Revista F@ro Nº 7 - Estudios

Epistemología dialéctica de la comunicación
Sobre la importancia de la reflexión epistemológica
en los estudios de comunicación social

Verónica Vidarte Asorey *
vidarteasorey@yahoo.com.ar
Universidad Nacional de la Plata - Argentina
Recibido: 13 de abril de 2008
Aprobado: 10 de agosto de 2008
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Resumen: Este artículo se escribe en el proyecto “Buenos Aires Penas y Olvido. La exclusión territorial en el Área Metropolitana”, en el que se analizan problemáticas comunicacionales / culturales, propias del fenómeno de la pobreza urbana en Latinoamérica. Los estudios de casos se realizan en villas y asentamientos del Área Metropolitana de Buenos Aires.

En el contexto de este trabajo se advirtió la relevancia de situar al fenómeno de la territorialización de la exclusión en su carácter eminentemente global/globalizado; que invita a reflexionar sobre los nuevos objetos de las ciencias sociales y los modos de investigarlos. Así, en el artículo se desarrollan planteos epistemológicos significativos para pensar los estudios científicos en comunicación social; en el marco de crisis de la Modernidad y de la ciencia positivista.

Palabras Clave: Epistemología / Dialéctica / Comunicación / Cultura

Abstract: This article belongs to a project called “ Buenos Aires , Sorrows and Forgettings: The Territorial Exclusion in the AMBA”, and it attempts at analyzing communicational and cultural problems which are very common of the city poverty in Latino America .

This work suggests placing this social phenomenon of territorial social exclusion in its global and globalized context. It also makes us reflect on the new objects of study in social science, and the appropriate methodology to research on them. Finally, the article develops epistemological insights which are meaningful to scientific research on social communication in the context of the crisis of modernity and the positivist science

Keywords: Epistemology / Dialectic / Communication / Culture

Introducción, claves de lectura

Mientras que en los comienzos del campo de los estudios de comunicación, las investigaciones abordaban sólo fenómenos vinculados a los medios masivos de comunicación, a partir de la década del 60 las perspectivas y los objetos comenzaron a ampliarse -con la incorporación de la teoría crítica de la escuela de Francfort, los Estudios Culturales ingleses y las posteriores fusiones con la semiótica y la antropología-.

Así, la investigación científica en comunicación afronta, de manera creciente, nuevos desafíos. Esto se observa con fuerza en la multiplicidad de temas que se abordan, las originales maneras de focalizar problemas y estructurar procesos, así como en los modos de comunicabilidad y transferencia de los trabajos 1. Estas características de la producción de conocimiento en nuestro campo van de la mano de las nuevas políticas científicas universitarias que actualmente en Latinoamérica postulan, de forma casi unánime, a la comunicación social desde una perspectiva transdisciplinaria.

Pero este proceso de cambio, no se corresponde en su magnitud con reflexiones de fondo sobre el carácter epistemológico de la comunicación social (Vasallo de López, 1999), como macroobjeto de nuestros estudios. Es decir, frente a los nuevos desafíos descriptos que abordan las investigaciones en comunicación, habitualmente encontramos marcos teóricos y metodológicos que se dan de patadas entre sí (Wainerman y Sautu, 1997) que se parecen más a una lista bibliográfica o a un punteo de nociones, que a la caracterización del objeto / fenómeno y la reflexión sobre el modo de abordarlo.

En este sentido, la propuesta de este artículo es aportar un enfoque dialéctico que permita analizar los estudios de comunicación en el actual marco de crisis de la Modernidad y de la ciencia positivista. Así, reflexionaremos sobre la emergencia de la transdisciplinariedad y el paradigma de la complejidad en la teoría social -entendiéndolos como respuesta emergente de la crisis en las ciencias sociales-; al tiempo que se intentará señalar algunas nociones centrales para la investigación científica el campo de la comunicación: la definición de comunicación social, y de dos conceptos clave para pensar el tema, cultura y ciencia.

Conocimiento, creencia y criterios de verdad a lo largo de la historia

Comencemos por definir el conocimiento desde una perspectiva dialéctica 2: como lo señala Charles S. Peirce (desde el pragmatismo) el conocimiento es una función de la vida. Esa función es denominada por Piaget como función de autorregulación (Piaget, 1970). Así, el conocimiento es una función que le sirve al ser viviente para anoticiarse de lo externo, autoregularse y poder continuar su proyecto vital. Por esto, a diferencia de lo que muchas veces se cree, el conocimiento no tiene relación directa con la realidad o la verdad sino con el equilibrio de los sistemas organizados de los vivientes.

