Monográfico - Revista F@ro Nº 11

La estadística como máquina de control biopolítico.
Hacia un enfoque de investigación[*].

Osvaldo Blanco[**]
oblanco4@gmail.com
Universidad ARCIS (Santiago, Chile)

Recibido: 30 dejunio de 2010
Aprobado: 12 de julio de 2010

Resumen

Desarrollamos aquí una problematización sobre la estadística como instrumento de control y administración biopolítica, donde ésta se presenta como un nuevo tipo de formulación espacial que supera de forma sutil e imperceptible la noción de territorio disciplinario. Mientras el control ejercido sobre el cuerpo en cárceles, escuelas y clínicas es de tipo territorial, local, físico, sedentario y con el encierro como objetivo, la estadística maneja diversas variables de nuestros cuerpos y subjetividades en un espacio abstracto y no territorial.

Palabras clave: Biopolítica / espacio estadístico / mapa / control / gubernamentalidad.

Abstract

We develop here a problematization the statistics as instrument of control and administration biopolitic, where this one appears as a new type of spatial formulation that overcomes of subtle and imperceptible form the notion of the disciplinary territory. While the ctrol exercised on the body in jails, schools and clinics it is of territorial, local, physical, sedentary type and with the confinement as aim, the statistics handles diverse variables of our bodies and subjectivities in an abstract and not territorial space.

Key words: Biopolitics / stadistic space / map / control / gobernamentality.

Presentación

En el presente artículo intentaré pensar a la estadística como un instrumento de control y administración biopolítica. Lo haré en base de desarrollar tres acápites:

  1. La estadística, a diferencia de los mecanismos panópticos y disciplinarios, constituye un nuevo tipo de formulación espacial, abstracta y no territorial, basada en el manejo de variables sobre el cuerpo y la subjetividad.
  2. También intentaré problematizar la idea de que las variables que la estadística mide son concebidas como cortes sobre la vida humana que constituyen una reterritorialización y codificación superpuesta a la vida. Esta idea la tomamos del proceso de “dividualización” de los seres que pueblan el espacio estadístico.
  3. La vida, sin embargo, es imposible de ser representada en su complejidad y fluidez, pues desborda el tejido de variables y codificaciones que la estadística pretende superponerle. Esa imposibilidad se expresaría en el “error” estadístico, un espacio de resistencia que pertenece al orden de la complejidad y del flujo de la vida y no se deja reprimir por los mecanismos estadísticos de representación.

Por último, el artículo termina mostrando dos posibilidades de investigación inspiradas en la arqueología y la genealogía. Más que dos líneas diferenciadas, están fuertemente entrelazadas.

Nociones generales de la estadística como instrumento de control biopolítico.

Dos aspectos quiero desarrollar en este primer acápite: i) la diferencia entre espacio estadístico y territorio disciplinario, ii) la estadística como máquina de codificación del desborde.

Veamos el primer aspecto. Comencemos señalando que el mundo de la modernidad clásica era sedentario y acabadamente territorial, constituido por objetos pesados, macizos, firmemente arraigados al suelo. El grado de poder de su más grande creación –el Estado nación – se medía según la extensión de su soberanía territorial y según las adquisiciones o pérdidas territoriales. Para consolidar dicha soberanía sobre el territorio y la población que en él vivía, el Estado necesitó controlar la tierra misma. Es aquí donde me interesa señalar que desde un principio el concepto de soberanía trajo consigo el ejercicio de mapear territorios como cuestión clave para la explotación y dominación social.

Si bien lo recién dicho es una característica estructural de todo imperio (no sólo de la soberanía del Estado moderno), la modernidad trajo consigo un elemento propio: un control que incorpora a la estadística como una nueva tecnología de poder cuyo objeto es un conjunto de seres vivos. En otros términos, la época moderna utiliza a la estadística como tecnología de poder sobre la “población” (Foucault, 2007). A partir de esto podemos decir que la gubernamentalidad se fue consolidando como estrategia de ejercicio del poder en el arte del gobierno de los pueblos en un determinado territorio mapeado. Desde siempre la gubernamentalidad requirió de mapas, pues había que mapear el territorio del que se era soberano y sobre el cual se ejercía dominio.
Precisamente, la estadística fue y es la máquina técnica de producción de mapas de dominio. Se trata de mapas de enunciados en medio de relaciones de poder, es decir, mapas confeccionados bajo objetivos de poder contingentes o, en términos más propiamente estadísticos, variables de interés. Cuando el tema de la soberanía derivó de una justificación del poder del rey soberano y se articuló con el arte de gobernar, la estadística pasó a ser el “conocimiento del Estado en sus diferentes datos, en sus diferentes dimensiones, en los diferentes factores de su potencia, y a los que se llamó precisamente la “estadística” como ciencia del Estado” (Foucault, 1999: p. 188). La gubernamentalidad hizo de la estadística una máquina integrante del saber y, como tal, la metió dentro del dispositivo del poder y de la razón de Estado que se nutrió de ella para potenciar su fuerza.

