Monográfico - Revista F@ro Nº 11

Biopolítica, migraciones y pensamiento alterizado.
Dispositivos mediáticos para el control de ima(r)ginarios.

Felip Gascón i Martin *
fgascon@upla.cl
Departamento de Ciencias de la Comunicación
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile)

Recibido: 29 de marzo de 2010
Aprobado: 18 de abril de 2010

Resumen

El presente ensayo reflexiona sobre los posibles desbordes de una espisteme que problematiza las matrices de pensamiento canónico y el ejercicio de la biopolítica, como principales dispositivos de disciplinamiento de los cientistas sociales. Se propone la búsqueda de una poética de la diversidad y de un pensamiento alterizado para ampliar las rupturas en la narración de nuevos relatos inter y transdisciplinarios, capaces de representar el espesor y complejidad de la vida cotidiana y sus heterotopías. Se propone la fundamentación de una episteme del desplazamiento y el cruce de las subjetividades, donde cobra sentido una Ecología Política de las Comunicaciones (EPC) que transparenta las relaciones memoria/olvido. Finalmente, se aporta una síntesis de resultados del análisis crítico del discurso de la prensa chilena y de relatos de vida, desarrollados en diversas investigaciones sobre migraciones.

Palabras clave: Biopolítica / Epistemología / Ecología Política de las Comunicaciones / Migraciones.

Abstract

The present essay thinks about the possible overflows of a science that troubles the counterfoils of canonical thought and the exercise of biopolitics, as principal devices of order of social researchers. One proposes the search of a poetics of the diversity and of a thought alterizado to extend the breaks in the story of new statements, both inter and transdisciplinarily, capable of representing the thickness and complexity of the daily life and its heterotopies. The author proposes the foundation of a epistemology of the displacement and the crossing of the subjectivities, where a Political Ecology of Communications makes sense, which reveals the relations memory/oblivion. Finally, the paper provides a summary of results of critical discourse analysis of the chilean press and stories of life, developed in various research events on migration.

Key words: Biopolitics / Epistemology / Political Ecology of Communications / Migration.

Introducción

Pensar en los efectos de la biopolítica sobre las representaciones de la otredad en Chile, en el contexto de la actual antropología de la movilidad (Augé, 2008), como animadora de procesos de migración endógena y exógena a escala global, implica partir por una deconstrucción del pensamiento canónico, de sistema o continental, eje axial de los discursos mediáticos, para abrir paso a un pensamiento heterogéneo, descentrado, archipiélago (Glissant, 2002) e indisciplinado (Browne & Silva, 2008), desde el que podamos cuestionar el tratamiento que los medios y las políticas de comunicación que los ordenan dan a las relaciones interculturales. Y, particularmente, a los hegemónicos significados bio-crono-topo-lógicos que se le ha otorgado históricamente a la convivencia entre comunidades de sentido diversas.

Enfocarnos hacia la apertura de una comprensión compleja sobre las mediaciones sociales, nos exige, en primer lugar, una reorientación epistémica de las comunicaciones que, en nuestro caso, hemos definido desde la fundamentación de una Ecología Política de las Comunicaciones (EPC), que pone su acento en la comprensión de las transformaciones de las relaciones sociales, desde la urdimbre de redes materiales y simbólicas mediante las cuales se han legitimado y determinado históricamente las formas de sincronización espacio-temporal entre los proyectos de vida personales y la transmisión de la memoria colectiva (Gascón: 2003). Sincronización que hace explícito el reconocimiento a las tensiones y conflictos que son producto de una construcción, diseminación y apropiación desigual de dicha memoria colectiva, despojada del espesor y complejidad de otras memorias personales, familiares, grupales, territoriales, de género, estéticas y culturales, que siembran el caos en el orden del discurso y en el emocionar de las prácticas sociales.

