Monográfico - Revista F@ro Nº 11
La biopolítica: la ambivalencia de un concepto polisémico
Resumen
La biopolítica ha adquirido en nuestros días una importancia capital en el ámbito investigador puesto que se ha convertido en materia clave para entender nuestro mundo de hoy y, por ende, ‘la cosa pública'. Hace algunos años, era un término exclusivista, circunscrito a eruditos. Actualmente cada vez más áreas de conocimiento han de recurrir a sus herramientas analíticas para ofrecer una visión holística del fenómeno social. Existirá, sin duda, una hibridación cada vez mayor entre saberes humanísticos y tecnológicos y uno de sus nexos de unión será la biopolítica.
El presente artículo presenta dos articulaciones: una inicial retrospectiva sobre los avances aportados por los diversos autores en el ámbito y concepto de biopolítica y, subsiguientemente, la propuesta de un mayor ahondamiento en una vía ya existente en biopolítica, pero bajo parámetros prospectivistas: la interrelación entre ésta y la (súper-)estructura económica, en especial en situaciones de crisis, y propiciar así los nuevos procesos sociales para reducir tensiones.
Palabras clave: Biopolítica / Foucault / Agamben / Historia de la biopolítica / Biopolítica y Economía.
Abstract
Biopolitics today has acquired a capital importance in the research field because it has become a key topic to understand our world today and, therefore, 'public affairs'. A few years ago, it was a exclusive term, limited to scholars. Today more and more areas of knowledge have to use its analytical tools to provide a holistic view of social phenomenon. There will, no doubt, an increasing hybridization between humanistic and technological knowledges and one of its connecting links will biopolitics.
This article presents two joints: an initial retrospective about the advances contributed by several authors in the field and the concept of biopolitics and, subsequently, the proposal for a greater deepening of an existing way in biopolitics, but under prospectivist parameters: the interface between this one and the (super-) economic structure, especially in crisis situations, and to foster new social processes, reducing tensions.
Key words: Biopolitics / Foucault / Agamben / biopolitics History / Biopolitics and Economy
¿Es la biopolítica una fuente de generación de pensamiento propia de ser estudiada como fenómeno marcante del siglo XXI?.
Convenimos que el estudio de la biopolítica está en boga. Es por tanto una materia muy popular que no ha tardado mucho en formar parte de ese lenguaje y del de los medios de comunicación. El término supone un acierto semántico, pues se utiliza desde el ámbito de las políticas de inmigración hasta el de la prevención del SIDA pasando por cuestiones como el cambio demográfico o fórmulas de relación horizontal y vertical entre individuos, empresas e incluso de la Administración .
Un reciente ejemplo de su empleo es el que halla su impronta en el tratamiento de aspectos y elementos que sirven para designar cuestiones tan diversas como el apoyo financiado a los productos agrícolas y ganaderos, la promoción de la investigación médica, la legalización del aborto y la eutanasia…(Brandimarte, 2006)
No obstante, lejos de este laberinto polisémico, existen una serie de puntos de vista enfrentados. Nos referimos a la evaluación empírica y la evaluación normativa. Una parte de la comunidad de investigadores sostiene firmemente que la "biopolítica" está necesariamente unida a la toma de decisiones racional y la organización democrática de la vida social, mientras que otra parte vincula este término a un aspecto más social, en el que primarían conceptos antes mencionados como la eutanasia, la eugenesia o el racismo.
La noción de biopolítica ocupa un lugar destacado en los textos de la vieja derecha, pero también es utilizado por los representantes de la Nueva Izquierda. Se emplea tanto por los críticos y tecnócratas como por los social-marxistas. ¿Un cajón de sastre, una herramienta universal...?
Los orígenes de la biopolítica
Otra de las preocupaciones en cuanto a la ambivalencia del término biopolítica supone el desacuerdo histórico en el origen del concepto. ¿La biopolítica se remonta a la Antigüedad o incluso a la aparición de la agricultura o, por el contrario, es el resultado de las biotecnologías contemporáneas del “umbral de la nueva era”? (Mietzsch, 2002: p.4).