De entre todos los vivientes, los humanos son quienes desarrollan los sistemas de organización más complejos, ya que a falta de otras aptitudes individuales que regulen su supervivencia, la especie humana posee la capacidad de construir sistemas simbólicos en el marco de la socialización (comunidad organizada) para relacionarse con el ambiente.

Entonces estos sistemas son cambiantes en tanto cambian las necesidades de adaptación. Los cambios en la organización humana –familia, clan, tribu, o comunidad por ejemplo- responden al proceso de autorregulación del proyecto vital de la especie humana. Sus movimientos ocurren dialécticamente; es decir, no se pierde una organización sino que el nivel anterior se suprime en su autonomía pero se conserva como la base de un nivel superior que le permite volver a regularse. Así, la organización comunitaria contiene, en su génesis, la organización clánica y ésta, a su vez, la organización familiar.

El movimiento dialéctico ( supresión/ conservación/ superación/ regulación) se define por el concepto de recaída en la inmediatez (Samaja, 2006), que señala que cuando la transición a un nivel superior de organización se cumple se produce un borramiento de la génesis, se olvida el proceso y el resultado se instala como “ingénito” o no mediado, se deshistoriza o naturaliza. Pero la génesis siempre pugna por reaparecer y genera otra vez el conflicto, así vuelve a actuar el proceso de autorregulación, que cuando llega al equilibrio recae nuevamente en la inmediatez.

El proyecto de vida organizado de los seres humanos se va complejizando progresivamente a lo largo de su historia, y a los distintos estadios de organización le corresponden también distintas formas de conocer, lo que Charles Peirce denomina métodos para fijar creencias (Peirce, 1987).

Al primer nivel de organización, el del sistema que regula el proyecto individual, se le asocia el modo de conocer relacionado a la intuición, también denominado método de la Tenacidad (Samaja: 2006). Este método tiene que ver con el conocer por la experiencia directa, ver para creer. Por ejemplo: el sujeto tiene frío y desea sentir calor, para satisfacer su deseo se acerca demasiado al fuego y se quema; así se anoticia, y a partir de ahí conoce que acercarse al fuego es bueno para combatir la sensación de frío, pero tocarlo es peligroso pues puede complicar o anular su proyecto de vida, entonces se autorregula y aprende a manipularlo.

Luego, los humanos comienzan a organizarse en comunidades primitivas. Este estadio se caracteriza por la incorporación del lenguaje, que también responde a una necesidad vital: la de comunicarse con el otro. La forma de conocer en este período está asociada a lo tradicional, y el método se denomina de la Tradición o de la Autoridad, y está consecuentemente muy vinculado con la aparición del lenguaje.

Más allá de la experiencia directa e individual comienza la experiencia comunitaria, que implica la comunicación entre quienes constituyen la comunidad, sus antepasados y sus descendientes, y la sanción de la comunidad para aquel que no actúa de acuerdo a la creencia de la Autoridad; ya que la tradición muestra que haciéndolo provocará un mal al proyecto vital del grupo. La sanción es también una condición necesaria para la existencia de semiosis, es decir de cultura.

A diferencia de las comunidades animales, la comunidad humana se rige por la autoridad ausente, y a partir de los rituales se regulan u organizan las luchas individuales que comienzan a adquirir un sentido que construye y sostiene la tradición de la comunidad. La lógica es la siguiente: aquel que no cumpliera con los sacrificios ofrendados a los dioses provocaría su ira y ésta se desataría sobre toda la comunidad y no sobre el individuo, por eso debe ser sancionado para evitar el mal común presente o futuro.

En la revolución neolítica, la humanidad comienza a manejar la agricultura y la ganadería en el ámbito comunal. A partir de la posibilidad de almacenar alimento aparecen nuevas figuras como la propiedad privada, los que tienen más y los que tienen menos, el excedente económico, la deuda que hace posible la esclavitud y, finalmente la plusvalía.

Siempre las crisis en una organización del sistema vital provocan luchas que funcionan como disparadores de nuevas organizaciones. En este caso, estaban frente a una amenaza externa –la guerra entre comunidades- y una interna –la guerra intracomunitaria- y sobrevivirían las tribus que para continuar con el proyecto vital de la humanidad incorporaran formas de organización superiores. Así aparece el Estado 3.

