Monográfico - Revista F@ro Nº 13

La cibercultura desde una sociología de internet(*)

Noemí Salinas P.
Christopher Thompson A.
Universidad Arturo Prat (Chile)

Recibido: 30 de mayo de 2011
Aprobado: 21 de septiembre de 2011

Resumen

En el transcurso de este artículo, intentaremos mostrar, desde una Sociología de Internet, una serie de definiciones que nos ayudaran a comprender la cibercultura, ese concepto que parece tan nuevo pero a su vez reconocible cada vez más por la expansión del conocimiento a través de la red. Entendemos que la cibercultura introduce nuevas categorías o nuevas formas de comprender, lo que algunos podrían denominar como “cultura en Internet”, por ello trataremos de entregar una visión global del concepto, ligado naturalmente a la tecnología, las nuevas concepciones de espacio/tiempo y ciberespacio e hiperespacio.

Palabras clave: Sociología de Internet, ciberespacio, cultura, cibercultura, hipercultura.

Abstract

In the course of this article, we will try, from the Sociology of the Internet, to show several definitions that will help us to understand the cyberculture, concept that seems to be so new but at the same time increasingly recognizable due to the expansion of the knowledge through the net. We understand that the cyberculture introduces new categories or new ways of understanding, which some may name as “Culture in Internet”, therefore we will try to give a global vision of this concept, bound naturally to the technology, the new conceptions of space/time and cyberspace and hyperspace.

Key words: Sociology of the Internet, cyberspace, culture, cyberculture, hyperculture.

Introducción

Es un hecho que “el surgimiento de un nuevo sistema de comunicación electrónico, caracterizado por su alcance global, su integración de todos los medios de comunicación y su interactividad potencial, está cambiando nuestra cultura[1], y lo hará para siempre.” (Castells, 2006, p., 361).  Hemos establecido, además que la llegada del ciberespacio ha configurado nuevos rasgos culturales, en la medida que van abarcando diversos ámbitos de la vida de las personas:

Las nuevas ramas en la industria cultural y las tecnologías informáticas y comunicaciones redefinen radicalmente la comunicación, el acceso a la información y las formas de producir conocimiento. Tornan difusas las fronteras entre aprendizaje activo y recepción pasiva, entre roles de emisión y de recepción, entre cultura sedimentada (valores, religión, conocimientos heredados) y cultura contingente (videoclips, telenovelas, videojuegos, chateo, etc.), entre alta y baja cultura, entro lo ilustrado y lo popular, entro lo nacional y lo exógeno (Hopenhayn, 2003, p., 187).

Es difícil poner en duda esta afirmación, sin embargo, más allá de los cambios culturales a los que nos vemos enfrentados en nuestra cotidianeidad, cabe preguntarse si está surgiendo una nueva dimensión de cultura, una subcultura o una cultura propia del Internet. Creemos que Internet ha provocado una nueva dimensión de lo que hemos conceptualizado como Cultura, y a esto se le ha denominado Cibercultura.

Ahora bien, no resultará fácil conceptualizar este fenómeno y describirlo, sin antes establecer qué es lo que entenderemos por cultura. Respecto del concepto de cultura tradicional, podemos decir que existe una serie de definiciones que no hacen sino complicar la tarea a la hora de establecer una única definición. Pero desde un comienzo, Geertz nos advierte: “La cultura, ese documento activo, es pues pública… Aunque contiene ideas, la cultura no existe en la cabeza de alguien; aunque no es física, no es una entidad oculta” (Geertz,  2003, p. 24). Con ello abrimos el camino hacia lo que será una serie de definiciones y apuntes históricos respecto de la construcción del concepto de cultura, tanto en la sociología como en la antropología.

