Reseñas y Recensiones - Revista F@ro Nº 9

El libro negro del periodismo chileno

Felip Gascón i Martín
fgascon@upla.cl
Universidad de Playa Ancha (Chile)

 

Lagos, Claudia [edit.] (2009).
El diario de Agustín. Cinco estudios de casos sobre El Mercurio y los derechos humanos (1973-1990).
Autores: Paulette Dougnac, Elizabeth Harries, Claudio Salinas, Hans Stange y María José Vilches.
Santiago: Lom Ediciones, 2009. 380 pp.: 14 x 21.5 cm. (Colección Nuevo Periodismo).
ISBN: 978-956-00-0063-7

Presentar el libro "El Diario de Agustín", en el que tan tenazmente trabajaron Claudia Lagos, editora y coordinadora del taller de tesistas homónimo del Instituto de Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, integrado por Paulette Dougnac, Elizabeth Harries, Claudio Salinas, Hans Stange y María José Vilches, es descubrir algunas de las páginas del libro negro de la prensa en Chile. Contando, además, con la puesta en escena del documental de Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, acicate testimonial que desencadena la fuerza del imaginario colectivo en torno a aquella célebre frase "El Mercurio miente", con la que los jóvenes estudiantes de la Pontificia Universidad Católica desenmascaraban el propósito manipulador del diario frente a las demandas de Reforma Universitaria que impulsaba el movimiento estudiantil a fines de los años '60.

Mercurio y plomo, mezcla venenosa de metales, matrices y heridas simbólicas con que se reproduce parte de una historia sin fin... y sin principios, la del exterminio de un supuesto enemigo interno: el fantasma de la libertad... de expresión.

Bajo la doctrina de la Seguridad Nacional con que EE.UU. y su Escuela de las Américas emprendieron una anti-revolucionaria campaña de alfabetización en inteligencia militar, la asociación entre prensa y propaganda, modela a este diario de referencia dominante (Imbert & Vidal Beneyto, 1986) en uno de los objetos de estudio de mayor atracción para los investigadores y estudiantes de todas las épocas, avocados a analizar las nefastas consecuencias sociales de una sociología de la producción del discurso ideológico en la prensa chilena. Desinformación, campañas encubiertas, estereotipos, exclusiones, falta a la ética, censura, autocensura, atentados al derecho a la comunicación y a los derechos humanos, son sólo algunas de las temáticas objeto de esta investigación.

Abordando una historia instrumentalizada, como se demuestra en esta y en tantas otras investigaciones, por la concertación de diversos servicios de inteligencia que, desde fines de los años '60 hasta principios de los '90, convirtieron a Chile en un laboratorio de estrategias y tácticas discursivas desestabilizadoras, contrarevolucionarias, golpistas, propagandistas y, en fin, de una guerra psicológica diseñada para justificar el miedo y la violencia como un rito fundacional necesario para extirpar el "cáncer marxista", dicho en los términos de la dictadura militar, de las matrices de pensamiento y acción de la sociedad chilena.

En efecto, durante el gobierno de Richard Nixon, la CIA, a través del denominado Comité de los 40, desarrolló una serie de estrategias de inteligencia con la finalidad de impedir primero el triunfo de la Unidad Popular y, posteriormente a la elección del 24 de octubre de 1970, hacer inviable el gobierno de Salvador Allende. Si bien eran conocidas las operaciones encubiertas de la CIA en Chile, desde el período de Eduardo Frei Montalva, los cerca de 5.000 documentos desclasificados por el gobierno de Estados Unidos en julio de 1999, tras permanecer 30 años en absoluto secreto, revelan la magnitud de las operaciones de inteligencia realizadas a través de los medios de comunicación opositores, en particular a través del diario El Mercurio, durante los años 1969 a 1973.

