Recensión para el libro: Desclasificados. Pluralismo lógico y violencia de la clasificación Autor: Antonio García Gutiérrez 2007. Barcelona, Antrophos |
La Historia de Chile, así como la de toda la Humanidad, desde siempre ha estado depositada en archivos, bibliotecas, museos y enciclopedias que narran las heroicas acciones de sus protagonistas. Orden, institucionalidad y hazañas de un gran valor se condicen con la institución de la memoria histórica. Con ello se podría sospechar que el mundo no es más que el resultado de una operación ordenatoria conspirada desde los centros hegemónicos para ocultar y exhibir información basándose sólo en la fijación de los acontecimientos que a la misma Historia le interesa mostrar, dejando a un lado, las narrativas, pliegues y texturas de una historia vivencial -rizomática como diría Deleuze y Guattari- que no concuerda con su discurso oficial.
Para profundizar en lo anterior, ahondaremos en los planteamientos delineados por Antonio García Gutiérrez 2, quien explica cómo la memoria se construye a base de procesos autoritarios y de fijación paranoica de los acontecimientos. El autor también entrega elementos para derribar la institución fáctica en pro de una liberación del conocimiento a la luz de las contradicciones que darán como resultado una memoria histórica llena de narrativas y hendiduras.
Así las cosas, García Gutiérrez detalla que la memoria no es sólo un proceso cerebral del cuerpo humano, sino que también es una construcción social que se nutre del entorno cultural, delineando así la identidad de los sujetos que guían los procesos históricos. Por tanto, se debe concebir a la memoria como un proceso dinámico que, a partir de operaciones fisiológicas, generan una identidad tanto a nivel particular como social. Estas relaciones se van entrelazando gracias a las facultades de olvido y recuerdo que ésta posee.
No obstante cabe recordar que los resquicios autoritarios propios de la Modernidad no hacen más que fijar unilateralmente la memoria de un pueblo, dejando fuera de la arquitectura identitaria, el alter que completa la narrativa histórica. Las otredades que no caben en la Identidad configurada por el escenario del poder, agonizan en el eterno vivir y morir de la memoria, obviando las singularidades de la Historia, aquella resguardada en archivos, museos y ciencias de estudio que restringen el conocimiento a unos parámetros de orden mediante la monumentalización de los mismos. Las bibliotecas y todo registro concreto por fijar una memoria, se convierten en los aliados para evitar una contradicción sistémica del conocimiento oficial.
Es por este motivo que García Gutiérrez (2007:5) afirma que “conocemos mediante una acción clasificatoria (…) Clasificar tiene, entre sus muchas acepciones, una perversa y de apariencia paradójica: ocultar conocimiento”. Es decir, este proceso supone la invisibilización de ciertos hechos y la exhibición de otros, bajo el alero del poder moderno, donde la categorización del saber y de la memoria maniobran a la par con el dogmatismo.
Por otra parte, se debe considerar que si bien desclasificar significa visibilizar, a la vez implica volver a clasificar pero con otros parámetros. La diferencia entre ambos procesos radica en el “carácter abierto de la desclasificación frente al hermetismo de la clasificación” (García, 2007:5).
Es en este sentido que la proposición central de García para derribar las fronteras de la clasificación, se funda por una parte, en el desmonte del conocimiento oficial, y por otra, en la contraposición de los enunciados para “convulsionar los paradigmas más consistentes” (García, 2007:7) Esto con el fin que desde lo subterráneo brote el conocimiento sumergido y sea éste el que se acople para derribar el poder jerárquico –arborescente instaurado por la clasificación sistémica - moderna. Sólo de este modo, según explica García, se podrá moldear una memoria capaz de autonarrarse e identificarse con un idem y un alter. En otras palabras,
“Llegaremos a inferir, de nuestro razonamiento más general, que debemos aprender a desclasificar el mundo y a utilizar la contradicción como un instrumento eficaz para la explicación del mismo. Y trasladaremos ambas convicciones a los parámetros dominantes de la organización social de la memoria de los conocimientos, para terminar proponiendo soluciones técnicas y éticas orientadas a incrementar la emancipación de los sujetos glocales en los complejos y manipulables territorios del pasado y del olvido” (García, 2007:6)
En esta perspectiva, la desclasificación, si bien implica volver a clasificar con otros parámetros, lo hará desde una óptica contradictoria al reagrupar y evidenciar aquello que no lo fue en la época moderna. De este modo, cabe considerar que “la omisión de contradicción en el seno de estructuras ideológicas y míticas ha sido un sutil sector en el que se han esmerado eficazmente colonizadores, evangelizadores y expansionistas tal vez suficientemente conscientes, o simplemente atemorizado, por las fuerzas oscuras que subyacen en sus mentes también sumisas y oprimidas” (García, 2007:14)