Del concepto de cultura

Tal como lo establece Jorge Larraín (2005) el concepto de cultura aún cuando es utilizado con anterioridad al siglo de las luces, este “está asociado al nacimiento de la modernidad. Antes de ella se entendía por cultura al cuidado y crecimiento de las cosechas y animales y,  por analogía, se extendió al cultivo y desarrollo de la mente, el perfeccionamiento de las  facultades humanas” (Larraín, 2005, p., 86). Será al comienzo del siglo XIX donde “cultura” se utilizará como sinónimo de civilización. En la tradición inglesa y francesa se utilizaron ambos conceptos “cada vez más para describir un proceso general del desarrollo humano” (Thompson, 1993, p., 186). No obstante, en Alemania estos conceptos se utilizaron de manera diferenciada, esto debido a la polémica entre intelectuales y las clases altas, donde los primeros se mofaban del afán de estas clases altas de buscar el refinamiento a través del aprendizaje de modales propios de la cortesía francesa, que lejos estaban de ser consideradas un cultivo de las habilidades mentales, intelectuales o artísticas. Es así, como “la palabra Zivilisation se asociaba a la cortesía y el refinamiento de modales, mientras que Kultur se usaba para referirse a los productos intelectuales, artísticos y espirituales donde se expresan la individualidad y la creatividad de la gente” (Thompson, 1993, pp., 186-187). Sin duda que esta desviación de la concepción ilustrada dominante de la cultura hasta esa época, significó un importante avance, impulsado como hemos dicho por el descontento de los intelectuales alemanes hacia esa cultura hegemónica de la aristocracia. Esta forma nueva de entender el concepto de cultura permitió que por primera vez  se diera un giro, en la relación con al concepto. Sin embargo, será el nacimiento de la antropología como ciencia lo que marcará la trayectoria de este concepto.

Respecto de lo anterior, y antes de adentrarnos en la definición de cultura, debemos señalar que:

La persistente ambigüedad del concepto de cultura es notoria. Lo es mucho menos la idea de que esta ambigüedad no deriva tanto de la forma en que la gente define cultura como de la incompatibilidad existente entre numerosas líneas de pensamiento que han convergido históricamente sobre el mismo término (Bauman, 2002, p., 95).

Es para muchos, sino para todos, conocido el hecho que existen tantas definiciones de cultura, como tipos de la misma: desde los desarrollos históricos –que expusimos más arriba- para diferenciar civilización de cultura, y de los esfuerzos por unificar criterios al interior de la antropología como de la sociología, el concepto de cultura siempre tendrá, como nos dice Bauman, cierta ambigüedad en su definición, puesto que si optamos por una o por otra, dejaremos de lado las particularidades que una visión nos entrega respecto de la que escogimos para definir nuestro concepto. Pues, en ese intento, podríamos partir diciendo que: “El término cultura … en general se refiere a la forma de vida de cualquier sociedad, y no simplemente a las zonas que la misma sociedad considera como más elevadas o deseables” (Linton, 1993, p., 43). En la definición de Linton, destacamos que existe lo que Bauman llama “cultura como concepto jerárquico”:

Amonestamos a alguien que no ha podido adecuarse a los parámetros del grupo debido a su ‘falta de cultura'. Insistimos repetidamente en que la ‘transmisión de la cultura' es la función principal de las instituciones educativas. Tendemos a calificar a las personas con las que tenemos contacto en función del nivel de su cultura”, agregando con ello que “1. Heredada o adquirida, la cultura es una parte separada del ser humano, una posesión…2. En verdad, se puede modelar  y enmarcar el carácter de un ser humano, pero también se puede dejar desatendido, salvaje y sin refinar[2] (Bauman, 2002, pp., 103-104).

Recapitulando lo anterior, la concepción clásica de cultura, se refería básicamente a “un proceso de desarrollo de facultades humanas relacionado con la asimilación de obras intelectuales y artísticas vinculadas al carácter progresista de la edad moderna” (Larraín, 2005, p., 88). Será terminando el siglo XIX donde surgirá un cambio transcendental en esta concepción de cultura, relacionado con el surgimiento de la antropología, donde el concepto comenzará a adquirir un carácter social otorgado por esta disciplina. Es así como a partir de esta ciencia “el énfasis en el desarrollo del espíritu se desplaza hacia un énfasis en las costumbres, prácticas, modos de vida y creencias de una sociedad” (Larraín, 2005, p., 88). Con ello, podemos decir que: “Una cultura es la configuración de la conducta aprendida y de los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y trasmiten los miembros de una sociedad” (Linton, 1993, p., 45). Este tipo de definiciones, o formas de conceptualizar, entender o analizar la cultura –conceptual o socialmente- está directamente relacionada con la diferenciación cultural de diversas sociedades[3]. Diferenciación que se centra en diversos aspectos, que forman y dan carácter a la cultura de un grupo de individuos, de una comunidad, una aldea, o una sociedad.

