Estudios - Revista F@ro Nº 12
Ateísmo frente al Sistema Religioso: análisis de la resistencia atea en España
hevistounpajaroverde@gmail.com
Universidad Austral de Chile (Chile)
Recibido: 31 de mayo de 2010
Aprobado: 05 de octubre de 2010
Resumen
Este artículo presenta un tipo de ateísmo surgido en España desde 1994, a través de organizaciones ateas que abogan por la separación Iglesia / Estado y una sociedad laica democrática. Se examina el concepto de fundamentalismo y religión frente al ateísmo, y la puesta en escena del sistema religioso dentro de la sociedad, soslayando al ateísmo en una posición de resistencia. Posteriormente se analiza el fundamento del ateísmo, sus pretensiones, manifestación social a través de organizaciones ateas españolas, y los riesgos de imponerlo como discurso hegemónico. Finalmente se presentan las causas de fondo –inconscientes y políticas- que lo llevan a actuar desde los márgenes de la sociedad, y no desde los sectores empoderados.
Palabras clave: ateismo / fundamentalismo / religión / España.
Abstract
This article presents a type of atheism emerged in Spain since 1994, through atheist organizations that plead for Clergy / State separation and a democratic secular society. It examines the concept of fundamentalism and religion in front of atheism, and the religious system staging, that situates atheism in a resistance position. We later analyze the atheism fundament, its pretensions, social manifestation through atheist organizations in Spain, and the risks of impose it as a hegemonic discourse. Finally, we present the root causes –unconscious and political- that lead it to act from the margins of society, and not from empowered areas.
Key words: atheism / fundamentalism / religious / Spain.
En España, la misma península donde perdura la realeza católica, existen organizaciones ateas que desde 1994 operan a través de diversas actividades para difundir al ateísmo como opción de conciencia. Dentro de los objetivos de las asociaciones está luchar por la separación de la Iglesia con el Estado, es decir, que el sistema religioso se mantenga lejos de otros sistemas sociales, y que por lo tanto, no ejerza ningún poder fuera de sus propios asuntos. (Albert Riba, comunicación personal, 26 de octubre de 2009).
Albert Riba, director de Ateus de Catalunya, es autor de la conferencia dictada durante el Primer Concilio Ateo de Toledo, 2007: Fundamentos del Fundamentalismo, donde expone al sistema religioso como un sistema fundamentalista, proponiendo la contraparte: una sociedad laica que reemplace al sistema religioso y conduzca a la población a una verdadera democracia. En el transcurso del texto va haciendo notar su postura frente al tema religioso, a la vez que nos sitúa en el contexto social actual de España, dominado por las creencias religiosas.
Para comenzar, el fundamentalismo lo entenderemos como la “exigencia intransigente de sometimiento a una doctrina o práctica establecida” (Riba, 2007:3), ya sea ésta ideológica, política o religiosa. Se caracteriza principalmente por: el literalismo, es decir, una forma de entender las cosas tal cual como las están escritas; la pretensión de verdad absoluta, es decir, la ausencia de dudas; la norma derivada de una verdad absoluta; la existencia de intermediarios que conocen e interpretan la palabra de Dios, como el papa y los sacerdotes; y la exigencia que se le hace a la sociedad de reconocer la verdad y adaptarse a las leyes, refiriéndose claramente a la intromisión de la Iglesia en los asuntos sociales de un pueblo, asaltando el poder político, económico y militar. Vamos a analizar estos puntos:
Si bien una de las líneas de estudio y aplicación de las escrituras es literalista, existen varios pasajes los cuales nos sería imposible darles algún sentido o llegar a creer alguna parte si lo hiciéramos de forma literal: ¿Quién va a creer que Moisés abrió realmente el mar en dos? Además, debemos recordar que una de las técnicas más ancestrales de estudio de las escrituras es la exégesis, es decir, la interpretación de los textos sagrados, la cual pudo haber nacido cuando se hizo imposible la lectura literal de textos bíblicos y se necesitó leerlos de otra forma, ampliar su sentido para que nos pudiera decir algo aplicable a otros tiempos. El mismo Riba expresa que el literalismo se contradice a sí mismo, ya que los sacerdotes son quienes dicen en variadas ocasiones que la palabra debe ser interpretada para aplicarla a nuestros días. Es tal vez que no todo sistema religioso puede tildarse como fundamentalista, ya que no todas sus líneas son literalistas. O bien, es el fundamentalismo el que cae en contradicciones elementales, y debe cuestionarse esta característica inicial.