En la organización estatal se condonan las deudas, se desarma a la comunidad, y se pacifica por medio de una ley suprema que regula el resto de las reglas (que a su vez se desprenderán de ésta por medio de procesos lógicos). La ley suprema regula los conflictos internos de la comunidad –que ya es la polis- y queda solo un grupo armado encargado de la defensa, que está supeditado a las decisiones de un grupo de representantes encargado de la función legislativa.

La nueva organización interna fortalece la organización comunal y le da poder para luchar contra las amenazas externas. Respecto a la dimensión simbólica, la dialéctica entre lo interno y lo externo genera un estilo de organización: el debate, y con él cobra gran importancia la registración basada en la capacidad de representación hegemonizada por la escritura.

Modernidad y Ciencia: Crisis de los sistemas de organización

Para no abundar en descripciones que ya han sido bastamente trabajadas, acordemos –por medio de este pequeño resumen- las líneas generales de la dialéctica histórica que caracterizan a la Modernidad como período diferencial de la cultura humana 4.

En el mundo premoderno, digamos por poner hitos (siempre algo caprichosos para describir procesos) desde las primeras organizaciones estatales en la Mesopotamia (aprox. A partir del 5.000 A de C); pasó a ser un Estado el que regulaba el intercambio económico proveniente del excedente generado -en principio por la agricultura y la ganadería, y luego por el comercio-. Es decir, las sociedades asumían, fueran o no privilegiadas por este tipo de organización, a los Estados como ente poseedor del poder supremo. La organización se definía por la estructura estatal, tanto cuando la legitimidad la daban los embriones democráticos de las Ciudades-Estado en Grecia Antigua, tanto cuando la daba el poder divino por intermedio de sus representantes en las monarquías.

La organización estatal trae una nueva manera de valorar la producción de conocimiento que se asocia al método para fijar creencias llamado metafísico o de los Primeros Principios. Según este modo de conocer –de producir, reproducir y usar el conocimiento-, una pauta social o creencia se convierte en verdad cuando frente a otras creencias se legitima porque es la más congruente con los principios fundamentales de la sociedad. Este método se asocia a las leyes de Kant en las que la verdad es una verdad de suyo, es decir, es producto de la razón e independiente de los hechos (Kant, 1997).

A partir de diversos factores el tipo de organización fue cambiando y también debieron cambiar las pautas de adaptación. Se complejizaron los sistema de comercio a la par del creciente desarrollo de los modos de producción de manufacturas, y los consecuentes cambios en la división del trabajo. Durante este proceso -asociado al siglo XVIII, aunque su gestación dura aproximadamente 300 años- de revolución industrial, esas relaciones económicas se vuelven interestatales; y la organización hasta entonces autorregulada vuelve a entrar en crisis.

En el seno de esta crisis emerge la burguesía, clase esencialmente urbana, que adquiere el poder suficiente para financiar guerras entre Estados hasta que llega a dirigir los aparatos estatales. Esta toma del poder no es exclusivamente económica, sino que también se lleva adelante a partir de procesos revolucionarios –la más paradigmática es la Revolución Francesa- que permiten generalizar ciertos valores culturales fundantes de la nueva organización, como la importancia de la sociedad civil, la necesidad de regular el poder estatal, y luego el capitalismo (entendido como sistema económico que se desprende del Estado y se internacionaliza).

A la nueva forma de organización social que constituyó la Modernidad le correspondió un nuevo modo de producir conocimiento: la ciencia. Juan Samaja denomina a esta forma de conocer “de la Eficacia” o “ciencia restringida”; a partir de aquí los criterios de validación de la verdad dejaron de regularse por principios metafísicos y/o de autoridad y comenzaron a legitimarse socialmente por medio del método científico.

Crisis, su traducción epistemológica: ciencia restringida y ciencia plenaria

El método científico de la Eficacia recaído en la inmediatez se asocia al método hipotético deductivo, también llamado falsacionismo (Popper, 1992). En este método no se puede determinar la verdad de una creencia sino que es necesario someter esa creencia a la comprobación empírica y así determinar su falsedad o su eficacia; es decir la validez de una creencia (pauta social, premisa lógica, hipótesis, teoría o regla) está dada por su eficacia; y ésta se comprueba sólo a partir de someterla al golpe falsador (verificación empírica).