Ahora bien, las diversas formas de entender y estudiar la cultura, como bien dijimos, puede provocar en los investigadores adoptar una posición, sin tomar en consideración las que se abandonan. Es así como en el desarrollo de las investigaciones sobre la cultura, las posturas se fueron endureciendo y distanciándose. Anteriormente hemos mostrado algunos acercamientos al concepto de cultura, sin todavía, adscribir a alguno; es en este punto donde podemos agregar una crítica que Geertz realiza a dos modos de entender la cultura:

imaginar que la cultura es una realidad ‘superorgánica', conclusa en sí misma, con fuerzas y fines propios; esto es reificar la cultura. Otra manera es pretender que la cultura consiste en el craso esquema de la conducta que observamos en los individuos de alguna comunidad identificable; esto es reducirla (Geertz, 2003, p., 25).

El autor nos invita a reflexionar respecto de la posición que adoptamos para no caer en determinismo ciegos, que por mucho tiempo estuvieron muy presentes a la hora de comprender, analizar y describir tanto el concepto en sí de cultura, como los fenómenos culturales.

Ahora bien, retomando el desarrollo de la antropología como ciencia de la que hablábamos con anterioridad, Thompson distingue dos concepciones derivadas del concepto antropológico de cultura:

la concepción descriptiva y la concepción simbólica; la concepción descriptiva de la cultura se refiere al conjunto diverso de valores, creencias, costumbres, convenciones, hábitos y practicas característicos de una sociedad particular o de un periodo histórico. La concepción simbólica desplaza el enfoque hacia un interés por el simbolismo: de acuerdo con ella, los fenómenos culturales son simbólicos, y el estudio de la cultura se interesa esencialmente por la interpretación de los símbolos y de la acción simbólica (Thompson, 1993, p., 184).

No obstante, considera que aún cuando la concepción simbólica constituye un importante avance para el desarrollo de un enfoque analítico en el estudio de la cultura, “la debilidad de esta concepción… es que no presta suficiente atención a las relaciones sociales estructuradas donde se insertan siempre los símbolos y las acciones simbólicas” (Thompson, 1993, pp., 184-185).  Es así como Thompson se aventura en formular un concepto  con el cual pretenderá solventar esta debilidad, esta concepción la denomina como concepción estructural de la cultura, en la cual, “los fenómenos culturales pueden entenderse como formas simbólicas en contextos estructurados; y el análisis cultural puede interpretarse como el estudio de la constitución significativa y de la contextualización social de las formas simbólicas” (Thompson, 1993, p., 185). Con ello Thompson busca pensar en el análisis cultural considerando el carácter simbólico de la vida social, no obstante, considerando a la vez la manera en que las formas simbólicas se insertan en contextos sociales estructurados. Esta concepción de Thompson es trascendental para nuestros fines, ya que consideramos la cultura como un entramado de redes de significados en los que nuestras sociedades están suspendidas. En este sentido, es importante destacar las contribuciones efectuadas por Geertz al estudio de la cultura, y la formulación de un concepto para la misma. Para el autor, “la cultura consiste en estructuras de significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace cosas tales como señales de conspiración y se adhiere a éstas, percibe insultos y contesta a ellos” (Geertz, 2003, p., 26). Esta forma de entender el concepto, nos acerca a la “cultura como concepto genérico” de Bauman: “Una primera alternativa es definir desde un principio la cultura como un conjunto de significados y herramientas simbolizados, único, total e indivisible, además de atribuible solamente a la humanidad y a toda ella[4]” (Bauman, 2002, p., 153). Vemos entonces una concepción ligada a una construcción simbólica de significados, atribuible a la naturaleza humana, mediante un proceso por el cual la adquirimos, pero que también tenemos internalizado desde nuestra propia concepción como seres humanos:

A fin de adquirir la información adicional necesaria para que pudiéramos obrar nos vimos obligados a valernos cada vez más de fuentes culturales, del acumulado caudal de símbolos significativos. De manera que estos símbolos no son meras expresiones o instrumentos o elementos correlativos de nuestra existencia biológica, psicológica y social, sino que son requisitos previos de ella. Sin hombres no hay cultura [pero igualmente] sin cultura no hay hombres (Geertz, 2003, p., 55).

