Viva (el feminismo de) la diferencia
Consonancias entre el análisis de Pilar Sordo y algunos planteamientos
de Luce Irigaray sobre el cuerpo y la psicología femeninos
Recensión para el libro:
"¡Viva la Diferencia! ( y el complemento también)"
Sordo, Pilar (2007)
Santiago: Editorial Norma, 189 págs.
Alerta: "Se está traspasando en la actualidad a nuestros hijos
y futuras generaciones, la idea de que para sobrevivir o vivir más
felices debemos ser lo menos mujeres posible" (Sordo, 2007, pág.
9). En la consulta de Pilar Sordo, psicóloga viñamarina, tras
escuchar a centenares de mujeres lamentarse de lo poco ideal de sus vidas,
surgió la inquietud por investigar por qué ellas se quejan
tanto y además culpan a otros de sus infelicidades. Por eso inició
una investigación que duró tres años y que incluyó
una muestra de 3 mil a 4 mil personas con edades entre 5 y 90 años,
de ambos sexos y distintos niveles socioeconómicos.
El resultado es el libro "¡Viva la Diferencia! (
y el complemento
también)", publicado por Editorial Norma, que completó
varias semanas como best seller, algo poco frecuente para las investigaciones
de este tipo, alentado también por la rutina de Coco Legrand en el
Festival de Viña del Mar 2006, donde reconoció su admiración
por esta autora y basó sus reconocidos análisis sociales humorísticos
en sus descubrimientos.
El estudio establece las distinciones sexuales y de género que existen
entre hombres y mujeres en el ámbito psicológico, y además
cómo en la cultura, que incluye la acción de las mismas mujeres,
los rasgos femeninos han sido valorados como negativos. El lenguaje del
libro es asequible para todo tipo de público, usando términos
coloquiales y ejemplos cotidianos, pero al profundizar un poco en las conclusiones
se pueden establecer ciertas sintonías teóricas con el feminismo,
y específicamente con el feminismo de la diferencia, que tiende justamente
a una revalorización y redescubrimiento de lo femenino.
1. No somos iguales
En primer lugar debemos distinguir este trabajo del feminismo de la igualdad,
la otra vertiente, inspirada en el El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir,
que tuvo su plenitud en los años 70s y que sostiene que las diferencias
entre hombre y mujer son fruto de la cultura, que impone la sumisión
femenina. "No se nace mujer"-dijo Beauvoir- tampoco hombre. Ambos
son iguales durante la infancia hasta la pubertad, cuando aparecen determinados
sexualmente, y la mujer tiende a la pasividad, a la coquetería, a
la maternidad, pero no se trata de un "instinto misterioso" al
que ella gravita, sino de la intervención de otro que le ha "insuflado
imperiosamente su vocación desde sus primeros años".
(Beauvoir, 13-14)
Pero para Pilar Sordo la diferencia entre hombre y mujer es más que
una inoculada culturalmente. "No es cierto que hombres y mujeres seamos
iguales; la verdad es que somos absolutamente distintos". Y declara
que el propósito de su investigación es demostrarlo. "Cuando
yo supongo que algo es igual a mí tengo la predisposición
a pensar que esa persona actúa igual que yo, piensa igual que yo,
siente igual que yo. Y cuando de alguna manera pretendo que esto sea así
se generan todas las incomprensiones que conocemos y experimentamos a diario,
pues, en realidad, nadie actuará igual a mí, menos aún
una persona del otro sexo". (Sordo, 10).
El gran problema es que la sociedad se ha encargado de minusvalorar todo
lo femenino y a apreciar todo lo masculino. La autora insiste en la importancia
de revertir esta situación, en consonancia con las feministas de
la diferencia, cuyo esfuerzo "no consiste en ser iguales a los hombres,
sino en cuestionar el código secreto de un orden patriarcal que convierte
las diferencias en desigualdades" (Sendón de León).