Hernán Soto y Sergio Villegas (1999) comentan en otro texto necesario, a propósito del análisis de dichos documentos, que fue gracias al aporte de 700 mil dólares que la CIA entregó en 1971 a El Mercurio que el diario logró superar la crisis económica por la que atravesaba, para posteriormente ser objeto central del "mayor proyecto de propaganda apoyado por la CIA..." (Soto y Villegas, 1999: 190), invirtiendo en total más de un millón y medio de dólares, para producir material informativo que se distribuía a través de la cadena periodística de Agustín Edwards, junto a otros medios de comunicación opositores a la Unidad Popular, como también financiar la producción de estudios especiales sobre la situación interna de Chile. Entre las operaciones encubiertas se mencionan "apoyo a prensa clandestina; colocación de material noticioso a través de agentes; financiamiento de un pequeño diario; subsidio indirecto a Patria y Libertad (...), y programas de radio, avisos políticos y mítines políticos..." (Soto y Villegas, 1999: 186). Operaciones encubiertas amplificadas por su difusión en medios norteamericanos y europeos, con el fin de afectar la imagen internacional de Chile y legitimar el camino hacia el golpe militar de 1973.

Diversos testimonios reproducidos en los documentos desclasificados de la Casa Blanca (Kornbluh, 2003) describen cómo el apoyo financiero de la CIA le sirvió a El Mercurio para capear los graves problemas de mala administración por los que atravesaba. "Nuestro apoyo se debería entregar bajo la condición que El Mercurio ataque públicamente y en forma intensa los esfuerzos del gobierno de Allende por clausurarlos" (Lagos, 2009: 39).

Desde una posición ética, la investigación nos enfrenta a evidencias históricas difíciles de contrarrestar y resituar dentro de un sistema democrático. ¿Cómo legitimar el estatuto de credibilidad de un medio de comunicación como El Mercurio cuando se erige no sólo como triunfador de un enfrentamiento ideológico nacional, sino habiendo sido copartícipe de campañas encubiertas de inteligencia y asesor directo de un régimen de facto, rechazado internacionalmente por los crímenes de lesa humanidad cometidos?

Periodistas de carne y hueso

Como investigador uno podría aproximarse formalmente al libro desde el análisis de los métodos y técnicas utilizados. Pero resulta más importante recuperar la corporalidad de los sujetos involucrados tras el objeto discursivo. Dejar hablar tanto a quienes enunciaron la institucionalización del mito fundacional del régimen militar como a quienes fueron las víctimas de dicho ejercicio, al fin y al cabo, todos periodistas de carne y hueso.

Según el Informe sobre Prisión Política y Tortura (2004) "Entre 1973 y 1989, 23 periodistas fueron asesinados y/o desaparecidos y 230 fueron víctimas de prisión política y tortura" (p. 71). Sus testimonios o los de sus compañeros y compañeras que pudieron aportar información sobre su desaparición forzada tienen un lugar relevante en otro texto necesario, Morir es la noticia, investigación editada por Ernesto Carmona y el aporte de los 62 autores que constituyeron el Colectivo de la Escuela de Periodismo de la Universidad ARCIS[1].

Frente a esa incuestionable y dramática realidad, algunos de sus colegas de El Mercurio se justifican a lo largo de esta investigación periodística evidenciando las páginas negras de la sociología y la cultura profesional del periodismo chileno, sosteniendo que "por alguna razón misteriosa, uno no se enteró ni de la cuarta parte de las cosas que ocurrían. O no quiso enterarse, a lo mejor". Otros en un tono más dramático rasgan vestiduras al manifestar "qué horror, si hubiéramos sabido..." (p. 51). Sólo unos pocos han tenido la suficiente calidad humana para asumir sus responsabilidades éticas y morales, entre ellos Rachel Correa, Premio Nacional de Periodismo, quien reconoce: "Yo sufrí censura previa, censura póstuma y autocensura. Pero la autocensura es la peor de todas porque tú a veces te cuidas más allá de lo necesario" (pp. 73-74).

