorias y quirúrgicas aplicadas a los cuerpos animales y humanos. “Por causa de sus efectos: la hendidura, la desarticulación, el cosido y el cicatrizado, maliciamos los vestigios de un cuerpo ausente donde hallamos un texto presente” (p. 14).
El ensayo es desafiante, polémico, oscila entre diferentes niveles textuales, concibe que muchas de las novedades tecnológicas postmodernas pueden vincularse –desde la transmisión- con diferentes prácticas culturales. No se cierra a ninguna disciplina, ni estética, sino que abre todos sus sentidos a conexiones, inicialmente, dispares pero, luego, vinculadas a un modo cultural que ha tenido en la información –el sueño de la modernidad- la consolidación de una práctica- teórica transversal, abierta e intersubjetiva.
ABRIL, Gonzalo (1997): Teoría General de la Información. Datos, relatos y ritos, Madrid, Cátedra.
DEBRAY, Régis Introducción a la mediología
DERRIDA, Jacques (1989): Márgenes de la filosofía, Madrid, Cátedra.
FOUCAULT, Michel (1966): Las palabras y las cosas. Una arqueología de las ciencias humanas, México, siglo XXI. 1986.
(1980): Arqueología del saber, México, siglo XXI.
JAMESON, Fredric (1979): Documentos de cultura, documentos de barbarie.
MÉNDEZ RUBIO, Antonio (1997): Encrucijadas. Elementos de crítica cultural, Madrid, Cátedra y Universitat de Valencia.
(2003): La apuesta invisible. Cultura, globalización y crítica social, Barcelona, Montesinos.
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Revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información
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