Etimológicamente, la palabra está compuesta por el prefijo “bio-“, que procede del griego bios (vida) y del lexema “política” también del griego polis. La palabra política es un vocablo que deriva de "La Politeia". Así llamaban los griegos a la "Teoría de la Polis" (Teoría de la ciudad). Por lo tanto, etimológicamente hablando, la palabra denominaría, en puridad, a la política que trata de la vida en sociedad. Pero es aquí donde empiezan las dificultades. Para muchos investigadores la política se sitúa más allá de la vida biológica. De este punto de vista, el término "biopolítica" tiene que ser considerado como un oxímoron, una combinación de dos términos pseudo-contradictorios. Los defensores de esta posición afirman que la política en el sentido clásico se vierte sobre la acción común y la toma de decisiones de forma democrática, y que es esto último lo que trasciende a las necesidades derivadas de experiencias físicas y los hechos biológicos, abriéndose así al abstracto reino de la libertad y la interacción humana.
Los resultados han de superar a las premisas, por lo que cada respuesta sobre los procesos y estructuras, los pensamientos, las tecnologías y las influencias históricas que pueden dar pistas sobre la evolución del concepto biopolítico suponen siempre, e inevitablemente, el resultado de una perspectiva parcial y selectiva.
Nuestra cada vez más compleja sociedad actual debe su radical diferencia con las anteriores al sumo grado de abstracción de sus relaciones en todos los ámbitos. Así, lo social y lo particular se imbrican en símbolos fronterizos en lo que Yáñez definió como semiosfera: “La semiosfera es identitaria, se caracteriza por separar lo propio de lo ajeno, y en este punto la frontera es un concepto del que no se puede prescindir” (Yánez, 2009: p. ¿?).
La dificultad de encontrar la koiné de la ‘biopolítica'
Existen varias propuestas para encontrar una definición clara y común del término biopolítica, que actualmente se antoja como cruce de caminos de ciencias preexistentes. Los conceptos actuales difieren respecto a la parte del término que destacan sobre el total. En esta clasificación es posible distinguir los conceptos naturalistas que toman la vida (el prefijo bio-) como base para la política, los conceptos que podemos llamar “politicistas”, que conciben la vida como objeto de la política (dando así importancia al lexema del término). La primera clasificación constituye un grupo heterogéneo de teorías que irían desde los conceptos organicistas del Estado, en las primeras décadas del Siglo XX, a través de los modos de razonamiento, como por ejemplo el racista durante el periodo Nacionalsocialista, hasta las ideas biologicistas de la ciencia política contemporánea. Recordemos que la antigua corriente politicista refiere a la biopolítica como un campo de práctica o una subdisciplina de la política, con miras a la regulación y conducción de procesos de la vida.
Nuestra propuesta de definición, en la que coincidimos plenamente con Lenke (2002: pp.619-629), es la fusión de la vida y la política, teniendo en cuenta el uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la sociedad. La semiótica y las Relaciones Públicas serían marcos de actuación y la sociedad su campo de desarrollo.
Desde el vasto campo de las Relaciones Públicas, a veces, los profesionales, tanto en su docencia como en su aplicación mercantil, nos vemos abocados a plantearnos unas preguntas fundamentales en ambos campos:
¿Qué repercusiones tendrán en el futuro nuestras acciones de hoy?, ¿Somos las personas adecuadas para transmitir valores perennes?, ¿Qué ideas merecen perdurar? Si el presente era el futuro del pasado... ¿Quiénes diseñaron nuestro hoy, es decir, nuestra realidad, valores e ideas actuales? (Caldevilla, 2009: p. ¿?)
Los actores que generan este tipo de respuestas, son la diana del estudio de la biopolítica en cada tiempo y lugar. El presente es el futuro del pasado.