Una de las reporteras estrella del cuerpo Reportajes de El Mercurio, María Angélica de Luigi, quien también se retiró del diario como Rachel, sostiene que "los periodistas somos unos pobres asalariados, que tenemos hijos, que tenemos que llevarlos al colegio, que tenemos que llevarlos de vacaciones; tenemos que vivir. Pero yo asumo toda mi responsabilidad. Es el medio el que maneja toda la plata, El Mercurio es el inmoral. Pero yo también..." (p. 91). "Yo me arrepiento, fui muy inmoral, por ser periodista en un momento en que uno no era periodista, porque en el fondo no reporteaba lo que había que reportear" (p. 361).

Por su parte, Luis Alberto Ganderats, quien fue editor en el medio en difíciles momentos afirma que: "Uno no preguntó lo suficiente porque a uno no le interesó. Al menos si hubiéramos tenido interés periodístico nos habríamos enterado de muchas más cosas de las que ocurrieron y habríamos reaccionado mucho antes, con indignación" (p. 91).

Otro entrevistado, vinculado a la cobertura sobre casos de derechos humanos en el diario, que mantiene en reserva su identidad, sostiene que, en cualquier caso, los periodistas tenían el poder de las palabras. "No hay peor filtro que el filtro de la mente. Soy un convencido de que si nosotros hubiéramos asumido responsabilidades individuales respecto a la labor periodística, la historia habría sido distinta (...) Porque finalmente el responsable es el tipo que estuvo sentado frente a la pantalla o frente al papel escribiendo su nota. Y yo asumo lo mío: yo copiaba textuales los comunicados de la CNI. Los copiaba textuales, eso para mí era decencia con el lector: la CNI dijo, dos puntos" (p. 361).

Para el periodista de tribunales Pablo Honorato, sin embargo, todavía cabe una defensa desde una óptica distinta: "Yo no tendría por qué hacer un mea culpa (...) Yo reporteé lo que podía reportear; no podría hacer un mea culpa personal. Si es lo mismo que cuando Canal 13 se le ocurrió hacer ese mea culpa y se lo cargaron a Claudio Sánchez. ¡Es absurdo! Si Claudio era un periodista más que quedó como chivo expiatorio. Eso no puede ser; hay una responsabilidad de la sociedad entera, toda" (p. 93).

Estos y otros tantos fragmentos aún menos justificables de actores relevantes dentro del decano de la prensa, producto del centenar de entrevistas llevadas a cabo por el equipo investigador, son sólo un botón de muestra del miedo a reconocer que otros medios y periodistas sí se atrevieron a defender derechos y cumplir con deberes consustanciales a la labor del periodismo y a la ética personal y profesional. "Cuidado, aprensión, turbación, recelo, susto, terror, pánico, espanto. Todos sinónimos del miedo que enfrió las espaldas de miles de chilenos y chilenas entre 1973 y 1990. Miedo a perder el trabajo, a morir, a ser castigado, a perder amigos o familiares. Y los periodistas no escaparon a ello" (p. 71). Tampoco los que, pese a todos los miedos del miedo, evitaron sacarle el cuerpo al compromiso ético, a la defensa de la honestidad, de la verdad, a la protección de los indefensos, a la búsqueda de los hombres y mujeres detenidos, torturados, ultrajados, mutilados, desposeídos de una básica dignidad humana, hasta hacerlos desaparecer 1.197 veces, en el desierto, en el océano, en una fosa común, como NN. Guardo todavía en mi memoria las imágenes del horror, a los pocos años de llegado a Chile, cuando en una sesión especial de la Cámara de Diputados pude presenciar "la memoria a tajo abierto", la fosa común con los restos de los fusilados del campo de prisioneros de Pisagua. Hace ahora 19 años, la narración directa de uno de los sobrevivientes me conmovió, el Dr. Vladislav Kuzmicic, diputado por aquel entonces.