Es en este contexto donde se enmarcan los conflictos por el cambio de la apropiación de patrimonios, alianzas, saberes, sentires, haceres y poderes, fruto de las estrategias de valoración/conservación/olvido de los imaginarios sociales, cuya consecuencia mediata se traduce en la reducción del espesor mnemotécnico de las interacciones personales y de la vida cotidiana. A mi juicio, los estratos arqueológicos de la EPC están sedimentados en las genealogías biográficas personales, familiares y grupales desplazadas de aquella historia estructurada como matriz crono-topo-lógica de disciplinamiento del cuerpo social y, por extensión, de lo humano.

Bajo esas hipótesis nos hemos inspirado en una epistemología biocognitiva (García Gutiérrez, 2002) transdisciplinaria para desbordar las fronteras territoriales de esos mapas históricos de la movilidad e indagar, desde otras lecturas polisémicas, los rastros e inscripciones indisciplinados de la comunicación humana, contaminándonos de otros desplazamientos que se vienen produciendo en el caos del entre y el afuera (Browne & Silva 2008). Una epistemología suscitada por la crítica al pensamiento lineal de la modernidad, en que las perspectivas ecológicas y holísticas (Bateson, 1973) han vuelto porosas las otrora rígidas fronteras de la geografía, el urbanismo, la arquitectura, la música, la antropología, la poética, la documentación, la educación, etc. hasta alcanzar los deslindes de la socio-biología, la socio-cognición… trasuntando a la comunicación el espesor de la memoria sobre la que se extiende el conocimiento del cuerpo social, más allá de las fronteras conocidas sobre las que la biopolítica ha tratado de excluir el caos, la barbarie, el ruido, la heterotopía… ocultando a su narrador, el cientista social.

Así, desde una poética de la diversidad, las nuevas fronteras de las comunicaciones no deberían estar marcadas por límites de separación y exclusión de la otredad, sino por su topología de encrucijada, red de interacciones y encuentros con las subjetividades donde se construyen mundos posibles en los que convivir, estableciendo pasajes y conexiones que contribuyan a articular relatos inter y transdisciplinarios, cada vez más cercanos a la complejidad de la experiencia cotidiana y al protagonismo interpretativo e interpelativo que les cabe a mujeres y hombres de distintas condiciones sociales, procedencias y creencias en la construcción de la memoria histórica. Por ello, apelamos a una etimología crítica para recordar que la exclusión es un ejercicio de relegación, de exilio, provocado por el pensamiento exclusivo, que tiende a expulsar fuera de las fronteras blindadas de nuestro territorio lo indeseable, lo subversivo, lo mestizo, la otredad, mediante una exclusa más poderosa que el orden de las excusas, pretextos o clausuras discursivas que ejercitan el disciplinamiento mediante la canonización de ciertas reservas de sentido; porque si bien se evoca la validez del principio bioético “nada de lo humano me es ajeno”[2], cuando lo humano es apropiado por un sentido exclusivo, las diferencias terminan por agregarse al patrimonio de la enajenación y el olvido, mediante estrategias reproductivas que afirman la negación de su exclusión, invisibilizándola.

Es por ello que nos hemos preocupado de los procesos de migración, entendida conceptualmente desde una episteme del desplazamiento, del cruce y del pensamiento fronterizo y sincrético, del nomadismo, del exilio y del inxilio, de la itinerancia, de la mutabilidad propia de las relaciones interculturales, que se enfrentan como crítica a lo estable, a la identidad esencialista, a lo canónico del pensamiento único y hegemónico, dando cabida al descentramiento y la desconcentración del poder, o mejor dicho del bio-poder, considerando las oportunidades de politización y empoderamiento ciudadano desde una re-localización que reivindica pensar en lo local para actuar en lo global. Inspirándonos en las perspectivas de Édouard Glissant, tratamos de descentrar nuestra atención desde los desplazamientos discursivos “para cambiar el mundo” desde arriba hacia las prácticas concretas que desde abajo “cambian de mundo” y, en particular, respecto del dominio de una cosmovisión centrada, inmutable, androcéntrica y excluyente.

