Revista F@ro Nº 6 - Monográfico

Fotolog: Iconofagia e Incomunicaciones de la Vida Diaria

Luis Nitrihual Valdebenito
Gabriel Saavedra Carrasco
Magíster en Ciencias de la Comunicación
Universidad de La Frontera
luisnitrihual@gmail.com
Recibido: 17 de diciembre 2007
Aprobado: 20 de diciembre 2007
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“Nuestro ojo ignora cada vez más la carne del mundo.
Lee grafismos en vez de cosas”
Régis Debray

Resumen

Este artículo se detiene en el análisis de un objeto particular, el Fotolog, nuevo espacio que ha emergido con fuerza en Internet y en particular en Chile, que es uno de los países con mayor cantidad de usuarios a nivel mundial.
El Fotolog nos permite reflexionar sobre distintos problemas que hoy se viven en la red, pero en particular sobre la profusión de imágenes que hace vivir a sus usuarios en un mundo digital, los hace sobrevivir en una deglución imágetica. Pensamos, siguiendo entre otros a Browne (2006) y Silva y Browne (2007), que estas experiencias se transforman en una actitud patológica de sobrevivencia postmoderna, con un efecto de virtualidad y de “iconoadicción” que señalan el camino que se vive hoy en los medios de (in)comunicación.

Palabras claves: Fotolog, Iconofagia, Hipervisualidad, Postmodernidad.

Abstract

This article examines a particular object, Fotolog, the new and popular area of the Internet in Chile that have many users.
The Fotolog allows us to reflect about many problems of the network, but particularly on the iconophagy. This concept, devolopment by Baitello Junior (2006), Browne (2006) and Silva and Browne (2007) among others, show that the image swallow phenomenon performed by the members of contemporary societies shown in Fotolog, which is also a space (in) communication in our hypervisuality society. It is a phenomenon of survival posmodern.
Keywords: Fotolog, Iconophagy. (In) Communication, Hypervisuality, Postmodern.

1.- Una introducción necesaria: Internet y las nuevas formas de comunicación.

Las problemáticas estudiadas en comunicación han transitado por las necesidades que tienen las sociedades de entender los procesos de interación social donde adquieren sentidos las actuaciones del hombre. Hoy, más que antes, intervienen no sólo el hombre como generador del sentido, sino también la tecnología como significante y mediadora en las relaciones sociales y por extensión, comunicativas, en un complejo proceso cultural. A este respecto cabe recordar la estrecha relación entre comunicación, cultura y sociedad. La llamada sociedad informacional, señalada por Castells, se encuentra, en esta medida, interceptada por una serie de variables, entre las cuales notamos como estas nuevas formas de interacción están organizadas desde y por la ideología y economía neoliberal, por lo que es importante avanzar, desde la teoría, con una perspectiva que tenga una necesaria reflexión crítica.
En esta medida, la teoría debe alejarse de lo que Levis (2007) señala como tecno-predicación de las tecnologías informáticas.
“Internet no es un hipermercado, tampoco la biblioteca de Babel que imaginó Borges, ni el medio a colonizar. No es la solución mágica a las desigualdades económicas, culturales y sociales, ni la panacea a la educación, la salud pública y la democracia que prometen tecno-predicadores” (Levis, 2006: 1)
Tal como señala Antonio García Gutierrez en Fijaciones (2005) la penetración de consignas, tierras prometidas y tecnologías, en los ámbitos más privados de la vida del hombre se produce mediante la sutil y reiterada seducción propiciada por las instituciones. En esta medida se entienden las palabras de Del Valle (2006) cuando, hablando de participación digital, destaca que es una participación que se habla, pero no se participa realmente -una tecnopredicación-, tan sólo una tecnologización del aparato burocrático.
Lo cierto es que lejos de todo absolutismo, las nuevas tecnologías de la información y comunicación (TICs) están alterando nuestras formas de convivencia, resignificando nuestra relaciones y nuestros propios cuerpos y las posibilidades que tenemos con ellos. En palabras de Jesús Martín-Barbero, “si la revolución tecnológica ha dejado de ser una cuestión de medios, para ser decididamente una cuestión de fines, es porque estamos ante la configuración de un ecosistema comunicativo conformado no sólo por nuevas máquinas o medios, sino lenguajes, sensibilidades, saberes y escrituras.” (2002: 5).
Esta nueva manera estar-ser-hacer en el mundo, se vincula, como señala Levis (2007), con una in-evolución de la civilización contemporánea que incita cada vez más a repartirse, a diseminarse, a delegarse, a hacerse representar. Pero también, debemos agregar que el mundo actual nos lleva a relegarnos, a permanecer en el consumo, a atomizarnos y en la vorágine y vértigo diario; inventar una historia para vivirla en la virtualidad narrándola a posibles ilimitados receptores como un modo de supervivencia posmoderna ante la angustia de la ciudad actual.
Destaca Teresa Quiroz, que en los espacios virtuales, el sujeto ”puede tomarse la libertad de asumir personajes creados por cada uno, vincularse con gente diferente, de lugares muy alejados, establecer nuevas comunidades virtuales, superar la barrera física de las relaciones.” (Teresa Quiroz, 2007: 330).