Al tiempo que la gubernamentalidad demuestra cómo estas relaciones de poder dan cuenta de diversas formas en que unos hombres gobiernan a otros, también permiten mostrar cómo ciertas formas de gobierno objetivan al sujeto que se pretende administrar mediante determinadas variables (el sujeto loco, el enfermo, el delincuente, el pobre, el consumidor, el votante, etc.). Además, la estadística muestra que la población tiene sus regularidades propias: un número de muertos, de nacimientos, de trabajadores, de delincuentes, etc. Así, ámbitos vitales como la salud, la sexualidad, el trabajo, la herencia biológica, la higiene, los modos de relación y conducta, entre otros, se constituyeron en técnicas de individuación que constituyen a los sujetos, distribuyéndolos en los campos de lo normal y lo anormal, de la peligrosidad criminal, de la producción, de la enfermedad, de la pobreza, del consumo, etc.

Ahora quisiera hacer un breve paréntesis sobre la implicancia topológica de esta particular técnica del biopoder. Pienso que de lo que se trata es de entender que estamos frente a un nuevo tipo de formulación espacial que supera la noción panóptica y disciplinaria del territorio. Propongo hacer una diferencia entre “territorio” y “espacio”: mientras al primero lo definiré físico y tendiente a lo sedentario, el segundo estará más ligado al orden de lo simbólico, de la representación. La tesis que quiero señalar aquí es que el espacio permite hablar de un plano donde se dibuja el mapa a partir de los archivos codificados y registrados[1]. De esta forma, la estadística es parte de un mecanismo de control que constantemente señala la posición de un elemento en un lugar abierto o, al menos, ya no estrechamente encerrado como los territorios del taller, la fábrica, la prisión o la clínica[2]. O, dicho de otro modo, hay un encierro que es espacial, pero el cuerpo de los sujetos no está necesariamente enclaustrado dentro de un determinado territorio. Esto implica que en este tipo de sociedades el panoptismo disciplinario y territorial se reemplaza por un control espacial, no ligado a territorio material alguno.

Vayamos ahora al segundo punto de este acápite, a saber, lo que aquí he denominado como la función de la estadística en tanto máquina de codificación del desborde. Tal y como enseñan Deleuze y Guattari en “El Anti Edipo”, si bien es cierto que el deseo se escurre por todos lados, es decir, se desterritorializa chorreando por todas partes del plano social, también es cierto que la sociedad constantemente intenta encausarlo, dirigirlo y canalizarlo por medio de la codificación/reterritorialización (Deleuze y Guattari, 2005a). Flujos y cortes de flujos, de eso se trata. Para que se entienda mejor lo que digo, cito a Félix Guattari:

“El territorio es sinónimo de apropiación, de subjetivación cerrada sobre ella misma. El territorio puede desterritorializarse, es decir, abrirse, implicarse en líneas de huida, partirse en estratos y destruirse. La reterritorialización consistiría en una tentativa de recomposición de un territorio comprometido en un proceso desterritorializante. El capitalismo es un buen ejemplo de sistema permanente de reterritorialización: las clases capitalistas intentan constantemente rescatar los procesos de desterritorialización en el orden de la producción y de las relaciones sociales. Intentan así adueñarse de todas las pulsiones procesales (…) que trabajan la sociedad” (Guattari, 1995: p. 208).

La sociedad le teme a todo lo que desborde su cuerpo social, esto es, le teme a todo aquél deseo que se escurre por los distintos poros de su tierra mapeada y que no está codificado o bien aparece como no codificable en relación a esa sociedad (Deleuze, 2005b). Precisamente, la estadística lleva a cabo el proceso de codificación o reterritorialización de este amenazante desborde del deseo y de la vida. Así, el espacio estadístico es el resultado del mapeo y establecimiento de un cuerpo social cohesionado a partir de la reterritorialización de los flujos que se escurren por el territorio, es decir, la estadística es un instrumento para el establecimiento de los cortes adecuados para el corte del flujo. Estos cortes que frenan el desborde (devenir) de la vida y el deseo humano son hechos por la estadística en su afán de construcción de los mapas y espacios orgánicos propios de un cuerpo social que, una y otra vez, intenta llenar el vacío que el desborde constante de la vida produce. Esto tiene plena vigencia hoy, donde la estadística hace que los seres existentes se organicen según espacios que los delimitan y los articulan en cuanto a los demás seres y a ciertos flujos de interés de poder.