Podemos señalar además, y para aportar a las ideas de Geertz respecto del concepto de cultura, lo que para Parsons constituye parte  fundamental en su corpus teórico, ya que el sistema cultural tiene un rol preponderante al interior de la teoría parsoneana, junto con los otros dos sistemas. Por ello, el autor nos entrega su definición de cultura, de la cual el mismo Geertz recolectó para su conceptualización:

primero, la cultura es transmitida; constituye una herencia o una tradición social; segunda, la cultura es aprendida; no es una manifestación, como contenido particular, de la construcción genética del hombre; y tercera, la cultura es compartida. En este sentido, la cultura es, de una parte, un producto de los sistemas de interacción social humana, y, de otra, un determinante de esos sistemas (Parsons, 1999, p., 27).

En relación a la historia de este concepto tan vital para nuestra disciplina, Larraín nos señala que han logrado permanecer dos concepciones de cultura, en lo que denomina una relación inestable y de tensión a través de la historia de este concepto, “por un lado está la definición clásica de la cultura como arte y vida intelectual, y por otro, la definición antropológico-social de cultura como los significados y  valores  sedimentados en modos de vida diferentes y específicos” (Larraín, 2005, p., 90). Sin embargo, considera que “no es necesario optar entre ellas sino más bien pensarlas como dos polos de esa estructura compleja de significados que es la cultura” (Larraín, 2005, p., 90). Conclusión que consideramos relevante a la hora de utilizar un concepto tan camaleónico como el de Cultura.

Del concepto cibercultura

Pierre Levy (2007) señala que podemos entender como cibercultura  al “conjunto de las técnicas (materiales e intelectuales), de las prácticas, de las actitudes, de los modos de pensamiento y de los valores que se desarrollan conjuntamente en el crecimiento del ciberespacio” (Levy, 2007, p., 1). No obstante, entendemos además que este conjunto del que nos habla Levy debemos entenderlo como un sistema auto-organizado y dialéctico, como lo denomina Fuchs, para quien la cibercultura:

Is a dialectical system in which cultural action and cultural structures go online: It involves the permanent mutual production of practices and structures that produce and re-create mind (ideas, values, affects, meaning, taste) and body with the help of networked computer technology that allows to transcend spatial borders and takes place synchronously or asynchronously. Cyberculture develops dynamically; it is a self-organizing system in which cultural practices and structures permanently produce and reproduce each other in self-referential loops. Such a dialectical notion of cyberculture avoids the onesidedness of subjective and objective approaches[5] (Fuchs, 2008, p., 299).

Considerar a la cibercultura como un sistema dialéctico, permite entenderla como un sistema estructurado en la sociedad moderna, por antagonismos y luchas. Esta noción es transcendente para entender la dinámica de Internet, como un sistema en el que se plasman las contradicciones internas de nuestras sociedades en condiciones de modernidad. Es decir, según nuestra perspectiva Internet no es bueno ni malo, sino que las prácticas simbólicas que se desarrollan en él contienen los antagonismos propios de los contextos estructurados desde donde surgen. Los individuos que se insertan en el ciberespacio pueden estar practicando el ciberodio como el ciberamor, pueden estar participando del aprendizaje cooperativo online o bien del individual y competitivo, pueden informarse a través del periodismo critico online o bien consumiendo periodismo manipulativo, etc. Las dimensiones de esta cibercultura contienen elementos cooperativos y competitivos, conceptos claves desarrollados por Fuchs (2008) para el análisis de Internet.

