Estudios - Revista F@ro Nº 13

Esbozo de una utopía: las Misiones Pedagógicas de la II República española (1931-1939)

Javier Gimeno Perelló*
jgimeno@buc.ucm.es
Universidad Complutense de Madrid

Recibido: 20 de octubre de 2010
Aprobado: 22 de octubre de 2010

Resumen

Las Misiones Pedagógicas fueron una iniciativa del Gobierno de la II República española destinada a la alfabetización y a la mejora del nivel educativo y cultural de los sectores más atrasados de la población española, fundamentalmente, los campesinos, obreros, niños y pobladores de lugares de difícil acceso. Se nutren de escuelas de pensamiento avanzado como el regeneracionismo y del krausismo y de entidades como la Institución Libre de Enseñanza, cuya impronta determina la denominada Edad de Plata de la cultura y la ciencia españolas.  En las Misiones colaboraban de manera altruista destacados intelectuales, poetas o artistas como Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Luis Cernuda y tantos otros, además de estudiantes, maestros, bibliotecarios y muchos otros profesionales y personas de cualquier oficio o sin él, todas gentes entusiastas de la labor acometida por las Misiones en beneficio de la cultura popular. Éstas organizaban exposiciones, recitales de poesía, representaciones teatrales y en general actividades culturales de todo tipo para el deleite pero sobre todo, la instrucción de las gentes. Los tres años de la Guerra Civil y la posterior dictadura franquista acabó con esta experiencia cultural única en la historia de España.

Palabras clave: Misiones Pedagógicas, II República española (1931-1939), Edad de Plata, Institución Libre de Enseñanza, Guerra Civil española (1936-1939)

Abstract

Misiones Pedagógicas were an initiative of the Government of the Second Spanish Republic aimed at improving literacy and educational and cultural level of the most backward of the spanish population, mainly farmers, workers, children and people from hard to reach places . In the Misiones collaborated prominent intellectuals, poets and artists like Federico García Lorca, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Luis Cernuda and many others, as well as students, librarians and other people and other collaborators, all of enthusiastic volunteers from the work undertaken by the missions for the benefit of popular culture. Those organized exhibitions, poetry recitals, theatrical performances and other cultural activities to delight, but above all, the instruction of the people. The three years of the Civil War and the subsequent Franco dictatorship ended with this unique cultural experience in the history of Spain.

Key words: Misiones Pedagógicas, Second Spanish Republic (1931-1939), Edad de Plata, Institución Libre de Enseñanza, Spanish Civil War (1936-1939).

Introducción. Llegada de la II República

El nacimiento de la II República española un 14 de abril de 1931 fue el comienzo de un proceso histórico marcado por un afán de libertad y de progreso, trágicamente truncado cinco años después por un cruento golpe de estado en julio de 1936. Sublevación perpetrada por un sector del ejército de ideología fascista disconforme con el Gobierno republicano elegido democráticamente, que dio inicio a una guerra civil entre los años 1936 a 1939, finalizando con el triunfo de los sublevados y la proclamación de una larga dictadura militar (1939-1975).

La II República significó para España romper con una larguísima deriva histórica de gobiernos involucionistas, católicos y monárquicos. Deriva que, si bien podemos establecer desde los Reyes Católicos en el siglo XV, sería la toma de posesión del trono por parte de Fernando VII en 1813 –quien reinstauró el Absolutismo en España-, el inicio de una corriente conservadora en el siglo XIX que comenzara con la derogación de la Constitución liberal de Cádiz de 1812 por el propio Fernando VII. El siguiente episodio de progreso fue el Sexenio Democrático, también conocido como Sexenio Revolucionario (1868-1874), período que culminó con la proclamación de la I República (1873-1874), e igualmente abortado por las fuerzas conservadoras con la reinstauración borbónica. Deriva tradicionalista que continuó en el siglo XX con la Monarquía de Alfonso XIII, la Dictadura del general Primo de Rivera, y, tras el paréntesis progresista de la II República, el Régimen denominado nacional-católico, de carácter ultraconservador,r del general Francisco Franco.