Es por ello también que nos cabe resignificar críticamente el peso discursivo de la utopía, a la luz del avance de la realidad virtual y los no-lugares (Augé, 2000) que deconstruyen los espacios de sentido relacional entre las personas y de interacción proxémica, reconstruyéndolos mediante paisajes semiotizados, de tránsito, aceleración, deslocalización y alienación. Entre la semiósfera y la noósfera parece adivinarse la clausura de la comunicación, al convocarse el espacio de los otros, pero sin los otros. Paisajes sin otra propuesta comunicacional que el consumo de textos, imágenes e ideogramas referenciales o preceptivos, cuyo sentido tiende a controlar el caos de la polisemia, del encuentro con las diferencias, con las resistencias, con la libertad y la fuga hacia otros mundos posibles, hacia una heterotopía (Foucault, 1966) de las periferias, los márgenes y sus imarginarios donde se fraguan los nuevos altermundismos.

¿Pensamiento alterado o alterizado?

La literatura clásica canoniza, entre las funciones sociales de la comunicación periodística, la reducción de incertidumbres y de la complejidad en las informaciones e interpretaciones que los profesionales del área elaboran sobre las transformaciones sociales, y particularmente en sus proyecciones hacia el pasado y el futuro. ¿Será objeto de esas aproximaciones la defensa del status-quo para no alterar la conciencia histórica sobre la definición del nos-otros? Es decir, la producción de estrategias discursivas para afirmar-negando las estructuras formales de expansión del dominio/sumisión de las relaciones entre culturas y deslegitimar las diferencias.

Se impone que la cultura occidental moderna ha temido siempre al caos, a la incertidumbre, lo imprevisible e impredecible, es por ello que el racionalismo persiguió durante su hegemonía científica las leyes del orden, la clasificación; de lo constante, de la igualdad, de la simplicidad… Desde sus cánones binarios, la modernidad expandió su hegemonía implantando su cosmovisión androcéntrica, a través de macro-relatos universalistas, que no sólo sacralizaron la valoración superior del hombre adulto occidental como agente civilizatorio, imponiendo un orden jerárquico etno-logo-público-céntrico (Moreno Sardà, 1988), sino también mitificando su desprecio por las diferencias mediante “ritos sacrificiales necesarios” para el progreso civilizatorio. Como consecuencia de esa cosmovisión se modelaron las valoraciones y jerarquizaciones del ser-pensar-sentir-hacer, que aún hoy ordenan las sujeciones al cuerpo biológico y social.

Es desde esta perspectiva de larga duración histórica del pensamiento colonial que nos planteamos la necesidad de un análisis dialógico crítico sobre los actuales procesos de migración, teniendo presente las relaciones discursivas explícitas e implícitas en torno a los pares dicotomizados identidad/alteridad, igualdad/diferencia, relaciones inscritas por lo demás en las dinámicas contradictorias de una teoría/praxis restringida por las fronteras del control disciplinario, evitando caer presos de ciertas ritualidades y conciencias caóticas del descontrol -indígenas, rebeldes, matrísticas, filiárquicas, ex-céntricas o alteradas- con que se clausura la memoria, en las fronteras del olvido, o en una museificación memorial del pasado-presente. Cómo revalorar la diversidad en países donde la diferencia fue castigada por las dictaduras con métodos medievales propios de la Inquisición: persecución, encarcelamiento, inxilio, exilio, tortura, ejecución y desaparición forzada. En el caso de Chile, la violencia física y simbólica se transformó en la posdictadura en un continuum en el que el miedo al otro aparece como uno de los rasgos más espurios para redefinir la identidad y desclasificar (García Gutiérrez, 2007) la memoria colectiva fracturada:

La razón de fondo del miedo al otro parece radicar en las grandes y aceleradas transformaciones que vive la sociedad chilena. Ellas tienen su expresión más notoria en el deterioro de las pautas básicas de sociabilidad. El vecino, el prójimo, aparecen como personas ajenas con las cuales se comparte poco o nada (...) Parecería no existir un "nosotros" capaz de hacerse cargo de la vida en sociedad. (PNUD, 1998: 132-133)

Norbert Lechner (1998) abundando en lo anterior agrega que ese miedo al otro, como potencial agresor se suma “…al miedo a la exclusión económica y social; el miedo al sinsentido a raíz de una situación social que parece estar fuera de control”.