Desde 1960 esta línea de interpretación se ha manifestado fundamentalmente en dos formas diferentes: en primer lugar como una “biopolítica ecológica”, uniendo la defensa de la política a la preservación y protección del medio ambiente natural; y, en segundo lugar, una “biopolítica técnica” cuyos defensores están más interesados en el desarrollo y la expansión de la dinámica productivista, que en la preservación y la protección de la naturaleza. Esta última postura define un nuevo cambio de la política que está resurgiendo como resultado de las nuevas tecnologías, de las nuevas investigaciones científicas y los conocimientos médicos en las aplicaciones biotecnológicas. La política no puede ser ajena a esta mudanza en las formas de sentir de la población, y de ahí que algunos discursos de contenido netamente gerencial-administrativo se centren en la gestión de recursos naturales.
Esta interpretación es especialmente popular hoy en día y se cita regularmente en los debates políticos y mediáticos para describir las implicaciones sociales y administrativas de un determinado partido y el potencial de las innovaciones biotecnológicas.
Aparte de sus evidentes diferencias, la corriente politicista y la corriente naturalista comparten algunos (pre-)supuestos básicos. Ambas concepciones se basan en la idea de la existencia de una jerarquía estable y una relación externa entre la vida y la política. Los defensores de la naturaleza, consideran la vida “por encima” de la política; mientras que la concepción politicista ve la política “por encima” de los procesos de la vida. Aquí, la política es más que pura biología, allende las necesidades de la existencia natural.
Cada posición fundamental en el problema de la biopolítica se basa en la estabilidad de un polo del campo semántico con el fin de explicar las variaciones en el otro polo. Sin embargo, esto supone que ambas concepciones no explican la inestabilidad y la fragilidad de la frontera entre la "vida" y la "política", siendo atribuible, precisamente a esta inestabilidad, el hecho de que muchas personas analicen la vida y la política como fenómenos aislados.
La noción de biopolítica
El surgimiento de la noción de biopolítica es creado por la existencia de una doble negación tal y como nos señala Nancy (2003: p.66): “en contraste con las posiciones naturalistas, la vida no representa un punto de vista ontológico y normativo de referencia estable”.
El impacto de las innovaciones biotecnológicas ha demostrado que los procesos de la vida son cada vez más transformables y controlables, dejando obsoleta cualquier idea de una naturaleza inmanente, al margen de la acción humana. Por lo tanto, sólo la naturaleza puede ser considerada como parte de la sociedad, ya que ésta constantemente se halla modificándola y adaptándola a las nuevas formas de vida. La teoría Gaia estaría en el origen de esta lectura de la realidad.
Por otra parte, la biopolítica no puede ejercerse teniendo en cuenta solamente el sentido clásico de la persona o los actores colectivos vinculados. Las razones para esta afirmación son claras: Por un lado, existen múltiples consecuencias involuntarias para la vida en cada una de las medidas que se adoptan en política y que deben ser tenidas en cuenta. Por otra parte, los fenómenos biopolíticos no pueden limitarse a las acciones y a sus consecuencias, sino que también incluyen, como veremos más adelante, formas de conocimiento, estructuras de comunicación y modos de subjetivación. Contra las lecturas naturalistas politicistas proponemos por tanto una noción relacional e histórica de la biopolítica que desarrolló por primera vez el filósofo e historiador francés Michel Foucault. Los conceptos conformantes de la superestructura marxista suponen la objetivación/positivación de esos valores.
De Michel Foucault a Agamben
El concepto de biopoltica, tan en boga en las discusiones filosóficas contemporáneas (por ejemplo en Negri, Agamben, etc.) se remonta a Foucault. Este crucial investigador francés introduce este concepto por primera vez en algunos de los cursos en el prestigioso College de France.