Esta constante desde el siglo XV en la que se suceden gobiernos tradicionalistas y progresistas (jerga acuñada en el s. XIX), con predominio evidente de los  primeros, constituye lo que los historiadores han denominado Debate de las dos Españas -conocido también como Ser de España o el Problema de España-. Se trata de una discusión historiográfica iniciada a finales del siglo XIX por los historiadores y filósofos del denominado regeneracionismo, en el cual se enfrentan las dos tendencias existentes a lo largo de la Historia de España hasta hoy día: la España católica frente a la España anticlerical o laicista; tradición frente a progreso; conservadurismo versus liberalismo; derecha e izquierda, etc. Esta disputa cobra especial relevancia durante el primer tercio del siglo XX con la incorporación del debate entre el centralismo y el nacionalismo, donde se enfrentan dos ideas esenciales para el devenir existencial de la España republicana; debate retomado posteriormente durante el período democrático actual e incorporado a la Constitución de 1978: España como estado unitario versus España como comunidad de nacionalidades diversas, fundamentalmente, catalana y vasca. Durante la II República se puso de manifiesto este debate donde se aunaron, de un lado, los partidarios de la España católica, tradicional, conservadora, de derechas y unitaria; de otro, la España anticlerical, liberal, moderna, de izquierdas y nacionalista. Ciertamente, no podía faltar en esta disyuntiva el componente socioeconómico desde sus propios inicios en el siglo XIX: socialismo frente a capitalismo; clase obrera versus burguesía, etc. Elemento que ha ido evolucionando durante el siglo XX en todo el mundo, con la incorporación de conceptos relacionados con lo colectivo/individual, público/privado, nacionalización/privatización, etc., hasta el momento actual, con terminologías como neoliberalismo o globalización económica frente a equidad, reparto de la riqueza o igualdad.

El poeta Antonio Machado puso de manifiesto esta dicotomía en uno de sus más célebres poemas:


Y hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo te guarde Dios.
una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.

Antonio Machado. Proverbios y cantares

La II República fue posible  gracias a la coalición electoral de las fuerzas de izquierda, denominada Frente Popular, formada, entre otros, por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), el Partido Comunista (PCE) o la Izquierda Republicana de Manuel Azaña, quien fuera presidente del Gobierno republicano en dos períodos (1931-1933 y 1936-1939). El Frente Popular fue constituido por esos partidos para derrotar a la derecha monárquica y al conjunto de los partidos de derecha, agrupados la mayoría en la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) de Gil Robles.

Si en algo se caracterizó el Gobierno de la II República, además, obviamente de sus políticas económico-sociales que favorecieron a amplios sectores del campesinado, trabajadores y capas populares, fue su empeño en desterrar el analfabetismo y la incultura de una España a todas luces atrasada y pobre.

A principios del siglo XX España era un país cuyos índices de desarrollo, tanto económico como cultural, eran notablemente inferiores respecto de los países europeos más avanzados. A la par de la Generación del 98 -la generación de grandísimos intelectuales y escritores como Ramón del Valle-Inclán, Pío Baroja, Miguel de Unamuno, Azorín o Antonio Machado, entre otros-, surge en los primeros años de ese siglo una corriente de pensamiento cuyo principio fundacional era la regeneración de España en sus aspectos político y económico, pero sobre todo, cultural y educativo. De ahí su nombre: regeneracionismo, antes citado, inspirado en la Ilustración del siglo XVIII e impulsado fundamentalmente por la escuela filosófica conocida como el krausismo. Ambas escuelas, krausismo y regeneracionismo, se oponían a cualquier intento de dogmatismo y defendían la libertad de cátedra y de conciencia, el libre pensamiento y la formación humanística y científica como motor de desarrollo de un país. El regeneracionismo fue fundado por el pensador español Joaquín Costa; el creador del krausismo fue el filósofo alemán de fines del XVIII y primera mitad del XIX, Karl Christian Friedrich Krause. Intelectuales de la talla de Francisco Giner de los Ríos, creador, en 1878, de la Institución Libre de Enseñanza, entidad de enorme prestigio académico nacional e internacional que sirvió de vehículo para las ideas krausistas y regeneracionistas en España; Julián Sanz del Río, introductor en este país del krausismo; o el mismo Joaquín Costa, son algunos de los más destacados valedores de las ideas filosóficas más avanzadas en los aspectos culturales, educativos, científicos o académicos que han tratado de permear en el primer tercio del siglo XX una España atrasada e inculta. Ideas que el golpe militar franquista y la larga dictadura acabaron por truncar desterrándolas al exilio, a la persecución o al olvido.