Que Samaja denomine a este método como restringido, tiene que ver con que si lo analizamos lógicamente a la luz del enfoque que venimos trabajando, vemos que hay una negación del proceso dialéctico; porque la ciencia positivista excluye de las formas válidas del conocimiento a los otros métodos, que son históricamente constitutivos de la praxis social a través de la cual se autorregula la organización humana.

Estos otros métodos (Tenacidad o intuición, Autoridad o tradición, de los Principios o metafísica) aún tienen vigencia en la organización social. Hoy en día seguimos conociendo el mundo también a partir del sentido común -derivado de la experiencia individual o de la tradición colectiva-, y a partir de los principios de autoridad –familiar, grupal, comunitaria, religiosa o cultural-.

Es decir, un método que asuma su constitución dialéctica e histórica no puede oponerse a sus antecesores, sino que debiera retomarlos y superarlos. Y esta restricción del método de la ciencia positivista se vuelve más evidente para las ciencias sociales.

Así, el método de la ciencia es restringido en tanto, al tener una visión sesgada de los procesos propios de la función autoregulativa que constituye el conocimiento, pone en crisis esa función al no cumplir acabadamente su razón de ser: proporcionar criterios de verdad a través de los cuáles la humanidad pueda generar representaciones y dar explicaciones a sus problemas. Dicho de otra manera, falla como método para determinar lo indeterminado.

Esta falla o restricción de la forma (todavía hegemónica) de producir conocimiento la señala también el sociólogo Edgar Morin: “los métodos y estructuras de nuestro conocimiento nos impiden percibir y concebir la complejidad de lo real, es decir, también la complejidad de nuestra época y la complejidad del problema del conocimiento.” Morín afirma: “A un paradigma de pensamiento, a un modo de conocer la realidad, le corresponde un paradigma ético, un paradigma estético, un paradigma de la vida” (Morin, 1997); podemos resumir el concepto si decimos que a un paradigma de pensamiento le corresponde un modo de producción de conocimiento.

Hiperespecialización del conocimiento científico y campos disciplinares

Este método de conocer de la ciencia restringida se perfeccionó durante la Modernidad y tuvo como rasgo distintivo la hiperespecialización del conocimiento y su fragmentación en campos disciplinares reducidos.

Pero esta organización de la producción de conocimiento -en sintonía con la organización cultural de la que emerge, la Modernidad- llegó a su momento de maduración plena con la globalización; y como en todo proceso dialéctico ese momento de auge coincide con la puesta en evidencia de la crisis.

Podemos identificar a la globalización como el período que comienza con el fin de la Guerra Fría, la crisis del petróleo del ´79 o la caída del Muro de Berlín en el '89. Pero, como ya se dijo, los hitos y las fechas no dan cuenta de la complejidad de los procesos, por eso comprenderemos más acabadamente el proceso de la globalización si pensamos en ese período en el que, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, se ponen en tela de juicio los criterios de verdad que sostenían la organización social moderna.

La crisis evidencia que esa organización ya no cumple la función de autorregulación de la vida humana, por lo que estamos presenciando el proceso de supresión/ conservación/ superación/ regulación que está dando lugar a un nuevo equilibrio entre la forma de conocer y los problemas de conocimiento que nos presenta el afuera (lo ambiental, al decir de los genetistas). Esta nueva forma de producir conocimiento se denomina ciencia plenaria para Samaja y transdisciplina para Morin.

La crisis de los modos de conocer se encabalga directamente en la crisis propia del campo científico en torno al debate disciplina-interdisciplina-transdisciplina. Sobre esta base, Morin (1997) postula la necesidad de adoptar el pensamiento complejo, no mutilante, para resolver problemas complejos.

Según este autor, el pensamiento simplificante ha generado los mayores hallazgos de la historia del progreso científico y tecnológico, pero esos avances transformaron el escenario y permitieron la emergencia de males –que pueden considerarse específicamente modernos- como la contaminación mundial, la degradación ecológica, el aumento de la desigualdad riqueza-pobreza, la amenaza termonuclear, las corrientes migratorias intercontinentales de excluidos, la incapacidad de los poderes políticos locales para gobernar y las crisis de identidad cultural, entre otros.