Cuando un sistema religioso expresa normas derivadas de la verdad absoluta, se está olvidando que la misma norma es una interpretación. Esa derivación sólo pudo hacerse porque los mismos individuos interpretaron la verdad absoluta para hacerla aplicable a la sociedad a través de normas. Si recordamos a Turner (1980) y Douglas (1978) nos podemos dar cuenta que además de ser la norma una interpretación en sí, es nuevamente interpretada por los individuos al ser aplicada, ya que el uso que se haga de ésta no tiene por qué ser el mismo que se ha impuesto. Los pueblos interpretan de distinta forma las normas, les dan un uso y significado diverso.
Por otro lado, está la pretensión de una verdad absoluta, la cual según Riba se explica porque las religiones entre sí son contradictorias y excluyen a las diferentes. Sin embargo, si pensamos en la base de las grandes religiones empoderadas –digamos islamismo, judaísmo y cristianismo-, nos encontramos con un Dios omnipotente, un profeta que siguió sus enseñanzas y los fieles que ansían llegar a un estatus digno de la aceptación dentro de su Iglesia. Esto obviamente reduce injustamente la complejidad del tema, pero lo que queremos decir es que no todas las religiones son excluyentes entre sí, y podemos comprobarlo además a través del sincretismo que se llevó a cabo en la conquista española en América, sin lo cual deberíamos olvidarnos de las fiestas y santos paganos, los cuales constituyen elementos fundamentales de cada cultura. Es a través del sincretismo que podemos imaginar procesos de mestizaje cultural, donde nos resulta imposible graficar un desarrollo lineal de la cultura, sino que son múltiples las posibilidades de encuentros entre uno y el “otro”.
Ahora bien, si los sistemas fundamentalistas afirman la existencia de intermediarios que conocen e interpretan la palabra de Dios, podemos inferir que esos intermediarios poseen además de la capacidad de comunicarse con el mundo transcendente, la habilidad de difundirlo entre la sociedad y el derecho a mediar entre el poder de este mundo y el del otro. ¿De qué otra forma podría la institución religiosa argumentar su intromisión en asuntos públicos? Pero veámoslo en términos sociales:
Por el sólo hecho que la creencia en sí como fundamento sea capaz de normar conductas de forma inconsciente, el sistema religioso con autoridades concretas, en un nivel práctico, logra reafirmar las conductas y perpetúa estas normas y categorías inconscientes a través de escrituras, mandamientos, y diversos documentos. Los individuos entonces no sólo están dejando que los símbolos lleguen a su inconsciente, sino que además están siendo adoctrinados visiblemente a través de una institución. Tal como nos dice Riba: la población debe asumir esta verdad absoluta y adaptarse a las leyes que emanan de ella, y podemos agregar a esta afirmación que el sistema religioso lo logra gracias al control sobre dos dimensiones: la inconsciente y la práctica. Nutriéndose mitos que muestran historias ejemplares (Eliade, 2000) cargadas de símbolos que asaltan rápidamente al individuo a través de la emoción (Turner, 1980) y la cognición de cada uno (Douglas, 1978), logran tener el control del inconsciente de un pueblo; mientras que en términos prácticos lo hacen a través del mismo sistema religioso como institución, el cual no sólo actúa desde su puesto, sino que alarga su dominio sobre los otros sistemas.