En el intento por reforestar democráticamente el campo de la rememoración desclasificada, nos referimos a la importancia conferida por García a los estudios de Exomemoria, pues ellos –en el intento de organizar democráticamente los elementos externos que permiten reconstruir una memoria alejada de neocolonizaciones históricas– no operan a base de polarizaciones binarias, sino muy por el contrario, lo hacen desde la reagrupación de la memoria y de la historia bajo otros parámetros –la desclasificación – . Así las cosas, los estudios de Exomemoria develan el objeto silenciado por la historia “oficial”, sin embargo, y a pesar de los intentos por evitar los monopolios de la memoria “no es posible ordenar sin violencia, sin la cooperación del desorden. Por lo tanto, no sería factible clasificar eficiente ni afectuosamente el mundo sin liberar las fuerzas de la desclasificación” (García, 2007:14)
La peligrosidad de la clasificación –como ya se ha dicho – no reside por lo tanto en el acto de categorizar, sino que en las lógicas que se utilizan para hacerlo, las que determinan tematizaciones cerradas y excluyentes que no aceptan seducciones ni contrariedades. Entonces, para comprender la complejidad del mundo, se debe contar con una clasificación “evolutiva y plural” donde la contradicción viole constantemente los propios límites del conocimiento fijado para así dejar emerger la diferencia:
“Para conocer el mundo necesitamos, sin duda, dos herramientas: categorías y una clasificación que las organice. Pero para acompañar más amablemente a la complejidad del mundo, tal clasificación habría de ser evolutiva y plural: necesitamos, entonces, justamente su contraria, la desclasificación, concepto laxo, complejo y activo que se configura en el núcleo de nuestra teoría. La desclasificación es una herramienta cotidiana y molecular de la epistemografía. Su función consistiría en instalar el pluralismo lógico en el corazón mismo de la clasificación ” (García, 2007:27)
Lo anterior se hace necesario cuando asistimos que toda clasificación implica grados de violencia, los cuales son regulados por la omnipresencia del poder encargado de construir la memoria oficial. El poder clasifica y reagrupa, ocupa espacios donde antes existían otras categorizaciones, pues “al clasificar, no estamos netamente ordenando un territorio: puede suponer su desorganización a los ojos de quien miraba antes” (García, 2007:34). Justamente, esta nueva forma de violencia ordenatoria es la que incesablemente se ha utilizado a lo largo de la historia de Occidente.
Un ejemplo de ello es el gran alcance de la colonización europea en territorios latinoamericanos, donde la “superioridad del hombre del primer mundo” reagrupó toda la vida y memoria de un pueblo según sus parámetros clasificatorios. Aquellos provenientes del continente blanco no hicieron otra cosa que ejercer una violencia occidental de (des)clasificación.
Como ya se ha expresado, el nudo central de la clasificación, necesariamente implica el ocultamiento de un mundo determinado que se rige bajo las lógicas del poder absoluto. Así, como necesitamos olvidar para vivir, también necesitamos desclasificar para poder hacerlo. Entender la complejidad del mundo que nos rodea, se sustenta, como nos dice García Gutiérrez, en las contradicciones que pueden desestabilizar los saberes positivistas. La idea consiste en sacar del archivo todo aquello que fue ocultado para invisibilizar el tercer factor que pone en una balanza el binarismo.
La complementariedad entre los Estudios de Exomemoria y la Desclasificación permite desenterrar memorias vivas, reclasificar y generar un nuevo ordenamiento con lógicas abiertas, plurales y democráticas.
Por lo tanto, si “clasificar supone enviar a exilio a todos los órdenes posibles salvo el autorizado por el poder” la desclasificación implica un proceso convulsionado ya que “son en realidad esos órdenes exiliados, que no se fueron nunca, quienes terminarán por subvertir la aparente calma clasificatoria. Desde el interior de las categorías, se harán fuertes, serán cómplices de los propios textos maltratados e instigarán el derrumbe de las categorías” (García, 2007: 35)
1 Bonnefoy Pascale (2000): Documentos desclasificados de EEUU sobre Chile. La inteligencia “gringa” en Chile. [Disponible en: http://www.archivochile.cl ]
2 La redacción de este documento se basa en el texto “Desclasificados. Pluralismo lógico y violencia de la clasificación” que el autor publicó en el año 2007.
García Gutiérrez, Antonio (2007): Desclasificados. Pluralismo lógico y violencia de la clasificación , Barcelona, Antrophos.
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Revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación y de la Información
Facultad de Humanidades - Universidad de Playa Ancha
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