Los regeneracionistas, los krausistas, los seguidores de la Institución Libre de Enseñanza –institucionistas- y cuantos soñaban una España avanzada, culta, educada y desarrollada social y económica pero también científica y académicamente, dispusieron de muy poco tiempo, poco más de treinta años, para sus ensayos de regeneración. Hubieran necesitado varias generaciones para la transformación que anhelaban, a saber, la de introducir a España en la Modernidad, sin contar con las enormes trabas –muchas, insalvables- que hallaron a su paso: trabas causadas por unas rancias ideas y mohosas costumbres tradicionales muy incrustadas en la población; miedos atávicos irracionales y prejuicios muy extendidos; la misma incultura y el analfabetismo endémicos que se quería combatir; un atraso económico de siglos; el aislamiento geográfico de la mayoría de pueblos y aldeas; pero sobre todo, el arraigo de una religión ultramontana, la católica, impregnada de dogmatismos castradores y antítesis de la razón y de conocimiento científico o de pensamiento reflexivo y crítico.

A pesar de ello, esta minoría de ilustrados logró relevantes avances para la educación, la ciencia y la cultura en España. Tal es así que el período comprendido entre 1900 y 1939 se conoce como la Edad de Plata de la cultura y la ciencia españolas, algunos de cuyos máximos exponentes constituyen la llamada Generación del 14, también llamada del Novecentismo: el más destacado, el filósofo José Ortega y Gasset, junto con otros relevantes pensadores como María Zambrano –entre las escasísimas mujeres- o Xavier Zubiri; los historiadores Américo Castro o Sánchez Albornoz; los escritores Ramón Gómez de la Serna, Gabriel Miró o Benjamín Jarnés; o el mismo Manuel Azaña, quien, además de presidente, como antes apuntamos, del Gobierno republicano en dos periodos, fue un intelectual reconocido por sus escritos y reflexiones filosófico-políticas y algunas obras literarias, especialmente teatrales –Velada en Benicarló, entre otras-, galardonado con el Premio Nacional de Literatura en el año 1926. Varios científicos de la época –contemplados o no, según los estudiosos, en la Generación del 14- contribuyeron al desarrollo de la ciencia española con sus importantes investigaciones y estudios, como los difusores del darwinismo en España, el químico José Rodríguez Carracido, el catedrático de Historia Natural Odón de Buen, Ignacio Bolívar, entomólogo, director del Museo de Ciencias Naturales, o el genetista Antonio Zulueta.

Fruto de esta ingente labor es la creación en 1907 de la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por el científico de más universal nombradía de la historia de la ciencia española, el insigne neurólogo Santiago Ramón y Cajal, creador del Laboratorio de Investigaciones Biológicas, una de las más fundamentales instituciones científicas de la ciencia española del primer tercio del siglo XX, y Premio Nobel de Medicina en 1906 por sus trascendentales investigaciones sobre las teorías neuronales y el sistema nervioso, sistematizadas en su magna obra, Textura del sistema nervioso del hombre y los vertebrados.