Entendemos entonces que el sistema religioso cuenta con un gran poder actuando desde su propio sitio, esto es a través de normas explícitas, las cuales son transmitidas no sólo de forma directa a través de la enseñanza, sino que también mediante diversos ritos y costumbres que forman parte de la propia cultura, como por ejemplo la celebración de la navidad en occidente, los bautizos, matrimonios, o cualquier ceremonia religiosa en la cual se transmiten valores y se enseña una historia mediada por la religión. Ésta consiste en el discurso hegemónico, el cual es reproducido por las clases empoderadas y también por los otros sectores sociales, ya que se haya intrínsecamente introducido.
Cuando el sistema religioso extrapola su poder acaparando un sitio importante dentro de otros sistemas, la dominación abarca muchos más ámbitos: Imponiendo su moral no sólo en sus ceremonias, sino que en cualquier situación en la que logren involucrarse, ya sea un acto público, hasta con la instauración de instituciones educativas, convirtiendo su discurso en ley, mientras que su moral se transforma en un sentido común que se transmite y reproduce de generación en generación.
La Iglesia adquiere poder político cuando el Estado le permite participar en decisiones legislativas, logrando a veces coartar proyectos de leyes o imponer normas que sólo corresponden a su moral y no debieran ser aplicadas a ciudadanos que no se consideren religiosos. Eso no es todo: la Iglesia acapara poder económico al ser mantenida gracias a los impuestos de todos los ciudadanos, sean religiosos o no, además de pedir más recursos a los fieles para llevar a cabo sus actividades o bien –digámoslo- para mantener el oro del vaticano. Por si esto fuera poco, el sistema religioso accede al poder militar a través de enfrentamientos en nombre de la religión, aunque debemos tener claro que la religión en estos casos es sólo un factor entre muchos, ya que fácilmente pueden embaucar a algunos diciendo que se trata de una guerra santa, pero si observamos los contextos en los cuales se dan los enfrentamientos, siempre habrán intereses políticos y económicos de fondo.
La religión para Riba consiste en un sistema fundamentalista y de vigilancia cuyo propósito no es salvaguardar la fidelidad a sus principios supuestamente divinos, sino que desea “asegurar la estabilidad del grupo” (Riba, 2007:12) para experimentar un crecimiento numérico y económico. Es impresionante que a pesar de todos los abusos y la mala fama que puede ganarse la religión, el sistema en sí se mantenga. Y es que el sistema religioso cuenta con ciertos escapes que garantizan su equilibrio, tales como movimientos religiosos más liberales que no se acercan al fundamentalismo, puntos de fuga sin los cuales un sistema tan represor como éste ya habría colapsado. Aún así, la religión goza de otra forma de mantenerse estable: recurriendo a la existencia de un mundo más allá –trascendente- desde donde se dan las revelaciones de innegable validez, acudiendo a la “cortedad de la inteligencia humana” (cf., 2007:11) que es capaz de creer lo que la Iglesia pregona y aceptarlo como arquetipo de pensamiento.
Si la religión apela a la irracionalidad, es decir, a la creencia para imponer su sistema fundamentalista, entonces ¿a qué recurre el ateísmo para inculcar una sociedad laica? Riba nos dice que los librepensadores acuden a la convicción, al estar seguros de lo que afirman, ya que “la creencia no es una forma de llegar al convencimiento, sino al desatino, a la desorientación y a la pérdida de referencias firmes y seguras, y en muchos casos al delirio” (cf., 2007:12). Sin embargo, ¿de qué otra forma podría erradicarse la creencia o al menos arrebatarle parte de su poder al sistema religioso si no es a través de una transvaloración? Lo que Riba plantea claramente es que se valide la convicción y la ciencia por sobre la creencia y la religión. Algo similar a un nihilismo incompleto del que habla Nietzsche (en Heidegger, 2000), ya que sólo consistiría en un reemplazo de la creencia por la convicción, lo cual cambiaría todo lo consiguiente, pero que no propone una transformación total desde el principio de esos valores, es decir, un cambio en su modo, dirección y posición. Para eso se tendrían que incluso cambiar las pretensiones de la convicción, de modo que no sean las mismas que las de la creencia: convencer a los individuos para mantener estable a un sistema.