Ello implica recordar que en Latinoamérica, los actuales procesos de movilidad y deslocalización son producto de una dislocación política y social, que produce una equívoca búsqueda del otro desde un nosotros fracturado: inmolado, desaparecido, torturado, encarcelado, esclavizado, desnacionalizado, estigmatizado, subyugado, ausente del pasado-presente y, definitivamente, desempoderado históricamente. Por ello la comunicación periodística a menudo ha sido obligada a amurallarse en pos de una defensa a ultranza de la verdad objetiva y singular, desde la unicidad excluyente de una economía política de la información, una biopolítica despojada de cualquier función poética e, ineludiblemente también, de su reflexividad ética.

… una intención poética puede permitirse concebir el hecho de que en mi relación con el otro, con los otros, con todos los demás, con la totalidad-mundo, cambio intercambiándome, perseverando en mí mismo, sin renegar de mí, sin disolverme, y sólo una poética daría cabida a todas esas imposibilidades. (Glissant, 2002: p. 102)

Sin embargo, los tratamientos reductivos de la agenda mass-mediática tienden a simplificar y conflictuar los procesos transculturales, de relación, con-fusión, alterización y de una construcción de sentido con sentido ético, estético y político respecto de la diversidad, liberada de las sospechas y temores-tumores, que son propios de sistemáticos, estratégicos e instrumentales dispositivos discursivos que pugnan por legitimar la cosmovisión occidental y sus metarrelatos sobre la globalización tecnolátrica.

En el mundo ‘sobremoderno', en el que la velocidad del conocimiento, las tecnologías y el mercado se ha triplicado, cada día es mayor la distancia que separa la representación de una globalidad sin fronteras –que permitiría que los bienes, [las personas], las imágenes y los mensajes circulasen sin ningún tipo de limitación- de la realidad del planeta, que se encuentra fragmentado, sometido a distintas divisiones, las cuales, si bien la ideología del sistema se esfuerza en negar, constituyen el centro del mismo. (Augé, 2008: p. 20)

La narración de la otredad desde el centro del macrocosmos de la mismidad mediatizada nos relata parte esencial de las contradicciones del mestizaje cultural chileno, poniendo en evidencia los intersticios de sus conflictos, de una confusa y a veces inexistente conciencia intercultural, desde donde se hace necesario, al menos, pensar en el rastro del rizoma:

Se atropellan en nosotros las huellas de nuestras confusas historias; y no para inmediatamente troquelar un modelo de humanidad que opondríamos, muy definidamente, a otros tantos patrones que tratan de imponernos. He aquí un troquel que no es ni fuga ni repetición, sino el nuevo arte de la soltura del mundo (…) Cada relato traza sinuosamente su particular rastro, de afluentes a ríos, creando un vínculo (…) El pensamiento del rastro anuncia una alianza ajena a los sistemas, rehúsa la posesión, se dirige a estos tiempos fracturados que las humanidades del presente multiplican entre sí, mediante colisiones y maravillas. (Glissant, 2002: 70-71)

Para los comunicadores, la escritura sobre la realidad debería ser leída como un tejido heteronómico y heterotópico, abierto al palimpsesto de relatos cruzados, de relatos en interacción de subjetividades, una polifonía de voces.