Como dijimos, fue muy escaso el tiempo que los impulsores de la Modernidad en España tuvieron para ver cumplidas sus metas de regeneración y de ilustración. Aun a comienzo de los años 30, cuando los españoles votan por el fin de la Monarquía del rey Borbón Alfonso XIII –abuelo del actual rey, también de la dinastía francesa de Borbón, Juan Carlos I- y la instauración de la II República el 14 de abril de 1931, España no dejaba de ser uno de los países con mayor índice de analfabetismo de Europa, superior al 50%. Desde el reinado de otro Borbón, el ilustrado Carlos III en el siglo XVIII (1759-1788), España no había vuelto a tener unos legisladores preocupados, ni mucho menos ocupados, por dotar al pueblo español de un sistema educativo eficaz y de un nivel cultural aceptable, de modo que muchas aldeas aisladas en zonas de montaña y pueblos pequeños y aun medianos carecían de escuelas y las que existían en muchas ciudades apenas alcanzaban para una pequeña parte de sus moradores.

Las bibliotecas y los centros y sociedades científicas y culturales, originarias muchas de tiempos del mencionado rey Carlos III en la segunda mitad del siglo XVIII, habían desaparecido prácticamente a la llegada de la II República, y los pocos museos y teatros se encontraban en un deplorable abandono. Las escuelas y las universidades sobrevivían de los restos que quedaban de los tiempos del rey ilustrado, y los maestros, profesores universitarios, y los escasos científicos e investigadores que había en España, malvivían con paupérrimos sueldos y no contaban con los equipamientos y las infraestructuras imprescindibles para llevar a cabo dignamente su labor. El gran esfuerzo acometido durante el primer tercio del siglo XX por las citadas Junta de Ampliación de Estudios e Institución Libre de Enseñanza no se vio acompañado por el necesario esfuerzo económico, y sobre todo, por la voluntad política que había requerido el desafío propuesto por el regeneracionismo, de introducir a España en la Modernidad y ponerla a la altura de los más avanzados países de su entorno europeo.

No fue entonces hasta la proclamación de la II República cuando comenzó a desarrollarse un ambicioso plan de alfabetización, de educación y de política científica, reconocido en la Constitución de 1931, creando escuelas allí donde no existían, bibliotecas, casas del pueblo, centros culturales, donde se impartían clases y se realizaban  actividades musicales, literarias, teatrales, culturales de todo tipo. Tanto la Institución Libre de Enseñanza, como la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, vivieron un renacer de su original misión.

La cultura, la educación, el arte, las bibliotecas: las Misiones Pedagógicas


Uno de los carteles publicitarios de las Misiones Pedagógicas

Creado en 1931 el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes por el Gobierno republicano, dependiente de aquél se constituye el Servicio de Cultura Popular –antonomásticamente conocido como Cultura Popular-, órgano encargado de elaborar y poner en práctica una ambiciosa política de desarrollo educativo cultural. Fruto de esta política es la creación, por Decreto de 29 de mayo de 1931, de las Misiones Pedagógicas.

Las Misiones tuvieron su germen en el Museo Pedagógico Nacional de Madrid, fundado en 1882 por los krausistas y dedicado a fomentar la pedagogía de las ciencias y las humanidades. El Museo contribuyó de manera muy notable a avivar la reforma educativa y la escuela de finales del siglo XIX y comienzos de XX. Entre sus creaciones emblemáticas destaca el Laboratorio de Antropología Pedagógica, en cuyas instalaciones hervían las actividades pedagógicas de toda naturaleza, investigaciones, publicaciones, equipos de trabajo didáctico en ciencias experimentales y humanas y un largo etcétera. En este ambiente nacen las Misiones Pedagógicas.

El cometido fundamental de las Misiones era llevar a la población, con preferencia a las que habitaban en el medio rural, el progreso y los medios de participar en él. Tenían el encargo de «difundir la cultura general, la moderna orientación docente y la educación ciudadana en aldeas, villas y lugares, con especial atención a los intereses espirituales de la población rural»[1]

Para cada localidad visitada se realizaba un programa específico que atendía a sus necesidades. En los programas diarios se incluían proyecciones, audiciones y lecturas. Siempre se buscaba que las sesiones didácticas resultasen divertidas y amenas. Se buscaba un nuevo concepto de aprendizaje. El propósito de las Misiones no sólo se centraba en acabar con el analfabetismo en España, sin más: pretendía despertar el interés de la población por la lectura y la cultura y crear así un hábito que se mantuviese firme al término de las misiones.