Aunque la definición aparece por vez primera en el curso dictado en el año escolar 1977-1978 (Securité, Territoire, Population). Foucault emplea el término un año antes, en un artículo para el diario Le Monde (17-18 Octubre 1976) llamado “Bio-histoire et bio-politique”. En este señero artículo Foucault no introduce un término técnico al uso, sino que utiliza los conceptos en forma alusiva. El articulo es una reseña del libro de J. Ruffiée De la biologie à la culture (1976). Foucault aprueba las tesis del autor, y concluye su artículo con la siguiente reflexión:
“La obra de Jacques Ruffié contiene muchos otros análisis de este tipo. Todos son importantes, pues en ellos se ve como se formula con toda claridad el problema de una “bio-historia” que no sería ya la historia unitaria y mitológica de la especie humana a través del tiempo y una “bio-política” que no sería aquella de las reparticiones, de las conservaciones y de las jerarquías, sino aquella de la comunicación y de los polimorfismos.” (Foucault, 1997).
Anteriormente, en 1974 Foucault ya había hablado del la dicotomía política-vida en una conferencia refiriéndose a ella con la siguiente afirmación:
“El control de la sociedad sobre los individuos no se efectúa solamente por la conciencia o por la ideología, sino también en el cuerpo y con el cuerpo. Para la sociedad capitalista, lo que importa antes que nada es lo bio-político, lo somático, lo corporal. El cuerpo es una realidad bio-política; la medicina es una estrategia bio-política.” (Foucault, 1997).
En 1998 Foucault publicó el primer tomo de la Historia de la Sexualidad, donde la noción figura en un contexto similar pero con mucha más pregnancia teórica. Un texto clave es el siguiente:
“Habría que hablar de “biopolítica” para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de trasformación de la vida humana…Pero lo que se podría llamar “umbral de modernidad biológica” de una sociedad se sitúa en el momento en que la especie entra como apuesta del juego en sus propias estrategias políticas. Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente y además capaz de una existencia política; el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente”. (Foucault, 1998, p.173).
Con el término “biopolítica”, Foucault alude a un momento histórico específico, en el cual la vida pasa a ser considerada por el poder. Según los acontecimientos históricos, el pensador francés destacó cómo a partir del siglo XVII, existe un desplazamiento en la forma en la que se ejerce el poder. Según la teoría clásica de la soberanía, el poder se caracterizaba fundamentalmente por el derecho de vida y muerte, el famoso “hacer morir y dejar vivir”. Tal derecho, simbolizado por la espada, según Foucault, es disimétrico (por citar la taxonomía de Gruning y Hunt), es decir, se ejerce sólo desde el lado de la muerte; el soberano por tanto ejerce su poder sobre la vida del súbdito únicamente en la medida en que puede decidir matarlo. Ahora bien, en el siglo XIX, este derecho es modificado por lo que Foucault llama el poder de “hacer vivir y dejar morir”. En este nuevo derecho, la vida pasa a ocupar el lugar central y la muerte, alejándose del poder, se esconde en el ámbito más privado del individuo. No obstante, esta transformación de un poder a otro no ocurre de repente ni se manifiesta como una simple sucesión. Foucault señala que desde el Siglo XVII, se presentan ciertos hechos concretos que arrojan atisbos sobre el progresivo desplazamiento del primer derecho al segundo. La vida empieza a ocupar el epicentro de las estrategias políticas a través de acontecimientos como la tecnología disciplinaria del trabajo en los albores del capitalismo, las políticas de natalidad y morbilidad, y el nacimiento de la ciencia de la policía. Foucault sintetiza este surgimiento de lo que él llamó biopolítica a través de una interesante referencia a Aristóteles (quien definiera al hombre como zoon politikon, o animal en sociedad):
“Durante milenios, el hombre siguió siendo lo que era para Aristóteles: un animal viviente y además capaz de una existencia política; el hombre moderno es un animal en cuya política está puesta en entredicho su vida de ser viviente” (Foucault, 1980: p.138).
De acuerdo con Foucault, se está produciendo una ruptura en el orden de la política: "la entrada de fenómenos propios de la vida de una especie humana en el orden del conocimiento y el poder, en la esfera de las técnicas de política" (Foucault 1980: p. 141). El concepto de Foucault de biopolítica asume la disociación y la abstracción de la vida y de sus portadores concretos. El objeto de la biopolítica no son los seres humanos, pero sí sus rasgos biológicos tenidos en cuenta respecto al resto de la población.