El desconocimiento de la otredad en los medios de comunicación masivos parte desde un desapego afectivo, que es propio del discurso simbólico-dramático, más que racional. Distanciamiento opositor entre un nosotros y un ellos, cuya existencia se representa desde un no-lugar, desde un habitar en los márgenes, nómade y sin punto fijo, clandestino en última instancia. Así las condiciones marginales de su habitar son construidas y expresadas desde un imarginario que responde a los valores informativos dominantes, que los invisibiliza y neutraliza en su rol como agentes activos en la producción de discurso: una humanidad descarnada, desafecta, un fantasma sin cuerpo, sin voz, de básicas emociones. De esta forma, la producción discursiva sobre los migrantes alimenta la multiplicación de representaciones como minorías problemáticas, desviadas del orden imperioso que clasifica cualquier modernidad, confirmando los estereotipos y prejuicios étnicos preexistentes en la sociedad. (van Dijk, 1997: p. 176)

Análisis crítico del discurso sobre la otredad

Algunos resultados de los análisis críticos del discurso sobre las migraciones aplicados a la prensa nacional[3], junto a otras investigaciones basadas en relatos de vida que hemos dirigido entre los estudiantes de periodismo[4], como otros resultados producto de  nuestra propia indagación[5], nos develan que la construcción del nosotros, la mismidad, se enuncia desde sus pretextos situacionales  reconociendo una agregación de la prensa al grupo hegemónico, identificándose como los legítimos gestores de políticas de la memoria oficial y del patrimonio que parece atesorar en sus páginas la verdad histórica, en tanto que detentores de los medios de producción de sentido y reproducción discursiva. Los dispositivos que legitiman ese estatus son la imposición de una pauta editorial de referencia dominante, el monopolio de ciertas fuentes de información, los rituales de verosimilitud y la retórica discursiva en torno a la objetividad informativa, tópico que parece derivarse de la institucionalización subsidiaria de los denominados frentes informativos. Otros de los dispositivos de control a los posibles desbordes profesionales hacia una inclusión comprensiva, intersubjetiva y equitativa de la alteridad se vinculan con la valoración de opiniones expertas y su jerarquización en un orden que les otorga superioridad interpretativa en la reflexión argumentativa de los procesos y relaciones interculturales, reconociéndose como valor agregado el liderazgo que los expertos aportan en la generación de opinión pública, de ponderación disciplinada, al representar una efectividad simbólica en el ejercicio de la responsabilidad social, la estabilidad del sistema y la transmisión de conductas civilizadas o situadas funcionalmente. Los medios y relatos estudiados apelan desde su construcción discursiva a unas relaciones con la otredad en las que destacan la hospitalidad y apertura, tanto de quienes lideran las políticas de integración, como de la sociedad chilena en general, enfrentándose a una paradojal respuesta agresiva, de rechazo, confusiones, desvinculaciones de los colectivos migrantes respecto de la sociedad que pretende acogerlos en su seno mediante una serie de oportunidades que no siempre son interpretadas desde una ética política, económica e intercultural. Particularmente, en el caso mapuche, el discurso mediático representa una condición pretérita, premoderna, asociando su imagen ineludiblemente a acciones violentas, mientras que en el caso de peruanos y bolivianos se infiere un espíritu marcado por la rivalidad, en constante “pugna y oposición de intereses”. (Castillo Hinojosa, 2008: p. 160)

En el mismo nivel de análisis de los pretextos situacionales, la otredad, o construcción discursiva del ellos diferentes al nosotros, se representa desde su posición descentrada, lejana, periférica, atrasada y conflictiva. Las particularidades administrativas de su condición de ilegales, a menudo refuerzan el discurso estigmatizador, que se despliega desde dispositivos más bien paternalistas de minorización, como son la apelación al desamparo, vulneración, incomprensión, discriminación y victimización. La dramatización se impone como recurso escénico estetizado para describir las condiciones de vida del migrante desde un ellos que se enuncia y representa como desvinculado: falta de oportunidades, inseguridad, sacrificio, incomprensión, las dificultades de subsistencia. Las relaciones que establecen los residentes de comunidades migrantes con la mismidad se entienden, por ello, inscritas en un contexto predeterminado por sus propias incapacidades y déficits, frente a un mercado objetivo de oportunidades, altamente competitivo, donde la indiferencia, el desprecio y un cierto tono lastimero se convierten en la principal estrategia de negación, exclusión e invisibilidad de la corporalidad, racionalidad y emocionalidad de quienes debieran ser sujetos activos de un diálogo inexistente.