La economía política del olvido

Pero la maquinaria discursiva de El Mercurio sigue asumiendo una postura hegemónica y censuradora, particularmente en la defensa del grupo de interés que representa, negándose a asumir sus propias responsabilidades históricas en virtud de esa "verdad" que dice representar. Opinión similar expresan los documentalistas Ignacio Agüero y Fernando Villagrán, en respuesta a la información publicada por el matutino con motivo de la presentación de este libro, el pasado mes de mayo, en la Universidad de Chile, en la que se alude al mismo como "la expresión escrita de la campaña contra El Mercurio que el año pasado tomó forma por medio de un documental de cine de Ignacio Agüero". En una carta dirigida a Cristian Zegers, director actual del medio, le reprochan la actitud victimista frente a la cruel paradoja de que los hechos registrados por el documental y por el libro "son datos irrefutables de montajes en que participó El Mercurio asociados a la tortura y la muerte de chilenos y chilenas en tiempos de la dictadura militar" (The Clinic, 2009 [nº 295]: p. 14). Recuerdan también los cineastas que el crítico de cine Juan Pablo Vilches renunció a trabajar en el diario después que la dirección le censurara una columna referida al documental "planteando un conflicto ético que llevó posteriormente al Colegio de Periodistas a solidarizar con el profesional afectado" (ibídem).

Por ello, recobrar la memoria e imaginario de estos importantes olvidos resulta un ejercicio impostergable para un régimen verdaderamente democrático y respetuoso del derecho a la comunicación. Especialmente para recordar a quienes, entregados a las leyes del mercado y la competencia, impulsan hoy en día políticas liberales y pragmáticas en todo orden de cosas, pero particularmente en el sistema de comunicación y en el sistema educativo. Respecto del primero, baste recordar que de los 44 diarios afiliados a la Asociación Nacional de la Prensa (ANP), 27 de ellos (61,4%) están concentrados en sólo 3 empresas, el Grupo Edwards (El Mercurio, La Segunda y Las Últimas Noticias), el Grupo Saieh-Copesa (La Tercera y La Cuarta) y el estatal La Nación, cadenas nacionales de muy distinta magnitud, mientras que los 17 restantes (38,6%) pertenecen a empresas independientes (Secretaría de Comunicaciones, 2008).

Considerando exclusivamente los diarios regionales (36), el 58,3% de ellos pertenece a un solo grupo, Edwards, que controla un cuasi-monopolio a través de los 21 diarios que conforman su cadena de Diarios Regionales, frente a 15 (41,7%) diarios independientes. No resulta curioso, que sea el Estado de este "régimen democrático" uno de los clientes más importantes en el número de suscripciones a los diarios del grupo Edwards, como tampoco en inversión publicitaria en una sociedad periodística que concentra el 53% de la inserción publicitaria total en la prensa chilena (Mega Time, 2006; cit. Dittus, 2008: pp. 275).

El discurso de derechos humanos de El Mercurio

Como enunciábamos al principio de esta recensión, El diario de Agustín viene a sumarse a una larga lista de investigaciones que han focalizado como objeto de estudio el análisis de discurso de un medio conservador por excelencia. Desde los trabajos de Armand y Michele Mattelart[2], Mabel Piccini[3], Fernando Ossandón[4], Guillermo Sunkel[5], Patricio Donner[6], Jorge Alvear[7], Angel Soto[8], Claudio Durán[9], Cristián Garay y Karin Willicke[10], entre muchas otras investigaciones de tesis de pre y posgrado en comunicaciones y otras especialidades de las ciencias sociales, que han puesto el acento en ese modelo discursivo de referencia dominante. Particularmente quisiera mencionar la realizada por Ricardo Berasain y Boris González López (2001), estudiantes de Periodismo de la Universidad de Playa Ancha, que investigaron bajo mi guía la mediación de El Mercurio y La Tercera en cuatro casos relacionados con detenidos desaparecidos, en el período 1990 a 2000, como parte de los conflictos sociales de la transición chilena.