2.- El tecnomundo: la lógica de hacer, la lógica del poseer, la lógica de inventarse

Hace algún tiempo nos comentaban con gran aspaviento un espacio en la red, llamado Second Life, donde se representaba un lugar de la realidad con buena parte de los dispositivos de la vida cotidiana, pero donde se privilegiaban los siguientes elementos:
1.- La posibilidad (y necesidad) de comprar y poseer bienes: casas, hoteles, automóviles etc. Mediante un dinero virtual, que también puede comprarse de manera real con dólares, puedes hacerte dueño de una o más propiedades.
2.- La necesidad de tener bienes en Second Life, donde debe comprarse incluso la ropa, te permite tener una cierta ubicación en la escala social del lugar y por tanto,
3.- tener cierta clase social virtual que te permite acceder a lo que existe en este tecnomundo. Si no tienes dinero, entonces te encuentras fuera de todo.
Toda una reescritura de la sociedad del poseer, del hacer y del tener, que constituye el núcleo energético de la cultura occidental. Tal como escribe Abel Posse en su novela Daimón, somos una cultura del hacer y somos una cultura que de tanto buscar hacer, termina por estar enemistados con el tiempo, que se diluye como en las pinturas de Dalí. Un mundo veloz, que exige a los sujetos la instantaneidad.
Pensamos que el ejemplo de Second Life habla de una manera de reescribir la cultura occidental. Todo un mundo del consumo y de posibilidades de operar en este mediante la más pura lógica del capitalismo avanzado descrito por Jameson (1995).
En esta medida, pensamos que en el nuevo orden virtual se vislumbran una serie de problemáticas entre las que cabe preguntarse por cuestiones relacionadas con el nuevo orden geopolítico, las problemáticas del control, los problemas de una identidad cada vez más difusa y en movimiento, un archivo de la memoria a descolonizar y muchas otras cuestiones que es necesario tener en cuenta desde la investigación en comunicación.
Pero en la puntualidad que nos exige este trabajo, nos gustaría reflexionar sobre un dispositivo particular y que es especialmente llamativo en cuanto a su proliferación de sitios, el Fotolog.
¿Pero qué ocurre de especialmente llamativo en el Fotolog? Leyla Vera (2007) vislumbra en este dispositivo de la virtualidad problemas identitarios. Se trata de una identidad que al menos en los jóvenes pareciera reconocerse en construcción y experimentación constante. Incluso más que hace unos años, los jóvenes chilenos se reconocen sujetos de lo pasajero, de lo experimental.
Llamativo, en este punto, es el reciente caso de jóvenes chilenos sorprendidos teniendo sexo en una plaza pública y que fue reproducido en Internet, este panóptico virtual que hace recorrer las imágenes en el mundo entero.
Lo llamativo en este caso, que tiene, por cierto, que ver con imágenes en la red, es la sobredimensión del sistema educativo, el que expulsó a la niña por considerarla fuera del canon de lo moralmente correcto. Con esto se reafirma, de paso, como en toda sociedad “la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por un cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar los poderes y peligros” (Foucault 1992: 5)
Esto nos hace reflexionar en las posibilidades y problemáticas que se abren con esta profusión de la imagen en los medios virtuales actuales. Con este canibalismo de imágenes que consumimos, pero que tal como señala Rodrigo Browne siguiendo a Baitello Junior, nos consumen también a nosotros mismos.
Con el uso del Fotolog, espacio donde mayoritariamente los jóvenes suben sus fotografías para ser expuestas en una cadena hipertextual teóricamente ilimitada o circunscrita a los usuarios de la red, no tan sólo las imágenes se vuelven superficiales, sino también las relaciones de amistad, las relaciones amorosas, que adquieren esta connotación de lo pasajero de la cultura post, en la que pareciera avanzarse en Chile.

3.- La imagen, Iconofagias de la vida cotidiana.