Las macro-estructuras temáticas que se construyen desde la mismidad discursiva insisten sobre la densidad histórica de la institucionalidad, su legitimidad objetivada y personalizada en su figuración pública, desde donde se encarna el poder que, investido de autoridad oficia rituales normativos, de conservación del orden y el control. Su relación positiva y voluntariosa con la otredad se traduce en relevar el estatus de nacionalización como meta en el reconocimiento de sus derechos ciudadanos, beneficiando exclusivamente a aquellas personas que se someten al orden legal, integrándolas a las promesas de modernidad, progreso y apertura a mayores oportunidades. En forma paralela, las macro-estructuras temáticas evocan un proceso de aceptación y apertura creciente a objetos, situaciones y símbolos propios de las diferencias, de los que cabría inferir su inclusión social. Por el contrario, las relaciones negativas ponen el acento en situaciones de alarma social, apelando a la defensa del orden y el status-quo.

Las estructuras temáticas asociadas al discurso mediático sobre la otredad, en cambio, extrañamente presentan representaciones positivas, puesto que están asociadas a la inestabilidad y al cuestionamiento del orden legalmente instituido. Las calificaciones conflictivas, siempre referidas a conductas personales que son fácilmente generalizables a las conductas propias de los inmigrantes de países vecinos, sobre los que recaen implícitamente estigmatizaciones históricas, destacan en las crónicas de sucesos (delitos, violencia, beligerancia, ofensas, insultos…), como asimismo en contextos que serían más propios de la vida social y cultural, pero que en estos casos son representados como atentados a la moral, propios de costumbres exóticas, rarezas, situaciones insólitas y las decepciones propias de quienes ven frustradas sus expectativas de una mejor calidad de vida.

La dimensión actancial de la mismidad, es decir su performatividad en cuanto agente de las relaciones con la otredad, se reafirma en su rol protagónico, activo, positivo, propositivo, de gran visibilidad y figuración pública. Su hegemonía se asocia al conocimiento, al saber-poder y a una subjetividad ciertamente limitada al principio de adhesión al desigual orden implícito en la dicotomía identidad/alteridad, aunque legitimada en cuanto a una presunta neutralidad frente a los conflictos propios de la relación intercultural. Al respecto de esa relación, el discurso destaca la afirmación de experiencias y proyectos vitales relevantes de personas migrantes, cual si se tratara de vidas ejemplares en el continuum histórico, y que son calificadas como sustentables, al generar estabilidad, progreso, realización y culminar con el ansiado éxito del emprendimiento que el sistema propone como esquema individualista y competitivo para los proyectos de vida centrados y no desviados o alterados.

Finalmente, la dimensión actancial de la otredad es valorada, por el contrario, en forma mayoritariamente negativa, al definirse desde una posición de antagonismo, propio de las personas extranjeras, extrañas y distintas, que, a diferencia del nosotros, muestran desconocimiento e incultura, actuando como subalternos, bien sea en su condición de discriminados o escondidos por su situación de ilegalidad, justificando desde esas posiciones la debilidad de su propia capacidad de acción. Se reafirma, de esta forma, una actoría pasiva, negativa y rupturista, que sería una consecuencia asociada y justificada por los círculos de pobreza, a los que se vinculan conceptos calificativos como precariedad, sacrificio, fracaso y miseria, desde donde cabe inferir la jerarquización de una subjetividad parcial que confirma el estereotipo que representa al migrante a través de una sutil estructura discursiva: excluido, sospechoso y marginal. La imprecisión del rumbo de sus acciones en la frontera de la legalidad, de su referencialidad al control de la mismidad tiende a justificar finalmente la estrategia discursiva de generalización de los problemas en las comunidades migrantes, a partir de aspectos y conductas particulares, confirmándose el estereotipo mediante el uso de tópicos recurrentes.