Sin embargo, no se trata de identificar lo femenino con una serie definida
de arquetipos fijos, muchos de ellos también construidos por los
hombres en su proceso de dominación histórica. El esfuerzo
no consiste en buscar una esencia única, una "identidad"
femenina. Tal como la "diferencia" (en este caso, de género)
no debe traducirse como "desigualdad", la "identidad"
es justamente lo opuesto a la "diferencia", por lo que no hay
una sola forma de ser mujer. (Sendón de León),
¿Dónde está entonces esta diferencia? Para descubrirlo,
las feministas proponen buscar en lo más originario de la mujer,
ya no malinterpretado por las sociedades patriarcales, como lo plantea Pilar
Sordo cuando apela a recuperar "la sabiduría de la machi, la
bruja intuitiva que todas llevamos dentro. Que predomine el sentir por sobre
el pensar, la maravilla de la humildad, del perdón como camino de
encuentro" (Sordo, 181).
De todos modos hay que admitir que la propia Pilar Sordo niega defender
una tendencia feminista, más bien apoya una "femenina",
que rescate lo que a su juicio pertenece innegablemente a todas las mujeres
por su condición de tales y que las distingue de los hombres (Sordo,
2003). Pero en este sentido, este empeño reivindicativo también
está en sintonía con la vertiente del feminismo de la diferencia,
que niega que hombres y mujeres sean iguales. "Las mujeres y los hombres
pueden tener idénticas funciones, pero la experiencia de vivir en
un cuerpo femenino es distinta de la experiencia de vivir en un cuerpo sexuado
masculino" (Sendón de León)). Y es justamente el cuerpo
el antecedente más primitivo y el origen de la "diferencia",
que Pilar Sordo celebra constantemente en este texto.
2. Retener en el útero
Al aplicar el método psicoanalítico de la asociación
libre, para ahondar en el inconsciente colectivo, Pilar Sordo descubre que
los encuestados relacionan el espermio con los términos rápido,
conquista, desafío y soltar (aun cuando es también "egoísta");
mientras el óvulo es vinculado con palabras como solo, dolor, menstruación,
espera y retener.
Así también en el ámbito psicológico las mujeres
tienden más a retener, mientras el hombre se inclina más por
soltar. Retener quiere decir en este contexto "no dejar de hacer algo",
mantener, cuidar, no cambiar. Y esta cualidad psicológica radica
en una característica del útero, que permite que la mujer
genere vida dentro de ella y también en todos los espacios mentales
que tienen que ver con lo interno: la casa, las situaciones del hogar, la
protección de los afectos. Sin embargo, esto puede hacerse nocivo
para ella, puesto que el ser retentiva le impide dejar de hacer algo "independientemente
del agobio que le cause". Por ejemplo, ellas suelen sufrir con el "síndrome
del nido vacío", cuando los hijos adultos dejan el hogar porque
son retentivas y les cuesta "soltar". Mientras, el hombre tiene
por naturaleza la tendencia contraria, puede dejar de hacer algo con gran
facilidad, porque tiene la capacidad de generar vida fuera de él
y tiende más al cumplimiento de objetivos que a mantener lo que tiene
(Sordo, 26-37).
3. Sexo en todo el cuerpo
Y de aquí se desprende una segunda parte de esta "diferencia":
mientras lo femenino valora más el proceso, lo masculino aprecia
más los objetivos. Esta cualidad psicológica también
tiene una raíz en el cuerpo, que se relaciona con la capacidad femenina
de sentir placer de forma no localizada. Como dice Luce Irigaray, máxima
exponente del feminismo de la diferencia, "la mujer tiene órganos
sexuales más o menos en todas partes". Por eso también
el deseo femenino en lo sexual no busca un objetivo, lo que deja perplejo
al hombre, porque "desvía la linealidad de un proyecto"
(Irigaray, 353-354). La mujer aprecia "más y mejor el antes
y el después que el durante, que es lo que tiene que ver con la penetración,
centrado en un objetivo masculino" (Sordo, 44).
4. Lenguaje en todo el cerebro
Otra característica distintiva clave que propone la psicóloga
es que mientras lo femenino resuelve los conflictos hablando, lo masculino
lo hace en silencio. Y esto también tiene una raíz biológica.