De esta forma, la estadística es una máquina de cortes brutales, esencialmente gruesos o, en otras palabras, molares[3]. Estamos insertos en el tema de las “clasificaciones” estadísticas y, en este sentido, la estadística es una máquina de cortes brutales, agregaciones molares sobre la población a dominar, es decir, aglutinaciones o estratificaciones que delimitan objetos, sujetos o representaciones registradas en códigos.

Los divisibles sujetos estadísticos.

La gubernamentalidad demuestra el hecho de que el Estado dedica atención constante hacia los individuos (Foucault, 2007). Y, precisamente, la estadística es parte de las técnicas puestas en marcha para que ningún individuo se escape ni del poder, ni de la vigilancia, ni del control, ni del saber, ni del adiestramiento, ni de la corrección. Se trata entonces de una máquina cuantitativa de medición de grandes muestras de datos que expresan los comportamientos individuales. De esta manera, la inclusión y exclusión de los individuos en los distintos mapas fragmenta al cuerpo individual en objetos parciales o, dicho de otra forma, variables. Esta constante fragmentación del cuerpo a partir de variables implica que el individuo es parte de un ejercicio de constante “dividualización” (Deleuze, 2005a). Esto último va más allá de la percepción del individuo de ser constantemente dividido.

Ahora bien, dicha división incesante sobre los individuos es correlativa a la división constante que podemos hacer del espacio. En efecto, podemos juntar cosas o personas en grupos cada vez más pequeños, pero, en última instancia, llegaremos a un límite en el cual la impresión sensible cesará y los casos desaparecerán. Pero lo importante que quiero rescatar aquí es que esta distribución de cosas e individuos se hace en la superficie del plano-espacio estadístico, por tanto, el espacio también se puede dividir. Podemos decir que la estadística es un espacio de concepción, abstracto, un espacio ideal que, a diferencia de lo que aquí llamamos “territorio”, puede ser infinitamente dividido.

Es así como los habitantes de esta tierra estadística pueden ser constantemente codificados y, por lo mismo, divididos. Al ser cortados y medidos en un sistema de registro, las personas/atributos pueblan un espacio estadístico, por tanto, la estadística dibuja una tierra y distribuye en ella a sus habitantes. Los pone en fronteras y, cuando ella estima conveniente, los transforma en extranjeros. Así, las grandes bases de datos pululan por los dispositivos dominados por aparatos de Estado, compañías de servicios y agencias de estudios de mercado, clasificándonos constantemente en diversos espacios, sin que nosotros lo sepamos. Dicho lenguaje numérico de control está hecho de cifras que marcan el acceso o el rechazo, “convirtiendo a los individuos en ‘dividuos' y las masas o grandes grupos en muestras, mercados o bancos” (Deleuze, 2005a: p. 118). Por lo mismo, más que hacer caso a la idea de que sólo somos un simple número para el sistema, la estadística nos muestra cómo, en realidad, se cruzan por nuestro cuerpo dividido distintos números, vale decir, verdaderas contraseñas que nos permiten entrar a unos grupos y espacios, así como ser excluidos de otros. Nuestra posición dentro de la tierra estadística depende de lo que el poder quiera medir.

De esta forma, “una masa que se puede infinitamente dividir” es quizás lo que mejor resume a una “población” medida por la estadística. En el nivel más elemental, la estadística significa trabajar con agregados o colecciones, con fenómenos de masas, cortes molares, dejando aparte las consideraciones sobre los individuos. Por tanto, la estadística estaba unida al nuevo discurso colectivista sobre la “sociedad” que se desarrolla en los comienzos del siglo XIX como una primera versión de la “ciencia social”[4].

La vida como resistencia a la representación estadística: sobre el error.