Desde otra perspectiva, la cibercultura genera una nueva modalidad de comunicación, o una “… mutación comunicacional que entraña algunas singularidades y no pocas paradojas” (Cuadra, 2003, p., 65). Cuadra enumera a lo menos cinco tesis respecto de esta nueva modalidad. A saber:

1. La nueva modalidad comunicacional no es solo un aspecto de la cultura contemporánea sino que trae consigo un cambio en los supuestos semiológicos de la cultura misma: ‘un nuevo régimen de significación'…2. La ‘cibercultura' en tanto sistema de signos altamente complejo[6], se distribuye de manera ‘simétrica y homogénea'…3. Cada usuario deja de ser identificable por referencia a un estrato social; la tercera tendencia de la cibercultura es hacia la ‘sinestratía'…4. La ‘cibercultura' ha elevado a la enésima potencia la capacidad colectiva de representar realidades miméticas y abstractas… 5. La ‘cibercultura' constituye, según hemos visto, un nivel de complejidad semiótica, inédita en la historia humana (Cuadra, 2003, pp., 66-67).

El autor expone estas cinco tesis respecto de la cibercultura, encontrándonos en ellas una suma de definiciones y formas de entender a esta última, tanto en las aportaciones teóricas y epistemológicas que versan en elementos de cooperación y competición en Internet; nuevos códigos lingüísticos, en tanto signos y símbolos comunicacionales; la expansión horizontal de los knowledgement –conocimiento- de cada individuo, como nunca antes se había presentado; y por último, las nuevas posibilidades brindadas a la totalidad de una colectividad, grupos humanos, comunidades, redes, etc. de representar su propia realidad y conocer otras, en un constante de flujos de intercambio cultural, social, político e incluso económico: una “construcción tecnológica de la cotidianeidad” (Piscitelli, 2002, p., 19) en lo que Piscitelli llama tecno-culturas.

En relación a ello, Cuadra avanza significativamente en el análisis en relación al ciberespacio y las nuevas concepciones de tiempo y espacio que en él se generan y en el como las nuevas posibilidades tecnológicas propician un nuevo habitar en el mundo:

Las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC's), se nos ofrecen como el modo de ser contemporáneos: ser plenamente modernos es acceder a la red, vivir la digitalización. De este modo, a cada ritual de nuestra vida social debemos anteponer una ‘e' como sello inequívoco de que ‘habitamos' ese lugar virtual. Pareciera que cada ámbito de lo social busca correlato en el ciberespacio, tanto el Mercado como el Estado: e-business o e-goverment; comercio o enseñanza, e-commerce o e-learning (Cuadra, 2003, p., 209).

Cibercultura e hipercultura desde la sociología de internet

Aún cuando hemos señalado varias conceptualizaciones de la cibercultura, se nos vuelve necesario construir un concepto para tal término que refiera a las dimensiones que consideramos, refleja a este tipo de cultura. La revisión conceptual que hemos llevado a cabo desde cultura a la cibercultura, nos permiten considerar a la cibercultura como la producción de nuevas formas simbólicas y una resignificación de las ya producidas en el mundo social y cultural, en el contexto estructurado del ciberespacio. Entendida como un sistema cultural que incluye elementos de cooperación y competición, estableciendo una lógica dialéctica entre ellos. Esta definición de cibercultura se nutre de los análisis realizados desde Geertz, considerando a la cultura como un entramado de significaciones, pero que retomando a Thompson y Larraín incluimos la necesidad de entender que éstas están insertas en un contexto social, el ciberespacio, que para el análisis adecuado de la cibercultura debe ser considerado, ya que las implicancias de éste y sus contradicciones, propias de nuestras sociedades modernas reflejadas en él, categorías de análisis propias de este sistema cultura. Al mismo tiempo mediante esta definición sumamos los aportes de Fuchs y Cuadra a partir de la resignificación de la que nos habla Cuadra y de la importancia que le otorga Fuchs al considerar a este sistema cultural como dialéctico, donde incorpora sus dimensiones de cooperación y competición.