Este procedimiento hace posible definir normas, establecer estándares y determinar los valores medios. Desde esta perspectiva, la noción de biopolítica se refiere a la aparición de una política específica aplicando nuevos conocimientos y nuevas disciplinas como la estadística, la demografía, la epidemiología y la biología. Estas disciplinas permiten analizar los procesos de la vida a nivel global y "gobernar" a las personas y colectivos mediante las prácticas de corrección, la exclusión, la normalización disciplinar, la terapéutica y la optimización. Foucault hace hincapié en que en el contexto de un gobierno de los seres vivos, la naturaleza no representa un dominio autónomo que tiene que ser respetado por la acción gubernamental sino que depende de las prácticas del propio gobierno. Un papel decisivo en este contexto es interpretado por la situación ambivalente en la que se encuentra la población en la vida política.
La necesidad de interacción deriva de lo que Ortega y Gasset definiera como necesidad social humana ya que, según él, "Los hombres no viven juntos porque sí, sino para acometer grandes empresas", éste es el caldo filosófico en el que se condimentan los conceptos reguladores de la condición humana. Las herramientas varían, pero las necesidades no, por ello, las variadas soluciones a éstas siempre tendrán que partir de su inalienable naturaleza.
Para dar respuesta a estas cuestiones, hallamos dos líneas de investigación cruciales sobre el concepto de biopolítica: la primera se centra en las formas de representación política y su articulación, teniendo en cuenta las diferencias históricas y analíticas del término. Agnes Ferenc Fehér y Heller observan una regresión de la política como resultado de la creciente importancia de las cuestiones biopolíticas. Por otra parte Anthony Giddens propuso un concepto de la vida política diferente al de Foucault y Didier Fassin, introduciendo la idea de la biolegitimidad.
La segunda línea de pensamiento se centra en la sustancia de la vida. Término vinculado a los conceptos de política molecular, política-thanato y antropo-política y las ideas de "biosocialidad" (Pablo Rabinow) y "eto-política" (Nikolas Rose) otorgándole así nuevas fronteras a dicho análisis.
Desarrollo del término biopolítico
Las conclusiones a las que llega Foucault constituyen el punto de partida de la investigación de Agamben, uno de los padres de esta nueva línea de pensamiento.
Los escritos de Giorgio Agamben, Michael Hardt y Antonio Negri reformulan la primigenia noción de Foucault de la biopolítica que conviene también analizar. Ambas teorías asignan un papel estratégico a los procesos de demarcación y delimitación. Ahora bien, mientras que Foucault señala que la inclusión de la vida en la política supone un suceso propio de la época moderna, Agamben señala que este hecho es “lo propio” de la política desde el comienzo de los tiempos.
De acuerdo con Agamben la biopolítica supone la separación principal entre la "vida desnuda" o “nuda vida” -la forma de existencia reducida a funciones biológicas- y la existencia política que ha dado forma a la historia política occidental desde Antigüedad. Él argumenta que la constitución del poder soberano debe exigir la presentación de un cuerpo biopolítico, y que la institucionalización de la Ley está inseparablemente conectada a la exposición de la "vida desnuda". En el primer volumen de Homo sacer, Agamben intenta mostrar que la exceptio a la “nuda vida”, en la cual se funda la política occidental, supone una exclusión-inclusión. Así, la soberanía política incluye a la vida en el orden jurídico (positivación legal) por medio de su exclusión. Lo que se demuestra en este razonamiento es que, de forma contraria a lo pensado por Foucault, la biopolítica se ha encontrado desde siempre en el centro del poder soberano.
Agamben intenta demostrar su teoría desde la lógica de la soberanía. Para ello se centra en un análisis conceptual, revisando las categorías políticas fundamentales utilizando para ello una serie de paradigmas. A través de ellos parece establecerse un diálogo entre los acontecimientos concretos modernos y la lógica de la soberanía.