Para llevar a cabo este  ambicioso proyecto, las Misiones, de cuyo Patronato era presidente Bartolomé Cossío, se dividieron en secciones o servicios, todos ellos constituidos por personas voluntarias, que querían contribuir con la causa compartiendo su conocimiento con los más desfavorecidos. Así, se llevaron a cabo servicios de biblioteca, de cine -la plaza mayor solía ser una sala de proyecciones improvisada, a falta de un lugar más adecuado-, de teatro, de museo, gracias al cual durante una semana se exhibían obras de arte en salas improvisadas por los misioneros en las aulas de las escuelas o en cualquier otro local facilitado por el pueblo.

Las caravanas de las Misiones iban pertrechadas de colecciones de libros para prestar a los vecinos, leer en voz alta para quienes no sabían u organizar pequeños talleres literarios, atrezzos y enseres de teatro que los artistas utilizaban en sus representaciones de obras clásicas o modernas, fonógrafo y discos de música clásica o contemporánea, proyector de cine y películas que exhibían en las plazas o en lugares habilitados.

Con este aparataje, las Misiones llevaban a estos lugares libros, música, teatro, cine, que a la mayoría de los sitios jamás había llegado y las gentes desconocían por completo. Cuando llegaba la camioneta de las Misiones, para muchos de los vecinos de los pueblos constituía un auténtico acontecimiento y una fiesta, pues muchas de las gentes veían por primera vez una película de cine, oían una pieza musical, leían o escuchaban leer un libro (la mayoría eran analfabetos) o contemplaban una obra de teatro.


Público asistente a un acto de las Misiones Pedagógicas

Entre los voluntarios, destacaban artistas, intelectuales, escritores, poetas de la Generación del 27, como Federico García Lorca, Luis Cernuda, Miguel Hernández, Antonio Buero Vallejo, José Bergamín, Rafael Alberti, Carmen Conde y tantos otros, que recorrían  en pequeños autobuses y camionetas, o en burros y mulas cuando los caminos se hacían intransitables, las zonas más retiradas y recónditas del país en perdidos valles montañosos o rincones ocultos de la geografía nacional. En las comitivas iban también estudiantes y otros voluntarios apuntados de manera altruista para contribuir a la labor de las Misiones.

«Este momento maravilloso de España no es fruto de unos días. Es la obra de cincuenta años. Lo que cayó, cayó como una fruta madura por un proceso lento y evolutivo. Ese proceso lo determinaron dos fuerzas: la fuerza de aquella disciplina austera e inteligente que impuso a la masa obrera Pablo Iglesias[2], y la fuerza tenaz de cultura y afinamiento intelectual que emanaba de aquí, de esta casa [la Institución Libre de Enseñanza]. Sería insincero no decirlo». (Cossío, 1931)


Cartel de un museo de las Misiones e imagen de una camioneta utilizada para el transporte de libros y enseres de teatro, de música, exposiciones, etc.

La acción de las Misiones abarcaba tres aspectos:

1.   El fomento de la cultura general a través de la creación de bibliotecas fijas y circulantes, proyecciones cinematográficas, representaciones teatrales donde no había un teatro construido, conciertos, un museo circulante, etc.

2.   La orientación pedagógica a los maestros de escuelas rurales.

3.   La educación ciudadana necesaria para hacer comprensibles los principios de un gobierno democrático a través de charlas y reuniones públicas.

“Llevar a las gentes, con preferencia a las que habitan localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos de avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aun los apartados, participen en las ventajas y gozos nobles reservados hoy a los centros urbanos”. (Cossío, 1931)


El poeta Luis Cernuda llevando libros a Burgohondo (Ávila) en uno de los mulos de las Misiones

Las bibliotecas en las Misiones

Tal vez, lo más significativo de las Misiones  para las gentes fuera la colección de libros que llevaban, las bibliotecas ambulantes, que se renovaban periódicamente.