Sin embargo, desarmar una tradición que se ha fortalecido y validado durante siglos no pasa sólo por un cambio cultural, sino que se hace necesario generar las condiciones prácticas para que eso ocurra. Si bien a partir de la secularización del Estado y el desarrollo científico las creencias han perdido fuerza, gozan aún de un innegable poder dentro de la sociedad. Sería necesario tal vez combatir al fundamentalismo, como dice Riba, a través del camino propuesto por los librepensadores: la ciencia. No obstante, la ciencia no se ha declarado atea, y consiste en un ámbito que no se contradice completamente con la religión, sino que apunta a otras direcciones. Mientras la ciencia apunta hacia el conocimiento, la religión cubre la necesidad de sentido y motivación de vida, es una opción de conciencia.
La trampa habitual del fundamentalismo consiste en el conocimiento a través de la especulación y las afirmaciones circulares, las cuales según Riba pueden ser combatidas a través del método científico, el cual se caracteriza por la evidencia observable, empírica y sujeta a principios de razonamiento, el rigor documental y la posibilidad de falseabilidad. Pero debemos agregarle a esta idea que a pesar que la ciencia esté permanentemente sujeta a revisión –ya que no se trata de verdades eternas-, tiene un carácter autoritario y a veces hasta dogmático. El mismo Riba reduce cualquier conocimiento riguroso a la ciencia, anulando de esa forma todos los demás, ya sea histórico, artístico, interpretativo, popular y quizás cuántos otros caminos que hemos dejado de lado por seguir a la ciencia solamente. Si viéramos las cosas de este modo, el anhelo de los librepensadores es comparable con un proyecto ilustrado que tuvo lugar siglos atrás, en donde se intenta erradicar el mayorazgo de la religión, para dar pie al desarrollo del conocimiento basado en el empirismo y el racionalismo.
Es profundamente comprensible una urgencia como ésta en un país que aún subsiste avergonzado por las huellas de la inquisición, la conquista de América, la dictadura de Franco junto a la Iglesia, y la persistente existencia de reyes católicos. Pero existe otro punto al cual hace referencia Riba, y es sobre las discriminaciones que atrae la religión: Hace alusión al uso del velo por parte de las mujeres islámicas como una clara marca de discriminación de género, olvidando el significado y la importancia que para las mismas mujeres islámicas pueda tener. La preocupación de Riba es tal vez debida a la constante convivencia que tienen los españoles con los musulmanes, ya que no debemos olvidar el gran flujo de inmigrantes que llegan hasta la península, lo cual se podría entender tanto como un ideal de igualdad, como también una posible intolerancia hacia la diferencia.
No obstante las buenísimas intensiones del proyecto librepensador de reconocer la igualdad entre los individuos, posee dos peligros esenciales: Partiendo por la anteriormente expresada reducción del conocimiento riguroso al ámbito científico, invalidando los demás y pretendiendo un racionalismo extremo que no da lugar a más de una interpretación; además de una creciente homogenización y empobrecimiento de las culturas, al poner en duda u oponerse a sus prácticas.
El hombre no es un ente estático que sólo se adapta ante lo impuesto, sino que se trata de un ser dinámico que modifica su propio entorno y su historia, que interpreta lo ya dado y le otorga distintos significados. Resulta ingenuo pretender estudiar a grupos humanos únicamente a través de un riguroso método científico, ya que cualquier conclusión a la que se pueda llegar tendría un carácter reduccionista frente a la realidad. La misma sociedad fue capaz de crear un sistema cultural tan complejo como el religioso, el cual sintetiza el tono y carácter de un pueblo (Geertz, 2003) y se convierte en pilar de propia cultura. A través del proyecto de los librepensadores no sólo se coarta la capacidad de los individuos de simbolizar –ya que si lo hicieran podrían caer nuevamente en metafísicas-, sino que también se pretende una homogenización de las culturas, lo cual lleva a un empobrecimiento lamentable y una pérdida de la memoria histórica, la cual no se constituye solamente de hechos objetivos observables, sino que contiene la interpretación de distintos sectores de la sociedad, dependiendo de dónde esté escrita.