Cuando hablamos de una producción y resignificación de formas simbólicas, hacemos referencia al hecho de que en el ciberespacio, sus habitantes y visitantes generan nuevos productos culturales a través de sus aportes, pero al mismo tiempo dan una resignificación de las formas simbólicas que han sido habitualmente producidas en nuestras sociedades tal cual lo enunciaba Cuadra. Ahora bien, debemos ser claros: lo que entendamos por cibercultura nace a partir de los fenómenos culturales del ciberespacio y que por tanto, entenderemos a la Hipercultura como el Sistema cultural propio de la Sociedad informacional y de la sociedad red, donde convergen formas simbólicas propias del ciberespacio, como la cibercultura, la cultura de masas, y las diversas formas culturales de nuestras sociedades y que tienen lugar en el hiperespacio, ese espacio social de interacción entre el entorno físico y el ciberespacio. Porque cuando hacemos referencia a la hipercultura como concepto de convergencia, lo hacemos a partir de la reflexión sobre cómo analizamos la interacción entre ambos entornos, tanto el físico como el ciber. Esto porque entendemos de que no hablamos de espacios autónomos entre uno y otro, ambos se reconfiguran respecto al otro, pero ¿cómo damos cuenta de esta interdependencia? Ya que:

no es que el ciberespacio no tenga referentes constantes y totales en la vida real, no es que las personas dejen de ser reales cuando entran a este espacio, no es que no haya conexión alguna, la propuesta es que se trata de un mundo paralelo que se alimenta del mundo real, pero que a su vez lo retroalimenta, y que sin embargo, puede experimentarse separado en algunas ocasiones (Gómez, 2002).

La interacción entre ambos espacios, para Mitra y Schwartz, abre la posibilidad de crear nuevos espacios que son sintéticos y que no existían antes de ésta:

The new spaces that are being carved out are indeed cybernetic spaces which need to be understood as whole systems that could have a strong cyber and real component where neither deserves to be privileged but both need to be examined together to understand how the combined space operates. Furthermore, in the original conceptualization of cybernetics by Weiner (1948), much was made of the idea of feedback and how one part of a system may control another. This is also what is happening with the new synthetic space that is beginning to emerge in the interaction of the real and the virtual[7](Mitra y Schwartz, 2001).

Es decir, para Mitra y Schwartz cuando examinamos las dimensiones del ciberespacio, centrándonos solamente en lo ciber, ofrecemos sólo una mirada del fenómeno, (que por cierto resulta parcial), la cual sin duda esta teniendo lugar en el ciberespacio, pero que sin embargo, está labrado a través de la interacción de lo real y lo ciber. Por tanto proponen que se debe cambiar el foco del ciberespacio a lo que denominan el espacio cibernético, con el fin de comenzar a entender cómo las tecnologías han ido transformando los espacios. Nos dicen que:

The mobilization of the idea of cybernetic space forces the analyst and the critic to constantly look at the interplay of the real and the virtual and offer a label to this new space that we are living in. In many ways, the approach based in cybernetic space does not privilege the real over the cyber or vice versa, but focuses on the fact that one cannot exist without the other and we constantly live in both[8] (Mitra y Schwartz, 2001).

Este cambio en el análisis a lo que denominan lo cibernético, es considerado como un cambio en la forma en que se investigan las problemáticas de Internet.  Como nos señalan:

 The idea of the cybernetic space allows for the simultaneous understanding of both the real and the cyber as one conceptual whole and the Internet can be analyzed from both the perspectives. […] The analysis of the Internet, when considered from the perspective of cybernetic space, would thus be a more involved and holistic process than what it is now[9]. (Mitra y Schwartz, 2001).