Con la llegada de la Segunda República se produce, de forma institucional, un intento de cambio muy notable en muchos ámbitos de la realidad. Uno de ellos va a ser, sin duda ninguna, la cultura, apoyada con una nueva concepción del libro y de las bibliotecas. La política bibliotecaria republicana estuvo muy centrada en servir a la causa de la cultura de las masas, e incluso los intelectuales se sintieron comprometidos política y culturalmente con los proyectos republicanos.

La pretensión de esta ambiciosa política era crear un sistema de bibliotecas que llegara a toda la población española con el fin de elevar el pobre nivel educativo y cultural. Siguiendo el espíritu impulsado por el regeneracionismo, eran, para los hacedores de la República, el libro, la lectura y las bibliotecas, junto con las escuelas, las herramientas principales para desarrollar un vigoroso programa de regeneración nacional. Por ello, se realizó un extraordinario esfuerzo no sólo en la construcción de bibliotecas y escuelas, sino también en su dotación y mantenimiento.

Se crea para ello en noviembre de 1931 la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas, organismo que multiplicó por veinte el presupuesto destinado a la adquisición de libros para las bibliotecas.

El Decreto creando el Patronato de las Misiones Pedagógicas encomienda a éste “el establecimiento de Bibliotecas fijas y circulantes, a base de los elementos existentes, de la actividad en este sentido del Museo Pedagógico Nacional, de la contribución directa del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes y otras dependencias del Estado y de la colaboración de los particulares y de los organismos locales y provinciales”. A su vez, un Decreto de 7 de agosto de 1931 que ordena la creación de bibliotecas en todas las escuelas nacionales, confía al Patronato este servicio, “que dota con una subvención inicial de 100 000 pesetas, hasta ahora no aumentada y de evidente insuficiencia para la realización del propósito en un plazo discreto”. (Rodríguez, s.a.)

Durante el tiempo que las Misiones pudieron ejercer su labor con normalidad y sin los sobresaltos que la Guerra Civil significó para el desarrollo de la actividad cultural, el número de bibliotecas creadas en 1935 a lo largo de todo el territorio nacional ascendía a más de cinco mil. Sólo en 1932 fueron creadas mil ciento ochenta y dos; en 1933 el número se incrementó en casi ochocientas y en 1934 España ya contaba con dos mil trescientas seis bibliotecas.

En agosto de 1931  se estableció en todas las escuelas primarias la apertura de una biblioteca dedicada tanto a niños como a adultos en zonas rurales carentes de servicio bibliotecario. La finalidad de estas bibliotecas era doble: por un lado, la de servir de apoyo a las tareas docentes de los maestros y de servicio de lectura a los alumnos; por otro, la de hacer la función de biblioteca pública destinada a todos los habitantes de la localidad donde, por lo general, no existía ese servicio.

La primera atención del Patronato fue dedicada a la selección de las obras que habían de integrar las bibliotecas; tarea de cierta dificultad, por ser destinados preferentemente los libros a un público rural, no habituado al goce de la lectura. Clasificadas las lecturas en dos grandes grupos, para niños y para adultos, el grupo primero se inclina casi uniformemente hacia los libros que representan la vida orientada al futuro, a las amplias creaciones que permiten a la imaginación infantil relacionar con el mundo visible otro mundo ensoñado. Los adultos se inclinan en primer término por la novela; la poesía y las obras de carácter sociológico figuran entre los libros solicitados en determinadas bibliotecas.

“Son los muchachos, de ordinario, según los datos recibidos, quienes mueven a leer a sus padres y hermanos. Libro que el chico lleva a casa es leído por el resto de la familia. En otros pueblos la biblioteca ha servido para estimular al vecindario para formar pequeñas sociedades de lecturas que allegan recursos destinados a la adquisición de nuevas obras.” (Patronato, 1931)

Otra de las medidas que emprendió el Gobierno de la República fue la creación de Bibliotecas Circulantes, es decir, una sección itinerante en todas aquellas bibliotecas  que dependieran del Ministerio. Con esta medida, instaurada en agosto de 1931, se posibilitaba el acceso a la lectura en todas aquellas zonas rurales que carecían de biblioteca y también de medios económicos y culturales para la compra de libros.