Con todo, las representaciones discursivas de la otredad en su dimensión actancial, se dirigen a fragmentar la experiencia de los proyectos vitales de los inmigrantes, los que son calificados como proyectos fracturados, inestables y discontinuos, siendo frecuentes las evocaciones al nomadismo, al subdesarrollo y a las dificultades de su adaptación o inclusión a las exigencias de la modernidad de la sociedad chilena, desde la que el nosotros pareciera medir el grado de reconocimiento de los derechos de las diferencias.

A modo de conclusión: intersticios para alterizar el discurso.

Los efectos del biopoder en la deconstrucción del orden discursivo analizado evidencia la sutil estructura con que se articulan los dispositivos mediáticos para el control del diálogo intercultural y la reducción de su espesor mnemotécnico. Lugares comunes para ello son el uso de estrategias informativas de legitimación del esencialismo identitario y de hegemonía sobre la otredad, invisibilizando otros puntos de fuga que expresan el deseo de una comunicación más humana y de otros mundos posibles en los que convivir.

También se evidencia como tópico generativo la simplificación de los significados bio-crono-topo-lógicos, cuyo análisis complejo otorgaría historicidad a los procesos de movilidad humana, no exentos de conflictos endógenos y exógenos entre comunidades, pero necesarios de reinterpretar históricamente para entender los procesos de transformación social, transculturación y mutación que se incuban en los actuales procesos migratorios. Particularmente relevantes resultan aquí las estrategias de naturalización del control y de la violencia simbólica que se ejerce sobre los tejidos del cuerpo social -trazando un símil biomédico- para evitar la contaminación mediante rituales discursivos de inoculación y aislamiento ante la diferencia (sospechosa, imprevisible, peligrosa, ex–céntrica, marginal…), y que parecen justificar implícitamente el temor fundado, el menosprecio y, finalmente, su estigmatización. Así, desde ese presente mítico-mediático difuso pero constante, se clausura el ejercicio de una resignificación ética, poética y política desde los intersticios de la vida cotidiana, con una fuerza centrípeta capaz de invisibilizar la atracción reproductora de la matriz de pensamiento etno-logo-público-céntrico occidental.

A través de las inferencias propositivas que se moldean desde sus enunciados discursivos, la mismidad trata de controlar y se defiende del miedo a los otros para reducir su propio miedo a la incertidumbre, al descontrol, al alter ego, al encuentro con su sombra: adaptarse o sucumbir ante su ritualización de integración/disolución para la que todo fue hecho y dicho en razón del mito de sus orígenes… in illo tempore.

Y es que las palabras conservan la memoria de los fines para los que fue ordenado el ecosistema tal como fue ordenado: el quién y el qué no debe/debe hacerse dónde y cuándo, que constituye la matriz espacio-temporal a partir de la que se genera el sistema argumental que nos recuerda por qué y para qué... hemos de adecuar lo que sentimos... según lo que debe ser. (Moreno Sardà, 1991: p. 79)

Por ello, alterizar el pensamiento constituye una estrategia liberadora y sanadora de las heridas simbólicas causadas por el control de una tanatopolítica, más que biopolítica, que termina reduciendo en no-lugares, paralizando y mutilando al cuerpo social, más que reconociendo la fuerza vital del mestizaje y la transferencia hacia sus heterotopías. La convivencia dialógica con la otredad es una oportunidad para reafirmar el deseo de la comunicación, el eros vital que se abre a la con-fusión, a nuevos emplazamientos para el pensamiento fronterizo y del entre (Silva y Browne, 2004), al encuentro y devenir de un nos-otros fracturado, todavía por des-cubrir desde el ser-pensar-sentir-hacer-decir relacional. Finalmente, el pensamiento alterizado puede entenderse como la reivindicación de una comunicación proxémica en crisis, cuya utilidad nos propone desplazar la mirada desde puntos fijos y lugares comunes hacia una perspectiva estroboscópica y descentrada, capaz de alterar los vacíos de la conciencia ética.