La pretensión de eliminar cualquier creencia o superstición no es otra cosa que un exacerbado autoritarismo de la ciencia burocrática, la cual ansía ser aplicable a cualquier fenómeno no sólo natural, sino que también social. He ahí el gran error. Esa “objetivación creciente que culmina en las ciencias naturales” nos haría caer en “un proceso de desvivimiento (Ent–lebung), de lejanía cada vez mayor con la vivencia inmediata” (Rodríguez, 1997:31). Ese desvivimiento del que habla Heidegger lo entenderemos como la intención de un análisis previo a la experiencia misma. Como si antes de reconocer en su totalidad el rostro de quien amamos, nos fijáramos en sus detalles más ínfimos, siendo que cualquier análisis es posterior al reconocimiento. La vivencia de las cosas es inmediata, la experiencia es interpretada siempre para hacerla propia, puesto que la mente no es en primera instancia analítica, sino que vivencial. Cualquier análisis que pueda hacerse es posterior y requiere una cierta lejanía con el fenómeno, distancia que si se lleva a un extremo como plantea Heiddegger, puede conducirnos a una enajenación con la vida misma.
El proyecto de los librepensadores es quizás viable entre seres humanos a los cuales se les ha cortado su capacidad de simbolizar e interpretar, y que sólo están entregados a diversos análisis que les permita conocer cómo opera la naturaleza y cómo sacarle mayor provecho. Si en cambio nos referimos a sociedades que no sólo dan uso a su entorno, sino que le otorgan significado y se hacen parte de él, la pura ciencia se hace insuficiente. Recordemos a Turner (1980) cuando dice que la sociedad más que pensada, es vivida. Y a esto le podemos agregar que es vivida, comprendida e interpretada.
Frente a la respuesta teísta dominante dentro del problema de la religiosidad, la hegemonía del discurso religioso y su reproducción mediante la permanente intromisión de la Iglesia en asuntos públicos, en la educación y en los demás sistemas sociales, el ateísmo aparece desde los márgenes de la sociedad como un fenómeno de resistencia. Su finalidad es lograr la libertad de consciencia que culmine en una sociedad laica igualitaria en donde no existan arquetipos de pensamiento. Para esto, las organizaciones ateas de España abogan por la ciencia, que a pesar de tratarse de un modo de conocimiento autoritario y que cuenta con validez frente a cualquier otro tipo de saber, no ha logrado otorgarle al ateísmo el estatus necesario para actuar dentro de la sociedad y no desde los márgenes.
Si realmente se erradicara alguna vez al sistema religioso de nuestras sociedades, la creencia difícilmente podría eliminarse en cada individuo. Sin embargo, hay territorios en donde la ciencia ya ejerce un poder desmedido, al punto de quitarle validez a cualquier otro tipo de conocimiento. De la misma forma que la Iglesia abusa del hecho de ser la opción de conciencia válida para empoderarse y crecer económicamente, la ciencia lo hace en terreno del conocimiento.