La biopolítica demuestra que la propia vida es un objeto de poder, donde éste no hace sino administrar vida humana. Esta última, aquello que nuestra cultura tanto ha manipulado, pero que tan poco ha definido explícitamente, en la época moderna aparece como indeterminada, pero, al mismo tiempo, fuertemente articulada y dividida a través de una serie de censuras y oposiciones. El cuerpo humano deviene en objeto de intervención, politización y fragmentación. Tal y como señala Giorgio Agamben: “pareciera que, en nuestra cultura, la vida fuese lo que no puede ser definido, pero, precisamente por esto, lo que debe ser incesantemente articulado y dividido” (Agmben, 2006: p. 31).

¿Cómo escapar de esta manipulación? Tengo el presentimiento de que esta pregunta ingenua, pero muy válida, puede responderse a partir de muchos inicios. Uno de estos posibles inicios – el que elijo aquí – tiene que ver con la distinción deleuziana entre lo virtual y lo actual como dualidad esencial para la explicación del concepto de “vida”. Si se quiere escapar del control del biopoder, la resistencia contra la estadística pasará no por estancarse en lo que se es, sino en lo que puede ser. La vida se define “por el poder de un cuerpo de afectar y ser afectado, de multiplicar sus conexiones, de crear nuevas relaciones, de aumentar su capacidad de actuar” (Giorgi y Rodríguez, 2007: p. 22). Pero ello implica que no podemos saber a priori lo que un cuerpo es capaz, pues la vida es una totalidad abierta, inacabada e incompleta[5].

Con la noción de “empirismo trascendental” –y, si forzamos un poco las cosas, con la propia noción de la vida existente en el plano virtual – Deleuze define el campo de “un puro flujo de conciencia a-subjetiva, conciencia pre-reflexiva impersonal, duración cualitativa de la conciencia sin yo”, es decir, un campo trascendental impersonal y liberado de cualquier forma de conciencia sintética o de una identidad subjetiva (Deleuze, 2007: p. 35). Se trata de un concepto de vida que desarticula el orden social fundado en afanes topológicos de confinamiento disciplinario y de control. La definición de la vida como pura virtualidad, inmanencia y potencia indeterminada pone en suspenso las distribuciones jerárquicas y las distinciones normativas que el biopoder quiere imponer al actualizar lo realmente existente.

Justamente, en este punto, quiero señalar que la resistencia al biopoder y a la estadística la visualizo en el error de las estimaciones estadísticas. Podemos decir que realizar una crítica a la estadística implica rescatar el error que ésta calcula, entendiéndolo como un espacio imposible de cálculo y código, de imposible mapeo[6]. Algo estrechamente relacionado con esto nos dice Foucault en su último texto publicado antes de morir “La vida: la experiencia y la ciencia” (Foucault, 2006). La vida es capacidad de desvío, de error de lo predicho, abriendo un espacio más allá de la apropiación del cogito, es decir, la vida sería un espacio donde el “yo” en tanto instancia ordenadora de la experiencia es cuestionada. Por tanto, la vida es aquello que es capaz de error o, lo que es lo mismo, el error es un modo fundamental para aproximarse a la noción de la vida como aquello que no se deja atrapar por el racionalismo científico, lo cual implica una “omisión” en tanto perturbación del sistema informativo de los juegos de codificación y decodificación.

Conclusiones preliminares

a.- Primera perspectiva de investigación: arqueología.

El centro de nuestro argumento ha consistido en determinar que la estadística, al igual que el discurso, es atravesada de lado a lado por el poder. El poder no es, por tanto, ni fuente ni origen del discurso estadístico, sino más bien aquello que la envuelve. De esta manera, una arqueología de la estadística implica un tipo de investigación de archivo; ejercicio de determinación de la forma cómo una serie de fenómenos se codificaron dentro de unos discursos, los cuales, a su vez, se insertan en sistemas de poder que disciplinan, controlan y estratifican nuestro comportamiento y nuestro deseo. Se exige así una serie de estudios empíricos que tengan en común un análisis de las condiciones en las que se han formado o modificado las relaciones entre la estadística y los sujetos y atributos dispuestos en los mapas. Es decir, estudios que tengan como objetivo determinar las condiciones a las cuales están sometidos los sujetos de la estadística, así como qué estatuto y posición ocupan para llegar a ser sujetos legítimos del conocimiento estadístico en tanto instrumento de mapeo y control biopolítico. Se trata de cómo la estadística proporciona evidencias en juegos de verdad, proporcionando discursos que se constituyen como el natural a priori histórico, la indesmentible verdad de toda experiencia posible.

b.- Segunda perspectiva de investigación: genealogía.