Referencias Bibliográficas

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Notas

* Doctor en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Barcelona (España), Posgraduado Cátedra UNESCO-Brasil en Comunicación y Políticas Públicas para el Desarrollo Regional. Profesor Titular de la Universidad de Playa Ancha (Valparaíso, Chile), donde desempeña actualmente el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Sociales. Ex-Director de la Revista F@ro y miembro del Centro Interdisciplinario de Estudios de Género (UPLA). Integrante de diversos consejos editoriales y redes científicas, ha desarrollado consultorías para diversos organismos públicos nacionales e intergubernamentales (UNESCO, OIJ-ONU).

[2] La frase se adjudicó a Publio Terencio, comediógrafo y poeta latino, aunque de origen libio, quien escribió en el siglo II a.C. un principio bioético: “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, “hombre soy, considero que nada de lo humano me es ajeno”.

[3] Ver especialmente la Tesis de Magíster en Comunicación:

Castillo Hinojosa, Ana María (2008). Análisis crítico del discurso de la construcción intercultural mapuche, peruana y boliviana en la prensa de cobertura nacional. El caso de los diarios “Las Últimas Noticias” y “La Cuarta” durante el trimestre marzo-mayo de 2008. Valdivia: Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Austral de Chile. Resultado del proyecto FONDECYT nº 11070062.

[4] Ver en particular las Tesis de Licenciatura en Comunicación Social dirigidas en el Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información, Facultad de Humanidades de la Universidad de Playa Ancha:

Bruna, Jenny; Bugueño, Carolina (2007). Herencia italiana: huellas y vivencias en Valparaíso. Análisis de las redes de comunicación de distintas generaciones migrantes, sus memorias e interferencias en el patrimonio cultural de Valparaíso.

Cubillos, Mariano (2007). Memoria, vida privada y patrimonio intangible en Valparaíso: (Re)acercamiento a una cultura viva y emocional desde ocho relatos ciudadanos.

[5] Nuestro proyecto de investigación “Las Redes de Comunicación, patrimonio de Valparaíso. Un acercamiento desde la construcción de imaginarios ciudadanos”, financiado por la Dirección General de Investigación de la Universidad de Playa Ancha, durante el período 2004-2006, dio origen a diversas conferencias, ponencias y publicaciones vinculadas a las presentes reflexiones, entre ellas destacamos los siguientes artículos:

2009: Cronotopologías de comunicación intercultural. De los itinerarios biográficos a los historiográficos. En: Revista Encrucijadas, Centro de Investigaciones Postdoctorales (CIPOST), Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela. Año I nº 3, febrero 2009. Disponible en: http://www.cipost.org/revista/

2008: Narrativas interculturales emergentes en los desbordes fronterizos del memorialismo digital. En: Ghrebh, Revista de Comunicaçao, Cultura e Teoria da Midia, nº 12, octubre 2008. Sao Paulo: Centro Interdisciplinar de Semiótica da Cultura e da Mídia, CISC. Disponible en: http://revista.cisc.org.br/ghrebh/index.php/ghrebh

2007b: Redes-cubriendo el emocionar: Itinerancias entre una genealogía huilliche y una ecología política de la comunicación. En: Browne, R.; Del Valle, C.; Nitrihual Valdevenito, I.;  y, Silva, V. Contrapuntos y entrelíneas en comunicación, cultura y discurso, pp. 218-231. Temuco: Universidad de la Frontera y Universidad Austral de Chile.

2007a: Memorias e itinerancias desde una ecología política de la comunicación humana. En: Rodríguez Monarca, C.; Browne, R., del Valle, C.; y Figueroa, S. (Comp.) Sociedad y cultura: reflexiones transdisciplinarias. Valdivia: Universidad Austral de Chile, Universidad de La Frontera y Mecesup, pp. 65-73.

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