Desde esta perspectiva, Edgar Gómez propone el concepto de Hiperespacio con el objeto de poder comprender y analizar la relación entre el espacio físico y el ciberespacio. “Este concepto busca englobar la percepción de lo real, de lo ciber y, lo más importante, la suma de ambos” (Gómez, 2002). Es así como destacamos la importancia del concepto de Hiperespacio, ya que si bien existe una necesidad de analizar las transformaciones de nuestros entornos físicos y las dimensiones del ciberespacio, también nos encontramos con la necesidad de analizar la convergencia entre ambos y sus relaciones. En este sentido, Gómez nos propone dos conceptos para analizar el hiperespacio:

Por un lado está el de “domesticación”, que se refiere al proceso cómo la tecnología se incorpora a la cotidianeidad y va transformando los hábitos y los espacios. Y por otro, está el de la “virtualización” del hogar, esto es, que ya el espacio físico se ve superado por las actividades que se realizan frente a una computador y que van adquiriendo dinámicas propias con relación al espacio (Gómez, 2002).

Nos parece importante enfatizar, con todo lo ya expuesto, que el concepto de hiperespacio permite acercarnos a desarrollar un análisis teórico más completo y holístico,  ya que nos concede el análisis de todas las relaciones que se puedan establecer entre un tipo de espacio y otro, así como las dimensiones de cada uno. Y con todo, incluir en el análisis un fenómeno tan fundamental para entender la cibercultura, como lo es la hipercultura.

Referencias Bibliográficas

Bauman, Zygmunt (2002) La cultura como praxis. Editorial Paidos. Barcelona

Castells, Manuel (2006) “La era de la información: Economía, sociedad y cultura”. Volumen I: La Sociedad Red.  Siglo Veintiuno Editores. Séptima Edición.

Cuadra, Álvaro (2003) De la Ciudad Letrada a la Ciudad Virtual. LOM Ediciones, Santiago de Chile.

Fuchs, Christian (2008) Internet and Society: Social Theory in the Information Age. Routledge. Routledge Research in Information Technology and Society Series Number 8. New York.

Geertz, Clifford (2003)  La interpretación de las culturas. Editorial Gedisa. Barcelona.

Gómez, Edgar (2002)  Espacio, Ciberespacio e Hiperespacio: Nuevas configuraciones para leer la Comunicación Mediada por Computadora. Fuente Original: Anuario de Investigación del CONEICC.

Hopenhayn, Martin (2003) “Educación, comunicación y cultura en la sociedad de la información: una perspectiva latinoamericana” En: Revista de la CEPAL  Nº81 Santiago de Chile.

Larraín, Jorge (2005) ¿América Latina Moderna?: Globalización e Identidad. LOM Ediciones. Santiago de Chile.

Lévy, Pierre (2007) Cibercultura: Informe al consejo de Europa. Anthropos Editorial. Barcelona.

Linton, Ralph (1993) Cultura y Personalidad. Fondo de Cultura Económica. Santiago de Chile.

Mitra, Amanda y Schwartz, Rae Lynn (2001) From Cyber Space to Cybernetic Space: Rethinking the relationship between Real and Virtual Spaces. Department of Communication Wake Forest University.

Parsons, Talcott (1999) El sistema social. Alianza Editorial. Madrid.

Piscitelli, Alejandro (2002) Meta-Cultura: El eclipse de los medios masivos en la era del Internet. La Crujía ediciones. Buenos Aires.

Thompson, John (1993) Ideología y cultura moderna. Editorial Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco. México.


(*)  Presentado como parte del proyecto de investigación Esbozo de una Sociología de Internet: Delimitaciones teóricas y epistemológicas, Universidad Arturo Prat. 2010.

[1] En relación a este cambio en la cultura que estamos experimentando, Linton nos entrega una visión al respecto: “Las culturas cambian y se desenvuelven, y en el curso de su historia descartan ciertos elementos y asimilan otros, de modo que como resultado de este proceso pueden experimentar transformaciones casi completas en cuanto al contenido, y profundos cambios en los patrones, si la sociedad perdura lo bastante y se ve sometida a suficientes vicisitudes” (Linton, 1993, pp., 49-50). Pareciera entonces que lo expuesto aquí se está llevando a cabo: transformaciones, cambio en los patrones de la sociedad, asimilación de elementos supranacionales en la cultura local, adopción de nuevos modos de ver y comprender la vida social; todo ello se conjuga en este nuevo paradigma, en esta nueva forma de conceptualizar la cultura, eso sí, desde una perspectiva y espacio/tiempo distinto: Internet y el ciberespacio/hiperespacio.