Sobre este mismo punto reflexiona Alcira Argumedo:

Es preciso plantear nuevos modos de interconexión disciplinaria y de elaboración de marcos abarcadores, que definan el sentido y las características de la especialización en los distintos campos del saber académico y científico. También en este tema la evaluación de los investigadores de punta en informática a nivel mundial –teoría del caos, matemática fractal y similares- plantean su gran preocupación por las limitaciones que la formación hiperespecializada está produciendo (…) para acceder a los nuevos requerimientos científicos y tecnológicos. (Argumedo, 2004).

Es decir, estos nuevos problemas de conocimiento han entrado en un nivel de complejidad, interactividad y globalidad tal que no pueden ser resueltos según los métodos hiperespecializados y parcelados de siglos anteriores. Ya no son las disciplinas las que definen sus objetos, sino que la dinámica social generó nuevas prácticas, que pugnan por ser construidas como objetos de conocimiento posibles de ser analizados según la naturaleza de su configuración social e histórica.

Comunicación y construcción de la ciencia plenaria. Coordenadas políticas

En este marco conflictivo, el campo científico que estudia la comunicación social tiene características especiales. De cara a la construcción de teorías y métodos transdisciplinarios propios de la ciencia plenaria, la comunicación social tiene la ventaja de definirse, por la naturaleza de su objeto de estudio. Es decir, los estudios científicos en comunicación surgieron a partir de la irrupción de problemas asociados al auge de la comunicación mediada; aunque luego ampliaron su campo, también por necesidad, a todas las situaciones comunicacionales humanas, desde la conversación o la comunicación gestual hasta el espacio semiótico global y globalizado de la cultura. Así debe valerse de préstamos, asociaciones y apropiaciones de otras disciplinas. Pero esta ventaja, es a veces desventaja al interior del campo académico, ya que por el mismo motivo el campo de la comunicación social es a menudo deslegitimado por su falta de tradición epistemológica disciplinar, propia de la ciencia restringida -aún hegemónica dentro del campo científico-.

Por eso, el pasaje o evolución (señalado más arriba) de los estudios de comunicación no fue gratuito, ni para el campo (que estuvo largas décadas excluido de la Academia) ni para sus principales referentes, que sufrieron la negación, indiferencia y relativización teórica, con la consiguiente imposibilidad de legitimar la tradición propia en esa área del conocimiento científico. Éste problema se acentúa en América Latina.

De acuerdo a las reflexiones que venimos desarrollando, la transición a la transdisciplina, en sintonía con la transición a la ciencia plenaria, no supone el abandono del método de producción de conocimiento anterior, sino su conservación como base de un método superador.

Pero en esta tensión que genera la crisis hay, y creo que es sincero asumirlo ya que todos podemos caer en esa tentación, investigadores que no comprenden la complejidad del movimiento supresión/ conservación/ superación/ regulación , y se amparan en la transdisciplinariedad como en un permiso para abandonar la rigurosidad de la ciencia y confundirla con la argumentación filosófica. Esto desestima lo avanzado en el campo y lo presenta como deshistorizado: un conjunto de investigaciones y teorías inconexas que pueden asociarse a gusto según sirvan a los intereses de nuevos descubrimientos.

Esta postura frente a la construcción de nuevos métodos para validar creencias –o teorías- es igualmente restringida y, más aún, peligrosa porque interpela destructivamente la crisis del campo y contribuye a la deslegitimación de los estudios en comunicación social.

Es por tanto menester postular y asumir que el conocimiento no es una sumatoria de descubrimientos individuales o de grupos de iluminados (Souza, 2004) sino una construcción social e histórica; y en estos términos debemos revisar, rescatar y resignificar el vasto legado de nuestros antecesores, pues no hay construcción sin cimientos.

Conclusión o claves de fichaje

Lo planteado fueron reflexiones de índole epistemológica que nos permiten pensar el campo de la comunicación social, en el marco de la emergencia de un nuevo paradigma y hacia la construcción de una ciencia plenaria. Así también, se vincularon las nociones de conocimiento humano, comunicación social y cultura como dimensiones paralelas propias de la capacidad de autoregulación del proyecto vital de la humanidad, a partir de la producción, circulación, uso y objetivación de sentidos sociales.

Se identificaron los principales anclajes, que desde el enfoque dialéctico, funcionan como primeros principios o núcleo duro de la teoría científica ya que la ciencia, organizada o no a partir de tradiciones disciplinares, tiene siempre un núcleo que no puede someterse a contrastación empírica (Lakatos, 1993).