En la Escuela de Trastornos de la Comunicación de la Universidad
de Sydney, Australia, se descubrió que las áreas cerebrales
relacionadas con el lenguaje son de un 20% a un 30% más grandes en
las mujeres que en los hombres. Además, las zonas que controlan el
lenguaje se concentran en el hemisferio izquierdo del cerebro masculino,
mientras que en el caso de la mujer se distribuyen ampliamente en ambos
hemisferios (Sabbatini, 2000) .
Rhawn Joseph, Ph.D. fundamenta con profusa bibliografía que ellas
tienen una mayor variedad de lenguaje y mejor desempeño en las habilidades
que tienen que ver con la articulación de palabras. Además,
vocalizan más en ámbitos sociales y en relación con
su esfera emocional. En los grupos en que departen sólo mujeres,
tienden a hablar más y más rápido, sobre todo cuando
están en confianza, que en los grupos de pares masculinos. Incluso
especifica que las mujeres producen en promedio 4 palabras más que
los hombres por cada 5 segundos de diálogo (Joseph, 2000).
Y éstas son "palabras contradictorias, un poco locas para la
lógica de la razón, inaudibles para quien las escucha con
esquemas ya confeccionados, con un código muy elaborado en la mano".
Y esto también tiene un origen fisiológico. Como dice Irigaray,
la mujer constantemente vive en un diálogo consigo misma, desde que
en el pubis, sus labios están en contacto permanente. "En lo
que ella dice, también está constantemente tocándose
ella misma. Camina siempre levemente al lado de sí misma con un murmullo,
una exclamación, un suspiro, una oración dejada sin terminar"
(Irigaray, 353).
Por ello, la conversación femenina, el "parler femme" en
términos de Irigaray, es una de las formas de expresión propias
de la mujer (Andermahar, 1997, 159). Puede definirse como "una inagotable
melopea en la que los temas se hilan unos con otros en un aparente sinsentido".
Por eso, el discurso falogocéntrico lo ha identificado tradicionalmente
con lo que Platón llamó doxa, es decir, una opinión
efímera que no se identifica con la verdad y por lo tanto se aparta
del saber y la filosofía. Y esta definición peyorativa se
mantiene hasta nuestra era: en 1922, el lingüista Otto Jaspersen definió
el lenguaje femenino como: "una deformación del lenguaje de
los hombres, porque carece de un vocabulario amplio, de oraciones complejas
y de pensamientos analíticos". (Flores, 11-12). Pero su conectividad
es ante todo interna.
5. Menos ojos en el cuerpo
Otra característica de la diferencia es la preponderancia de lo visual
en el hombre y la contrastante preponderancia de los otros sentidos en la
mujer. También yace en un elemento biológico. Pilar Sordo
expone como ejemplos la transparencia del proceso de amamantamiento, en
que la mujer siente que su hijo succiona pero no ve cuánta leche
sale. El orgasmo femenino también está sujeto a sensaciones
no visuales, al revés que en el caso masculino (Sordo 74-80).
Irigaray también reconoce esta condición, cuando dice que
el predominio de lo visual es ajeno al erotismo femenino, porque ella obtiene
placer más del tocar que del mirar, pero, dominada por el orden impuesto
por el Sujeto masculino, se transforma a sí misma en un bello objeto
de contemplación y para los hombres su órgano sexual representa
"el horror del nada que ver" (Irigaray, 351-352).
6. El príncipe azul ha muerto
Tal como en los cuentos de hadas en los que se formaron generaciones de
mujeres, Pilar Sordo detecta que usualmente la infelicidad y la felicidad
femeninas dependen de otros. En las historias tradicionales, los villanos
suelen ser igualmente mujeres, como madrastras envidiosas de la belleza
y juventud de la protagonista o hadas despechadas; mientras que los héroes
y portadores de felicidad son príncipes azules que las despiertan
a un nuevo mundo. Esto hace que "nuestras conductas femeninas estén
predeterminadas de una u otra forma por lo que los hombres o un hombre es
capaz de generar en nosotras", porque estamos "medio muertas"
en la ausencia de ellos. Esto dificulta que una mujer asuma autónomamente
su propio destino (Sordo, 82-89). Y, al contrario que las características
anteriores, esta dependencia femenina es heredada de la cultura y no yace
en una constitución física.