Algunos de los rasgos que caracterizan las estrategias discursivas analizadas por los cinco estudios de casos sobre derechos humanos en el libro, destacan la calidad de El Mercurio como asesor, ministro de fe y relacionador público de la dictadura, mediando como principal propagador de la retórica militar y de sus estereotipos mesiánicos y fundacionales. La uniformidad discursiva, la no acreditación de firma, la no atribución de fuentes o la fuente única oficial, las supuestas evidencias no corroboradas, ¿la autocensura? Pero como afirma Claudio Salinas, uno de los autores del libro, refiriéndose al "Plan Z" "Cómo podría haber censura sobre un tema que no interesa silenciar, sobre un tema que se necesita divulgar? ¿Cómo puede haber censura en un caso que necesita ser instalado como verdad en la opinión de una nación? (...) más bien se hace necesario desatar todos los mecanismos que posee un diario para instalar en la agenda política un tema (...) [y poder] exhibir las "pruebas" que den cuenta de la veracidad del plan" (pp. 149-150).

La adjetivación es otra de las fórmulas retóricas para deshumanizar el discurso sobre los derechos humanos en las páginas del matutino. Las apelaciones a jerarcas, marxistas, miristas, violentistas, extremistas, terroristas, traidores, clandestinos, presuntos detenidos desaparecidos, los enemigos de Chile, infiltrados del marxismo internacional. O la referencia a las 119 personas ejecutadas usando términos como "eliminación", "venganza", "liquidación inmediata y artera del rival"...

Pero dejemos que sean los lectores quienes sigan descubriendo este documento excepcional que enriquece la historiografía medial y, particularmente, profundiza en un área todavía incipiente en Chile, respecto de la sociología profesional y de la producción periodística.

Sólo me cabe una reflexión final dirigida principalmente a los jóvenes periodistas y a quienes se están formando como los comunicadores que Chile necesita para profundizar la democracia en el sistema nacional de comunicaciones. En primer lugar para interrogarnos sobre la posición que ocupan los y las periodistas en la construcción de la historia del presente y en la reinterpretación del pasado, considerando particularmente el significado de nuestros olvidos, silencios, omisiones, parcialidades y exclusiones, sin olvidar que nuestro estatuto de legitimad profesional se funda en la defensa de un derecho que no nos pertenece en forma exclusiva, sino es en representación del conjunto de la sociedad: el derecho a una comunicación veraz, pertinente, inclusiva, plural y éticamente responsable. Responsable con nuestra conciencia, en primer lugar, pues los conflictos éticos deben comprometer nuestra reflexión crítica entre distintas dimensiones deontológicas: la ética personal, la ética social, la ética profesional y la ética medial. Está claro que los dilemas éticos no son teóricos o pre-conceptuales, sino como diría Francisco Varela (2002), la ética es una competencia de la acción, del aquí y el ahora, una microfísica de nuestro poder encarnada en el ser ético desde el desarrollo de una "conciencia inteligente", caracterizada por nuestra flexibilidad de adaptación, pragmática y progresiva. Tal vez se trata más de un ejercicio de deconstrucción, de desaprender haciendo comunicación, despojándonos de prejuicios, estereotipos, formatos y rutinas profesionales en nuestra interacción con la vida social.

Si de lo que se trata es de reconocer a la comunicación como un derecho humano fundamental, entonces revisemos nuestro quehacer día a día, a la luz de nuestras prácticas y de una conciencia clara de estar contribuyendo a la construcción de un mundo más humano. Para ello, los periodistas reivindicamos el reconocimiento de la cláusula de conciencia y reclamamos del Estado, con suma urgencia, contar con el Estatuto del Periodista como garantía de un proceso de democratización de las redacciones y de los medios, en general, en defensa de este bien de interés público que es la comunicación. Comunicación que ha de estar basada en la legitimidad de un estatuto ético de credibilidad.