Ese núcleo, esos principios, que son entonces metafísicos para Imre Lakatos y filosóficos para Juan Samaja, los reivindicamos desde aquí como políticos, en tanto no hay otra verdad superior ordenadora que nuestra posición en el tablero -consciente o no-, nuestra práctica social e histórica, y los sentidos de verdad (normas para la organización común/comunicable) que desde allí construimos.

Investigar en ciencias sociales es participar -indudablemente desde una posición estratégica- de la lucha por el sentido de lo real. En este caso específico, de la dimensión de la realidad que constituyen las prácticas de comunicación y cultura, así como los nuevos campos de saber que indagan estas prácticas. Así, el investigador en comunicación no puede eludir la interpelación que la crisis le hace al sistema neoconservador en el campo científico. Al contrario, es necesario abonar el surgimiento de la ciencia plenaria, la desnaturalización de preconceptos, la ponderación de de la diferencia y la alteridad para la construcción de objetos de estudio complejos, y la abolición del esquema centro-periferia en la construcción de conocimiento científico transdisciplinario.


Notas

* Verónica Vidarte Asorey, Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata. Jefa de Trabajos Prácticos del Seminario Permanente de Tesis, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. Becaria de Iniciación (2005-2007) y de Perfeccionamiento en la Investigación científica, UNLP (2008–2009). Investigadora UNLP - Ministerio de Educación de la Nación Argentina (2006 – 2010). Maestranda de Planificación y Gestión de la Comunicación,. Miembro del staff permanente de la Revista Académica Question .

1 Datos relevados en el trabajo “La investigación científica en Comunicación. Los casos de las Universidades Nacionales de La Plata, Buenos Aires y Rosario”. Proyecto de investigación Cátedra Seminario Permanente de Tesis, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. (2006 – 2010).

2 La aparición de la Dialéctica, como método para conocer el mundo, es milenaria. En la India, el jainismo (S. VI AC.) pensaba en la materia infinita – que luego sería retomada por Demócrito en su planteo del Atomismo-. También Lao Tzé y la escuela taoísta China (S. VI – S. III AC.) plantearon el sentido del “movimiento / cambio” como equilibrio de lñas cosas que influyó sobre todo la dialéctica rudimentaria de Heráclito y de otros filósofos de Grecia primitiva. A lo largo de la historia, diferentes pensadores fueron desarrollando diversos aspectos del método y la filosofía dialéctica: (el problema de contradicción dialéctica) “fue forjado por Heráclito, templado por Heguel, y aguzado por Marx para practicar la más honda incisión en la trama viva de la realidad histórica” En Llanos, Alfredo, Introducción a la dialéctica. Buenos Aires, Editorial Rescate, 1986.

3 Se marca la aparición del Estado, desde las organizaciones estatales pre modernas previas al Estado Moderno de la Revolución Burguesa.

4 Insisto aquí en la categoría de resumen que tiene este apartado ya que en este punto podría incluirse una disquisición respecto de la organización de América (tanto antes como después del choque cultural provocado por la invasión europea). Es decir, se sintetiza el proceso desde las determinaciones hegemónicas, aunque se asume la deuda de una descripción de los procesos subalternos, entre los que se encuentra el latinoamericano.


Referencias bibliográfícas

AA.VV. (2006-2010). La investigación científica en Comunicación. Los casos de las Universidades Nacionales de La Plata, Buenos Aires y Rosario. Proyecto de investigación Cátedra Seminario Permanente de Tesis, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata. (2006–2010).

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Lakatos, Imre (1993). La metodología de los Programas de investigación científica. Madrid: Alianza.

Morin, Edgard (1997). ¿La ciencia pierde la razón? En: Revista Universidad del Valle, 17, 16-54.

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Samaja, Juan (2006). Los métodos; las inferencias y los datos a la luz de la semiótica como lógica ampliada. En: Semiótica de la ciencia. Texto inédito, Buenos Aires.

Souza, M. Silvina (2004). El problema de investigación: Apunte de cátedra, Seminario Permanente de Tesis, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de La Plata, 2004.

Vasallo de López, María Inmaccolatta (1999). La investigación de la comunicación: cuestiones epistemológicas, teóricas y metodológicas . En: Revista Dia-logos de la Comunicación Nº 56, Lima, Federación Latinoamericaca de Facultades de Comunicación Social, FELAFACS, octubre de 1999.

Wainerman, Catalina y Sautu, Ruth [comp.] (1997). La trastienda de la investigación. Buenos Aires: Editorial de Belgrano.

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