Como otra consecuencia de lo anterior, el marco de estas fantasías
genera en la mujer el pensamiento mágico, que les hace a menudo esperar
de la realidad acontecimientos irreales e imposibles, lo que la condena
a la infelicidad.
7. Conclusiones
Pese a que puede advertirse en Pilar Sordo un tono crítico hacia
la mujer, la verdad es que ella más bien reclama contra las actitudes
femeninas que han contribuido al empeño masculino de transformar
las diferencias en desigualdades, y que en un mundo hecho por hombres y
para los hombres todo lo propio de la mujer sea sinónimo de enfermedad,
problema y desventaja (cuenta incluso que su hija de 11 años llegó
triste a la casa porque en el colegio la habían insultado sus compañeras
diciéndole "femenina"). Convertir elementos propios de
lo femenino en una queja constante, en ansiedad y en la búsqueda
de hacer real lo mágico en vez de ponerle encanto a la realidad han
ayudado a esta desvalorización de lo femenino y a la sobrevaloración
de lo masculino. Y, como consecuencia alarmante, han llevado a las hijas
y nietas de estas mujeres a no querer ser mujeres, sino asexuadas, con cuerpos
de niña y con agresividad masculina.
A pesar de las consonancias que este planteamiento de reconquista social
de lo femenino pueda tener con el feminismo de la diferencia, hay una clara
distinción en los acentos. En el planteamiento de Luce Irigaray se
tiende más a valorar una autosuficiencia femenina, porque "consigo
misma, ella ya es dos", debido a que como se dijo antes, se toca a
sí misma todo el tiempo. Esto podría llevar a un impulso femenino
por prescindir del hombre, aunque Irigaray insiste en que hacerlo sería
relegar nuevamente a la mujer fuera del ámbito en que rige lo masculino,
quedando apartada de la esfera de poder y esta vez con su propio consentimiento.
En cambio Pilar Sordo insiste en una complementación con el sexo
masculino más que a una exacerbación solitaria de esta diferencia.
Reafirma que el hombre debe aprender de la tendencia femenina a retener,
mientras ella debe aprender a soltar lo que le hiere. Sólo así
se podrá decir ¡que viva la diferencia!
Andermahar, S. Et. Al., A Concise Glossary of Feminist Theory, Arbols,
London, New York, Sidney, Auckland, 1997, pág. 159
De Beauvoir, Simone, Le deuxième sexe, Gallimard, París, Francia,
1947
Flores, Norberto, Doxa, género y sociedad en Marcela Serrano. Et
Alia, Santiago, Uplaced, Vipro, 1997.
Irigaray, Luce, This Sex which is not one", en Feminisms, An Anthology of Literary Theory and Criticism, Editados por Warhol, Robyn y Price Herndl Diane, Rutgers, The State University, New Jersey, Estados Unidos, 1991, págs. 348-356.
Joseph, Rhawn, The Evolution of Sex Differences in Language, Sexuality, and Visual Spatial Skills, en Archives of Sexual Behavior, 29, 53-66, 2000.
Sabbatini, Renato M. E., Are There Differences between the Brains of Males and Females?, en Brain & Mind Magazine, Teleneurosciences Center The Edumed Institute, Brazil, Número 11, Octubre-Diciembre 2000
Sendón de León, Victoria, "¿Qué Es El Feminismo De La Diferencia?" (Una visión muy personal), 2000, http://www.nodo50.org/mujeresred/victoria_sendon-feminismo_de_la_diferencia.html
Sordo, Pilar, Hacia Una Integración Del Concepto De Mujer, en Mundo Mujer, octubre de 2003, url: http://www.nuestromundo.cl/pags/sicologia/IntegracionM.html
Sordo, Pilar, ¡Viva la Diferencia! ( y el complemento también), Editorial Norma, Santiago, marzo 2007
[1] Periodista y Licenciada en Información
Social en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster
en Literatura en la Universidad de Playa Ancha. Académica del Departamento
de Ciencias de la Comunicación y de la Información de la Universidad
de Playa Ancha.
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Revista teórica del Departamento de Ciencias de la Comunicación
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