Referencias Bibliográficas

Berasain Zavala, Ricardo; y González López, Boris (2001). La mediación de la prensa en los conflictos sociales de la Transición chilena: un acercamiento a las estrategias de dos medios en cuatro casos relacionados con detenidos desaparecidos entre 1990 y 2000. Valparaíso: Universidad de Playa Ancha. Tesis de Licenciatura en Comunicación Social.

Dittus, Rubén (2008). Cartografía de los Estudios Mediales en Chile. Concepción: Universidad Católica de la Santísima Concepción.

Kornbluh, Peter (2000). El régimen de Pinochet. Santiago: Sudamericana.

Imbert, Gérard y Vidal Beneyto, José [coord.] (1986). El País o la referencia dominante. Barcelona: Mitre.

Secretaría de Comunicaciones (2008). Comunicación Regional y Local. Balance y perspectivas del Fondo de Medios de Comunicación Social, Regional, Provincial y Comunal 2001-2007. Santiago: Secretaría de Comunicaciones.

Soto, Hernán y Villegas, Sergio (1999). Archivos secretos. Documentos desclasificados de la CIA. Santiago: LOM, Colección Septiembre.

The Clinic (2009). "El Mercurio se puso histérico: acusa que lo persiguen". Santiago: The Clinic, nº 295, p. 14.

VARELA, Francisco J. (2002) La habilidad ética. Barcelona: Debate.


[1]   El libro en versión digital puede ser descargado de la página de Ernesto Carmona: http://www.derechos.org/nizkor/chile/libros/reporter/index.html. También ser recomienda visitar el blog "Periodistas en Guerra" http://periodistasenguerra.blogspot.com/2005/10/morir-es-la-noticia-libro-digital.html

[2]   Mattelart, Armand & Mattelart, Michèle (1968). La mujer chilena en una nueva sociedad, un estudio exploratorio acerca de la situación e imagen de la mujer en Chile. Santiago: Pacífico, [traduc. Isabel Budge de Ducci]. Mattelart, Armand & Michèle Mattelart (1970). Juventud chilena, rebeldía y conformismo. Santiago: Universitaria.

[3]   Mattelart, Armand, Mattelart, Michèle & Piccini, Mabel (1970). Los medios de comunicación de masas. La ideología de la prensa liberal, Cuadernos de la Realidad Nacional, Santiago de Chile 1970.

[4]   Ossandón, Fernando (1986). "El Mercurio" y la represión, 1973-1978. En: Fernando Reyes Matta, Carlos Ruiz y Guillermo Sunkel [edit]. Investigaciones sobre la prensa en Chile (1974-1984). Santiago.

[5]   Sunkel, Guillermo (1986). El Mercurio como medio de educación política-ideológica (1969-1979). En: Fernando Reyes Matta et ali [edit]. Investigación sobre la prensa en Chile (1974-1984). Santiago.

[6]   Dooner, Patricio (1989). Periodismo y Política. La prensa de derecha e izquierda (1970-73). Santiago: Andante.

[7]   Alvear Urrutia, Jorge (1987). La verdad sobre El Mercurio. Santiago: Editorial Universitaria.

[8]   Soto, Ángel (1995). El Mercurio y la difusión del pensamiento político económico liberal 1955-

  1970. Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2003; 1ª edición, 1995.

[9]   Durán, Claudio (1982). El Mercurio contra la Unidad Popular. Un ejemplo de propaganda de agitación en los años 1972 y 1973. En: revista Araucaria (diciembre de 1982). Durán, Claudio y Ruiz, Carlos, «La ideología de El Mercurio y la política de la oposición », en Revista de la Universidad Técnica del Estado, volumen especial N 13/14 (marzo-junio 1973).

[10] Garay, Cristian y Wuillicke, Karin (2007). El Mercurio y el 11 de septiembre del 73. Revista Universum nº 22, Vol. 1. Talca: Universidad de Talca.