Reseñas - Revista F@ro Nº 11
Entre dios, el estómago y el roto chileno sólo hay un lugar: Mercado El Cardonal
Cristóbal Gaete Araya (2009).
Mercado El Cardonal.
Valparaíso
Ediciones Perro de Puerto
Fotografía portada y contraportada Rumy Rumié; diseño e ilustraciones Daniel Jonquera
Lo dicho, después de Dios El Cardonal, pero por sobre todo su gente: pulsetas, pacotilleros, embarcadores, cargadores, fleteros, pilastretos, feriantes, movilizadotes, ambulantes, patipelados, rotos chilenos de los tiempos de arpillera, carretelas y caballos percherones. Caldo de cabeza, de pata… o simplemente sopaipillas pasás del italiano. Aquéllos eran tiempos difíciles e imprevisibles en El Cardonal, cuando la fina línea que separaba el éxito del fracaso en la pilastra, conjuraba todavía a los propios deslindes rurales de Valparaíso, allá arriba en los cerros y quebradas habitadas por laboriosos campesinos.
Rememorar las historias de vida personales y familiares que se cruzan en el Mercado El Cardonal, como lo hace Cristóbal Gaete, es recuperar el sentido del sujeto popular de Valparaíso, sacar de la exclusión y el olvido a un patrimonio que traspira por el peso de aquello tan cotidiano y vital que es la nutrición de las entrañas de una ciudad. La memoria de El Cardonal es el sistema digestivo de Valparaíso,
Por ello no podemos referirnos al Mercado El Cardonal tan sólo como la despensa de Valparaíso, su sistema digestivo o los párpados abiertos de la ciudad. Más que un Mercado, El Cardonal es la plaza, el centro de una red social tejida por un concierto de voces y memorias que nos hablan de la organización de la vida doméstica y de los grandes sacrificios de personas humildes que hacen posible el abastecimiento de las ciudades y la distribución de los nobles frutos de la tierra y del mar.
La propia historia del transporte pareciera crecer con el mercado, a lomos de caballerías, fuertes espaldas, chanchas, barcos y carros de ferrocarril, hasta llegar a los poderosos camiones ford, los pegasos alados y los mercedes, uniendo a esta loca geografía humana.
El trajín del mercado nace antes que el día, antes que el despertar de sus hijos, con la carga y descarga de todos los olores de temporada, pero también con aquellos otros olores humanos, de la choquera ofreciendo café caliente y tortillas de chicharrones, los ecos de las desayunerías, con sus sandwiches de pernil y de mechada, junto al cálido ambiente que desprenden las tallas y el humor que caracterizan a la gente criada en el rigor del trabajo rudo y esforzado. Carga y descarga, ley de compensaciones, sonrisas que llenan las rutinas del trabajo y la bolsa de feria.
Por eso la familia del Cardonal es grande, unida y solidaria. Aquí nacen y se alimentan las esperanzas de un pueblo, apilando los esfuerzos de cada uno y de cada una, en el frágil equilibrio de la pilastra que nuestro amigo Cristóbal Gaete ha tenido la osadía de rememorar, como hijo ilustre de este mercado, mundo-vital.