Lo recién dicho nos lleva a la desconfianza de la estadística como representación, con sus objetos y objetos propios. Debemos hacer el ejercicio de ver en el enunciado estadístico aquello que une puntos singulares, es decir, que efectúa o actualiza relaciones de fuerzas, donde estas relaciones de fuerzas singulares y dispersas son el afuera o entramado de poder que debemos iluminar a partir de poner en evidencia el papel jugado por el enunciado (Deleuze, 1987)  que, en nuestro caso, es el enunciado estadístico.

De esta manera, una genealogía de la estadística implica dar cuenta cómo el espacio estadístico forma parte de la historia capitalista y cómo la sociedad capitalista organiza gracias al mapeo estadístico su propio territorio e inscribe en él las relaciones de poder. En otros términos, estudiar las formas a través de las cuales se establece lo real verdadero que permite pensar y gobernar a los sujetos convertidos en objetos susceptibles de cuantificación. No se trata de interrogar los orígenes, los principios o los límites del poder, sino los procedimientos y técnicas que, como la estadística, se utilizan en diferentes contextos institucionales para actuar sobre el comportamiento de los individuos, ya sean considerados individualmente o bien, como en el caso de la estadística, en grandes agregaciones molares. Se trata de partir del supuesto de que la estadística, desde el punto de vista de la gubernamentalidad, objetiva la experiencia histórica coyuntural que permite mapear y ordenar las coordenadas para que los sujetos sean objetivados y administrados con determinados procedimientos precisos de gobierno y administración racional. Así, la estadística se revela como un elemento dentro de un dispositivo estratégico de relaciones de poder –a decir de Foucault, una “tecnología de poder” (Foucault, 2007). Por tanto, debemos considerar a los mapas y distribución de valores estadísticos en su espacio como una serie de acontecimientos – ¡siempre políticos!– a través de los cuales el poder se orienta, reorienta y, finalmente, se transmite. De esta forma, la estadística no es más que un elemento encadenado maquínicamente con otros elementos: discursos sobre los fenómenos sociales, políticos, culturales, etc., instituciones, organismos o empresas que se han encargado de él, etc. De ahí nuestra insistencia en situar a la estadística dentro de un dispositivo, como la dinámica trama de redes que piensan al individuo y producen subjetividades.

[*] Artículo basado en mi texto: “Biopolítica, Espacio y Estadística” (Blanco, 2009).

Referencias Bibliográficas

Agamben, Giorgio (2006): Lo abierto, Ed. Adriana Hidalgo, Buenos Aires.

Borges, Jorge Luis (1960): “Del rigor de la ciencia”, en El Hacedor, Emecé, Buenos Aires.

Blanco, Osvaldo (2009): “Biopolítica, Espacio y Estadística”, Paralaje, No. 2, Postgrado de Filosofía, PUCV, Valparaíso, pp. 122-142. Disponible en: http://paralaje.cl/index.php/paralaje/article/viewFile/37/34

Deleuze, Gilles y Félix Guattari (2005): El Anti Edipo, Paidós, Buenos Aires.

Deleuze, Gilles (1987): Foucault, Paidós, Barcelona.

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Foucault, Michel (1999): Estética, Ética y Hermenéutica. Obras esenciales, Vol. III, Paidós, Barcelona.

Foucault, Michel (2007): Seguridad, Territorio, Población, FCE, Buenos Aires.

Foucault, Michel (2006): “La vida: la experiencia y la ciencia”, en Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida, Ob. cit, pp.41-57.

Giorgi, Gabriel y Fermín Rodríguez (2007): “Prólogo” a Ensayos sobre biopolítica. Excesos de vida, G. Giorgi y F. Rodríguez (comp.), Paidós, Buenos Aires, pp.9-34. (La cita corresponde a la Pág. 22).

Guattari, Félix (1995): Cartografías del deseo, La Marca, Buenos Aires. (La cita corresponde a la Pág. 208).

Sánchez Carrión, Juan (2000): “Sociología, orden social y modelización estadística: Quetelet y el hombre medio”, En Empiria. Revista de Metodología de Ciencias Sociales, Nº 3, pp. 49-71.

Notas

[**] Sociólogo, por la Universidad Arcis. © Magíster en Ciencias Sociales, m/ Sociología de la modernización por la Universidad de Chile. Profesor de la Universidad Arcis, sedes Valparaíso y Santiago.