Uno de los pilares para la comprensión de la biopolítica, a través de la figura del pensador italiano, conforma la alusión a la ruptura fundamental que caracteriza a la política occidental desde su inicio en el mundo antiguo. Para ello se pone en evidencia la manera en que los griegos distinguían el zoé –la mera vida natural– del bíos –una forma de vida particular–. Es más, cuando Aristóteles busca determinar qué es una comunidad política, crea una dicotomía entre lo que se encuentra dentro y fuera de la polis. Por esto la zoé es excluida de ella y recluida en el ámbito no-libre del oikos.
La política nace precisamente a raíz de esta exclusión, ya que a partir de ella se desarrolla la vida cualificada, que es caracterizada por la acción libre con miras al vivir bien.
Como es sabido, en la polis se manifiesta, entonces, la característica propiamente humana de poder discernir, a través del lenguaje, entre el bien y el mal, así como entre lo justo e injusto pero no de forma absoluta, sino que el tiempo moldea esos conceptos. De este modo, lo que se pone en evidencia es que desde los principios de la tradición histórica, la política es pensada a partir de la evolución del mero vivir al vivir bien, es decir, la política fue concebida para la mejora de la calidad de vida. La comunidad política aristotélica, donde los seres humanos se regulan a través de la igualdad y la justicia, y donde el ciudadano es el “magistrado indefinido” que potencialmente puede ejercer la magistratura máxima, se basa en una superación del “simple hecho de vivir”.
El resultado de la interacción humana en lo social es la cultura y su forma de reglamentarse es la política:
“Las políticas de acción que organizan el contenido cultural propio ante la diversidad de estructuras culturales objetivadas, configuran la sociedad multicultural, que no impide que dicha diferencia se desarrolle, sino que la estimulan bajo el control de relaciones exteriores en orden de cada cosa cultural. Esta pluralidad distintiva de las separaciones representacionales instauradas en la diversidad cultural, actúan como partes operantes de los descentramientos de los poderes únicos”. (Sepúlveda, 2009)
Esta jurisdicción, que en cierto sentido alude al cisma entre naturaleza-materia y cultura-abstracción, puede ser entendida considerando la necesidad de una ley común para la fundación de una comunidad política. Lo que se manifiesta en el fondo como el nacimiento de la polis es la necesidad imperiosa de crear un lugar donde los hombres puedan vivir juntos.
Los profesores chilenos (Universidad Diego Portales) Vanesa Lemm y Miguel Vatter defienden que “Hannah Arendt es, probablemente, la pensadora del siglo XX que más fuertemente abogó por el retorno del espacio público en nuestras vidas políticas, a efecto de resistir la privatización característica de la gubernamentalidad liberal de la vida y el espacio.”(2009, 127-132) Opinión que compartimos, ya que entronca espacios público-privados de imprescindible imbricación.
Esta vida en común se logra por medio del establecimiento y el respeto a la ley, logrado casi siempre coercitivamente. La presencia, el reconocimiento y la aceptación de unas normas legales aseguran la igualdad precisa que hace imposible que, en un espacio que se encuentre bajo su jurisdicción, prime el interés del individuo por encima del de la vida en común.
Como consecuencia de ello colegimos que la ley, por tanto, no puede ser individual, es decir, reducida a un solo individuo, sino que tiene que ser aplicada de forma común e igualitaria para velar por el interés general. Por eso, en la fundación de la política, está presente una línea que divide la propia vida, guiada por la fuerza que le otorga la naturaleza, y la vida meramente política, que tiene como soporte la ley.
No obstante, el pensamiento de la política a través de la separación entre la ley y la vida natural no sólo tiene lugar en la Antigüedad. Hobbes, el gran autor inglés, analista de los contratos en sociedad, destacó que la comunidad propiamente política se forma en el momento en que se supera el estado de naturaleza y predomina el imperio de la ley civil. Como es sabido, en el estado natural los hombres son, de suyo, iguales entre sí, en el sentido de que “pueden lo mismo unos contra otros”.