Como fenómeno de resistencia, el ateísmo actúa desde sectores sin poder significativo, y lucha permanentemente para negociar los límites de la represión (Scott, 1985) que impone el sistema religioso a la sociedad, ya sea a través de manifiestos, organizaciones ateas con actividades sistemáticas, artículos y diversos estudios que buscan validarlo y denunciar los abusos de la religión. ¿Por qué resistencia? Si incluso aferrándose a la ciencia, el ateísmo no ha logrado cambiar su condición de resistencia, es porque deben haber más motivos que lo sitúan ahí: Aparte de la hegemonía que ejerce el sistema religioso, el ateísmo carece de una fuerza que unifique a sus miembros, ya que si bien cuenta con el valor central de la convicción sobre los hechos, ésta por lo visto no es capaz de entregar sentidos de vida ni motivaciones suficientes para mantenerse como un esquema mental fortalecido en cada individuo. Si así fuera, nos encontraríamos con un ateísmo que no tendría necesidad de validarse a cada momento, sino que contaría con adeptos al igual que la religión, y claramente, le habría arrebatado a ésta gran parte de su poder.
Lo que sucede es que el ateísmo coarta las posibilidades de comprensión e interpretación de la realidad, ya que propone un solo camino, el cual debe estar exento de metafísicas o de significaciones acerca de las cosas que no son posibles de estudiar empíricamente. Es así también como se ha ganado su lugar de resistencia, ya que la religión sí cubre ese camino que el ateísmo prohíbe, es más, se basa en la existencia de ese mundo trascendente. El ser humano, como ser cultural, buscará explicarse siempre aquello que no puede ver, inventando y contándose historias que hablen de tiempos remotos, del inicio de las cosas. Todos los símbolos y mitos que entrega la religión son necesarios para la unificación de cada cultura. Ahora bien, no es que la religión esté más abierta a otras explicaciones, ya que como bien sabemos, su dogma, por muy rico en significaciones que pueda ser, no da cabida a dudas.
Si la sociedad dejara de ser vivida y comenzara a ser sólo pensada, tal vez el ateísmo dejaría de ser un fenómeno de resistencia, pero mientras la experiencia siga siendo interpretada por quienes la viven, un fenómeno como éste no tendrá más que seguir conviviendo con la metafísica, las creencias, e incluso con los emergentes movimientos new age de crecimiento espiritual, que ante la desesperada necesidad de ligarse a un grupo con un sentido de vida compartido, terminarán quizás ofreciendo una alternativa ante los grandes sistemas religiosos.
Debemos estar atentos a los nuevos mestizajes religiosos y culturales que podamos encontrar, ya que si ampliamos las posibilidades de comprensión, es posible que aparezcan nuevas interpretaciones sobre la realidad, las cuales deberán aprender a coexistir como verdades parciales que cubren distintos planos de la existencia y no como única verdad; o bien, es posible que las otras opciones que han permanecido en las sombras, cobren relevancia y pasen de convertirse en otro, a un mismo, pasar a ser punto de vista dominante, discurso hegemónico que ejerce su poder en todo ámbito. En España ya han comenzando a hacer ruido los ateos, y en otras culturas germinarán tal vez otros sentidos de realidad, dependiendo de su propia historia y entorno.
Referencias Bibliográficas
Douglas, M. (1978): “Símbolos Naturales”. Madrid: Alianza.
Eliade, M. (2000): “Aspectos del Mito”. Barcelona: Paidós Orientalia.
Geertz, C. (2003): “La Interpretación de las Culturas”. Barcelona: Gedisa.
Heidegger, M. (2000): “Nietzsche II”. Barcelona: Ediciones Destino.
Rodríguez, R. (1997): “La Transformación Hermenéutica de la Fenomenología”. Madrid: Tecnos.
Scott, J. (1985): “Weapons of the Weak. Everyday Forms of Peasant Resistance”. New Haven y Londres: Yale University Press.
Turner, V. (1980): “La Selva de los Símbolos”. Madrid: Siglo XXI.
Riba, A. (2007): “Fundamentos del Fundamentalismo”. Acceso en: 16 de marzo de 2009 Descargado del sitio http://www.federacionatea.org/documentos/concilio/
Ateus de Catalunya. Acceso desde enero de 2009 hasta marzo de 2010. URL: http://ateus.org/
Notas
* Antropóloga, Licenciada en Antropología, Universidad Austral de Chile. Estudiante de Magíster en Comunicación, Universidad Austral de Chile.