[1] Tengo muchas dudas respecto de la idea de si el “territorio” es o no inabarcable, es decir, que no haya mapa o espacio simbólico que lo pueda abarcar. Lo importante sea entender que esto no es lo mismo que decir que el territorio se pueda “demarcar”, al menos durante algún período de tiempo, por usos y prácticas sociales del habitar. De hecho, los mapas se están llenando cada vez más de contenidos gracias a las herramientas digitales, por ejemplo, los SIG, GPS y Google Earth. Frente a eso, pareciera ser que la estadística irá ensamblándose maquínicamente en agenciamientos y dispositivos, pero el punto problemático, al menos para mí, es hasta dónde. Es decir, ¿cuántas variables se precisa alcanzar para medir cuantitativamente la vida? Señalo abiertamente que me quedo con la duda y que alguien las aclare y profundice en este aspecto del problema teórico. Mientras, me quedo con un cuento de Jorge L. Borges, escrito cuando aún no existían estas tecnologías de mapeo insospechado. En el cuento, Suárez Miranda, el personaje, cuenta la historia de un imperio donde se mandó a realizar un mapa tan perfecto como la realidad misma: “En aquel imperio, el arte de la cartografía logró tal perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una ciudad, y el mapa del imperio toda una provincia. Con el tiempo, esos mapas desmesurados no satisfacieron y los colegios de cartógrafos levantaron un mapa del imperio, que tenía el tamaño del imperio y coincidía puntualmente con él. Menos adictas al estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron que ese dilatado mapa era inútil y no sin impiedad lo entregaron a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas ruinas del mapa, habitadas por animales y por mendigos” (Borges, 1960: p. 103).

[2] Tal y como señala Deleuze: “Félix Guattari imaginaba una ciudad en la que cada uno podía salir de su departamento, su calle, su barrio, gracias a su tarjeta electrónica (…) que abría tal o cual barrera; pero también la tarjeta podía no ser aceptada tal día, o entre determinadas horas: lo que importa no es la barrera, sino el ordenador que señala la posición de cada uno, lícita o ilícita, y opera una modulación universal”. (Deleuze, 2005: p. 120).

[3] Lo molar es el corte del deseo opuesto a lo molecular. Si lo “molecular” se puede entender como desagregación de relaciones de poder en la superficie (lo microfísico en Foucault) o, al decir de Deleuze y Guattari, puntos de fuga, flujos e intensidades, entonces los cortes molares son agregaciones gruesas, retenciones forzosamente amplias del flujo del deseo (inconsciente). De este modo, lo molar es lo contrario a lo capilar, tal y como definió Foucault lo microfísico. En definitiva, lo molar es un modo de captura psicopolítica del deseo, pero una forma totalmente aglutinante y centralizada. Podríamos decir que mientras Foucault definió el poder de forma desestructurada (el poder no tiene centro pues viene de afuera, por tanto, es una red capilar o microfísica amorfa de relaciones), la modernidad clásica es claramente molar, con una forma clara: el Estado -que es el centro neurálgico del dominio- como canalización del poder (fálico, centralizado, único) que cubre la faz del territorio (Deleuze y Guattari,  2005).

[4] La práctica estadística y sus conceptos de “promedio”, “desviación típica” y “distribución normal” de Gauss se articularon con la incipiente noción de “ciudadano”. Una vez que la ciudadanía hizo formalmente iguales a todos los individuos, se pudo cuantificar sus características (variables) en busca de valores promedios, esto es, en busca de poder promediar o “modelizar” a los individuos, pudiendo simplificar y resumir diferentes características de la población (Sánchez Carrión, 2000).

[5] “Definir un cuerpo a partir del verbo “ser” supone separarlo de lo que puede [vale decir, significa] (…) ajustarlo a una imagen o a una identidad y determinada (o teleológica) que domina al conjunto en función de un resultado, que opera una codificación en relación a una norma” (Giorgi y Rodríguez, 2007: p. 22).

[6] La estadística es consciente de los errores de sus estimaciones, explicaciones, predicciones y regresiones. Un ejemplo: en las diversas familias de análisis basados en la descomposición de la varianza (los distintos tipos de Anova, los modelos factoriales, etc.), se habla que hay una variación total que es la suma de la variación explicada e inexplicada, es decir, de lo explicado por el o los factores más una cuota de error. El error de muestreo es otro ejemplo de esto, donde las estimaciones se hacen a través de “intervalos de confianza” construidos a partir de la suma de dicho error de muestreo y el valor puntual.