Otro de los aspectos que describen el estado biopolítico significa que si cada persona buscase la satisfacción irracional de sus deseos individuales se produciría una situación de guerra o conflicto permanente. Por ello, para conseguir una situación de cierta seguridad, los individuos se comprometen a ceder su voluntad a un soberano y así instaurar el estado civil compuesto de leyes, coactivo o coercitivo. Podemos concluir, entonces, que también en las teorías contractualistas modernas se establece una dicotomía entre lo que se encuentra dentro del orden legal (Estado o sociedad civil) y lo que permanece fuera de él (estado de naturaleza).
Hardt y Negri diagnostican una nueva etapa del capitalismo caracterizada por la disolución de las fronteras entre la economía y la política, la producción y la reproducción. Mientras Agamben critica a Foucault por descuidar el hecho de que la biopolítica moderna se basa en la sólida base de un poder soberano, Hardt y Negri discrepan con Foucault en que éste no reconoció la transformación de la biopolítica moderna en la postmodernidad. El marxismo supondría una superación dialéctica del aspecto dicotómico entre el ser y el deber ser.
La economía, un futuro aspecto clave de la biopolítica
Existe un área de las relaciones interestatales e interpersonales que determina radicalmente las relaciones humanas a nivel global: la economía. La biopolítica se verá abocada cada vez más a ahondar en estos complejos entresijos de poder, que pueden llevar a crisis generalizadas o a pujanzas imprevistas que trastoquen el equilibrio social en todo el Globo.
Las empresas poseen, culturalmente hablando, una Responsabilidad Social como corporaciones, la famosa RSC. Así, como elemento activo de los usos sociales, los medios de comunicación para masas, al constituirse como voceros de la realidad mercantil, deben ser y servir a estos fines:
“Los medios de comunicación de masas constituyen hoy en día una nueva institución social, que están formando parte de grandes empresas comunicativas, con la responsabilidad que conlleva, a la que además se le suma la responsabilidad de transmitir los asuntos que más puedan interesar a la sociedad. Sin olvidar que los medios de comunicación son uno de los stakeholders, grupo estratégico o de interés para la empresa”. (Viñarás, 2010)
El psicólogo y teórico social Rudolf Goldscheid, a principios del Siglo XX, predijo que la biopolítica no podía separarse de la economía social, bautizándolo como “economía de los seres humanos” o “Menschenökonomie” Poco después, este término evolucionó gracias a los liberales alemanes tras la Segunda Guerra Mundial y a la teoría capitalista desarrollada por la Escuela de Chicago derivando en lo que bautizaron como “política vital”. Conviene por tanto hacer unas relecturas en términos económicos de lo que la biopolítica puede suponer en estos tiempos de crisis mundial y las relaciones entre las innovaciones biotecnológicas y sus transformaciones dentro del capitalismo. La vuelta a postulados de economía social frente a la de mercado y a la regulación estatal de los flujos económicos representan el marco en el que el Estado del Bienestar deberá buscar su reformulación, quizá releyendo a los clásicos como Marx o Engels en el campo económico o Chomsky (con trabajos como El miedo a la democracia) o Verstrynge (con su reciente Proteccionismo y Economías de gran espacio) en el social para mejor comprender lo que está sucediendo y lo que está por venir.
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Notas
[*] Licenciado y Doctor en C. de la Información, (Com. Audiovisual) por la Complutense. Diplomado en Magisterio (U. Zaragoza). Profesor en la U. Complutense. Investigador principal del Grupo Complutense de Investigación ‘Concilium'. Ponente en 52 Congresos Nacionales e Internacionales y autor de más de 25 artículos científicos y de los libros: “El sello de Spielberg”, “Cultura y RR.PP”, “Manual de RR.PP.” y “Las RR.PP. y su fundamentación”.