Realicemos un breve ejercicio de memoria: el cuadro es la siguiente: estamos en compañía de nuestros abuelos e incluso padres, y el evento que nos reúne es un bautizo o el compromiso de nuestro hermano, que por fin contraerá matrimonio. El rito de este encuentro consistiría en compartir un momento, conversar de la familia, y luego, en un momento posterior de nostalgia ante la vida pasada, la revisión de nuestro álbum de fotografías.
En los buenos álbunes, la organización sintagmática consiste en la exposición-reconstrucción de la vida familiar y/o personal. Se trata de un ritual familiar significativo, por cuanto constituye un espacio de comunicación de los espacios de vida privada al interlocutor en un acto de confianza.
Todo un rito en torno a las imágenes, que son espacios de la memoria donde nos renocemos a nosotros mismos y que hablan sobre nosotros, en un espacio que Marc Auge (2004) llamaría, propiamente del Lugar.
¿Pero qué ocurre con el Fotolog? Los cambios son significativos en cuanto, primero, al sentido del ritual de privacidad que el anterior álbum implicaba. Asistimos a la proliferación de la imagen. Este cambio tiene al menos dos niveles:
a) Una pérdida del valor ritual de la imagen. Esta se vive no como un evento significativo en la reconstrucción de la memoria del sujeto, sino que se asiste a la necesidad compulsiva de vivir en la fotografía y luego, en una reliquidación, el sujeto se reduce a su propia imagen. Se asiste a una reducción del sujeto ontológico en un simulacro de sujeto en sentido de Baudrillard.
b) Debido a lo anterior estamos en presencia, en sentido benjamiano, de la pérdida de “cierta aura” que poseía la imagen y que suponía incluso un evento significativo la toma de fotografía, como un acto de performance ritual. Es posible constatar, en este sentido, que existe también una pérdida en la calidad de la fotografía en su aspecto técnico. La miniaturización de la tecnología permite que la fotografía hoy se tome en cualquier lugar y cualquier evento. Por otro lado, relacionado con la omnipresencia, toda fotografía es exponible hoy, lo que supone un desplazamiento de lo público y lo privado como categorías caducas. Esto es observable de manera paradigmática en el Fotolog, donde no importa qué fotografía exponer, la cuestión es hacerse parte de este juego de imágenes.
Ya no se trata de la clásica cultura audiovisual, donde una imagen vale más que mil palabras. Es el paso de una cultura de la contemplación de imágenes a una de vida en lo visual. La proliferación de imágenes ha producido un efecto similar al del exceso de información que produce desinformación. Este fenómeno socioaudiovisual puede ser considerado como la crisis de la imagen y el placer ante la propia imagen (narcisismo) que se replica de manera infinita en un mundo de espejos múltiples que hace rebotar la imagen una y otra vez en una superficialidad agobiante. (Giannetti, 2001: 153)
Parafraseando a Flusser cada vez nos importa menos poseer cosas y hay un creciente interés de consumir informaciones y, en este fenómeno particular, imágenes que de tanto proliferar nos consumen.
Señala Claudia Giannetti (2001) que autores como Flusser plantean que los seres humanos vivimos no exclusivamente en el lenguaje, sino sobre todo en las imágenes. Esto cobra pleno sentido en el Fotolog, donde los usuarios se construyen asímismo desde la imagen y existen en la imagen y para la imagen.
Pensamos que el fenómeno de proliferación de este tipo de espacios abre una necesaria reflexión sobre la propia imagen y su naturaleza icónica. La exposición múltiple y en cadenas hipertextuales arroja un proceso de iconofagia como el señalado por Baitello Junior (2007), Browne (2006) en el sentido de cuerpos devorando de manera frenética imágenes.
Eduardo Subirats señala, por su parte, que existe un canabilismo en las sociedades capitalistas cuyos extremos se dan cuando las sociedades contemporáneas y quienes las componen no sólo se alimentan de imágenes, sino que ellas, patológicamente, pueden, en este ejercicio simbólico-deglutorio, alimentarse de quienes habitan dichas comunidades. (Browne, 2006: 47)
Por su parte, Silva Echeto (2003) hablando de la proliferación de las imágenes en la sociedad actual señala que estamos ante la presencia de simulacros, tal como los percibe Baudrillard. Las tecno-imágenes hacen vivir a los sujetos, o más bien los atrapan, en una serie de pulsos binarios de 0 y 1, tal como poetiza la canción del grupo mexicano Café Tacuba que lleva por nombre precisamente Cero y Uno, y que habla del precario conocimiento que tenemos del otro tras la pantalla.
Baladrón (2000) señala que la sobredosis de imágenes en la sociedad actual intensifica los procesos y un acto terrible como la muerte de una adolescente se convierte, de pronto, en una sucesión de imágenes vestigio de un cuerpo ausente y siempre ausente. Un simulacro también de la muerte. Recordemos, en este punto, el caso de la joven chilena de 17 años que murió de anorexia y quien expuso su proceso fatal en su Fotolog.
“La sobredosis imaginal está ligada a la segunda de las circunstancias agravantes: la creciente iconofagia de la sociedad. En la actualidad, el consumo de imágenes es la principal vía que se le presenta a los individuos para la obtención de información sobre el entorno y para la integración social.” (Baladrón, 2000: 39)
El Fotolog presenta las características de una cultura que vive con el vértigo, que ya no presenta en las fotografías, como el antiguo álbum, una representación de la vida del sujeto, sino una espectacularización del sujeto. El paso, como señala Imbert (2002, 2004), a un espectáculo de segundo grado, que será ahora un espectáculo del espectáculo, una inflación de las formas y un vaciamiento de los contenidos. De este modo estamos ante la presencia de superficialidades de (in)comunicaciones, de fantasmagorías de la vida cotidiana.