[2] Para ilustrar de distinta forma -pero manteniendo el sentido- la definición propuesta por Bauman, diremos siguiendo a Linton que: “Toda sociedad posee una cultura, por muy sencilla que sea, y todo ser humano es culto en el sentido de que es portador de una u otra cultura” (Linton, 1993, p., 44), destacando con ello, los elementos jerárquicos del concepto de cultura desarrollados más arriba.

[3] Al respecto, Bauman nos habla de la “cultura como concepto diferencial”  en la que “… cultura se emplea para dar cuenta de diferencias aparentes entre comunidades de gentes (temporal, ecológica o socialmente discriminables, diferenciables) […] para explicar el sedimento de idiosincrasias desviadas que no resultan explicables a través de aquellas regularidades juzgadas como universales y omnipresentes” (Bauman 2002: 118).

[4] Geertz entiende perfectamente esta cualidad única atribuible a los seres humanos de la cultura, que si bien pareciera ser sólo adquirida, tiene componentes que son innatos a la naturaleza humana: “La concepción de la cultura desde el punto de vista de los ‘mecanismos de control' comienza con el supuesto de que el pensamiento humano es fundamentalmente social y público … El pensar no consiste en ‘sucesos que ocurren en la cabeza', sino en un tráfico de lo que G. H. Mead y otros llamaron símbolos significativos –en su mayor parte palabras, pero también gestos, ademanes, dibujos …cualquier cosa, en verdad, que esté desembarazada de su mera actualidad y sea usada para imponer significación a la experiencia. En el caso de cualquier individuo particular esos símbolos ya le están dados en gran medida” (Geertz, 2003, p., 52). Son estos elementos los que hacen de la cultura, única e indiscutiblemente un componente de la naturaleza humana.

[5] “Es un sistema dialectico en el que la acción cultural y las estructuras culturales van en línea: supone la producción mutua permanente de prácticas y estructuras que producen y re-crean mente (ideas, valores, afectos, significado, sabor) y cuerpo con la ayuda tecnológica computacional en red que permite trascender barreras espaciales y tiene lugar sincronizada y asincronizadamente. La cibercultura se desarrolla dinámicamente; es un sistema auto-organizado en donde las prácticas culturales y las estructuras permanentemente se producen y reproducen en rizos (loops) auto referenciados. Tal noción dialéctica de cibercultura evita la unilateralidad de las aproximaciones objetivas y subjetivas” (Traducción de los autores).

[6] Encontramos en este punto una nueva aproximación al concepto de cibercultura, que aporta un nuevo valor a las definiciones antes expuestas.

[7] “Los nuevos espacios que están siendo labrados son ciertamente espacios cibernéticos que necesitan ser comprendidos como sistemas enteros que podrían tener un fuerte componente tanto real como cibernético donde ninguno merece ser privilegiado pero ambos necesitan de ser examinados juntos para entender como el espacio combinado funciona. Más aun, en la conceptualización original de cibernética de Weiner (1948), mucho se ha dicho de la idea de retroalimentación y como una parte de un sistema puede controlar a otra. Eso es también lo que esta pasando con el nuevo espacio sintético que está comenzando a emerger de la interacción de lo real y lo virtual” (Traducción de los autores).

[8] “La movilización de la idea de espacio cibernético fuerza al analista y al critico a mirar contantemente la interacción de lo real y lo virtual y ofrecer una etiqueta a este nuevo espacio en que vivimos. De muchas formas, la aproximación basada en espacio cibernético no privilegia lo real por sobre lo virtual o viceversa, pero se enfoca en el hecho que uno no puede existir sin el otro y vivimos contantemente en ambos” (Traducción de los autores).

[9] “La idea de espacio cibernético permite el entendimiento simultaneo de tanto lo real y lo ciber como un todo conceptual, y la Internet puede ser analizada desde ambas perspectivas. (…) El análisis del Internet, cuando es considerado desde la perspectiva del espacio cibernético, seria por tanto un proceso mas envolvente y holístico, de lo que es ahora” (Traducción de los autores).