4.- Hipervisualidades: las (in)comunicaciones de nuestro tiempo

Estamos en lo espectral, en lo fantasmal. ¿Pero cuáles son las características del Fotolog que lo convierten en un signo de lo hipervisual, de lo iconofágico de nuestro tiempo?:
a) Una mostración impúdica, tal como señala Imbert (2002, 2004) en Hipervisualidad, una carencia del silencio. En esto cabe recordar como Morris Berman en su texto El Reencantamiento del Mundo, pone en evidencia cómo el silencio se encuentra ausente en la cultura occidental, la que en su juicio, tiene un exceso de palabra. Hoy más bien, estamos en presencia del exceso de imágenes, una excretación de imágenes producto de una cultura de la superabundancia. Una imposibilidad del secreto, un obsceno mundo en términos de Baudrillard.
b) Se evidencia, en el Fotolog, un dispositivo donde las fotografías se despliegan de manera impúdica y con la imagen como algo omnipresente. Una imagen saliendo de la ducha, acostándose, caminando, en la fiesta del fin de semana, en las más insólitas situaciones.
Ahora bien, esta hipervisualidad pareciera ser un signo distintivo de nuestro tiempo, pero habría que destacar el carácter patológico de esta condición. Este mismo rasgo se manifiesta en la televisión, también llamada neotelevisión, donde se pone en juego la omnipresencia de las cámaras en todo lugar. Una situación que ha sido posibilitada por la miniaturización de la tecnología, por un lado, y por un profundo cambio cultural donde los sujetos espectadores son incorporados al engranaje espectacular. Creemos, que este cambio también precisa una reflexión teórica que plantee una economía política de la propia imagen.
En definitiva, este dispositivo que hace vivir de imágenes y en cual el sujeto termina reducido en una nulodimensión, como diría Browne y Silva (2007) presenta una serie de problemas entre los que podemos discutir el propio estatuto de la imagen, y su valor en una sociedad que como explica Augé, genera esa sensación de inmediatez, velocidad, fugacidad e incorporeidad del no lugar. Una sociedad de lo hipervisual, dirá Imbert, una sociedad donde la comunicación debe ser un espacio de reflexión.

5.- Conclusiones

Este trabajo ha buscado abrir una reflexión, a través de un espacio particular de la red, el Fotolog, En esta medida, pueden obtenerse conclusiones de tipo general y particular.
i) en lo general, se vislumbra una fuerte problematización de Internet como un espacio de conflicto. De tierras prometidas relacionadas con la participación, desarrollo, educación, comunicación. Se la tecno-predica como la mágica solución a los problemas de democratización y desarrollo, sobre todo. En este sentido, la teoría, desde las comunicaciones, debe avanzar en camino de una perspectiva crítica que dé cuenta, por un lado, de los cambios producidos en estos nuevos espacios de comunicación a nivel de las estructuras y también de la mercantilización y politización de dichos espacios.
ii) En estas nuevas modalidades de comunicación, El Fotolog, espacio ampliamente utilizado en la red, que en Chile tiene más de un millón adeptos, y en el que los usuarios suben a la red sus fotografías personales, permite observar el fenómeno iconofàgico e hipersivual de la cultura actual. Esto se hace patente, en el aumento vertiginoso de imágenes, las que en el Fotolog, se van subiendo de manera impúdica y frenética para que otros usuarios las comenten y a su vez se animen a subir más fotografías suyas en una espiral que hace vivir a los sujetos en y para la fotografía.
Se observa como este espacio, propio de una cultura hipervisual y sobrecargada de imágenes, no hace más que mostrar una carencia. En esto, es necesario hacer el parangón con el exceso de información de la cultura actual, el que trae consigo paradojálmente menos información y más (in) comunicación. Pareciera que la fotografía actual, de tanto consumirla, nos consume a nosotros mismos y la cultura de tanto excretar imágenes se está transformando en ellas, no sin cierto dejo de superficialidad, velocidad, intantaneidad, propia de la cultura postmoderna.

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