Se pretendía también  con esta iniciativa  respaldar la campaña de alfabetización, promovida por el Gobierno de la República, para evitar que las personas que habían aprendido a leer gracias a la campaña tuvieran acceso gratuito a libros mediante las bibliotecas y, de este modo, no olvidaran el ejercicio de la lectura.

Así, la primera tarea encomendada a la mencionada Junta de Intercambio y Adquisición de Libros para Bibliotecas Públicas fue la elección de lotes de libros para las Bibliotecas Circulantes, así como la distribución de libros incautados a la Compañía de Jesús entre organizaciones políticas, sindicatos, cárceles, reformatorias, casas regionales, ayuntamientos y centros docentes.

La Junta propició asimismo la creación de Bibliotecas Municipales, y en 1932 se estableció que todos aquellos municipios que carecieran de biblioteca podrían solicitar a la Junta su creación.

Se crearon distintos tipos de bibliotecas dotadas con libros cuya distribución se hacía según el número de habitantes de cada población:

  • Las localidades de menos de mil habitantes recibían alrededor de ciento cincuenta volúmenes
  • Entre tres mil y diez mil habitantes recibían unos trescientos libros
  • Pueblos o ciudades cuyo número de personas superaba las diez mil contaban con quinientos libros o más

Sin embargo, en los pueblos pequeños se encontraban mayores dificultades para llevar a efecto esta política bibliotecaria: si el político local o el cacique no estaban de acuerdo con la instalación de una biblioteca pública –por lo común, gentes contrarias al Gobierno republicano-, su desarrollo era muy difícil. En estos casos, las autoridades no prestaban ningún apoyo –locales, equipamientos, etc.- y los maestros, encargados generalmente de la biblioteca cuando no había bibliotecarios, temían las represalias en caso de aceptar la misión.

Los trabajadores y técnicos ocupados en mantener el servicio y la infraestructura bibliotecaria de las Misiones estaban dirigidos y coordinados por los bibliotecarios del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos -creado en 1858-, para lo cual se creó el Consejo Central de Archivos, Bibliotecas y Tesoro Artístico, cuya misión primordial era fomentar las labores llevadas a cabo por las Misiones en materia de política bibliotecaria. Tomás Navarro Tomás, insigne filólogo y director de la Biblioteca Nacional durante la contienda, o Juan Vicens, Teresa Andrés, Agustín Millares Carlo, Jordi Rubió i Balaguer o Antonio Rodríguez Moñino, entre otros ilustres, fueron destacados bibliotecarios al frente de esta gran labor.


Niños leyendo libros donados por las Misiones

Recelo de la derecha hacia las Misiones

La oposición política al Gobierno del Frente Popular nunca vio con buenos ojos la labor pedagógica y cultural que la II República estaba extendiendo por todo el país, como tampoco veía bien que el pueblo español fuera protagonista principal de las decisiones políticas de su Gobierno.

Pronto inició la derecha una campaña de desprestigio al Gobierno republicano, unido a violentos actos de sabotaje, asaltos y asesinatos de personas afines a cualquiera de los partidos del Frente Popular. Se creó un ambiente enrarecido y violento que culminaría con la sublevación fascista, también conocida como nacional o nacionalista, el 18 de julio de 1936 por el sector más ultraconservador del ejército, al mando del general Francisco Franco Bahamonde.

La resistencia del Gobierno republicano al golpe provoca, como venimos diciendo, el inicio de una cruenta guerra civil que duraría tres largos años. El bando sublevado, militarmente mejor preparado y apoyado desde el exterior por los Gobiernos de Mussolini y de Hitler, afines ideológicamente a los insurgentes, logró arrebatar al ejército republicano las principales plazas españolas y hacerse con la victoria el 1 de abril de 1939 con la toma de Madrid.


Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.
Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

Pablo Neruda. Explico algunas cosas

Decenas de miles de personas partieron al exilio, otras tantas fueron fusiladas y encarceladas. El número de víctimas mortales hasta finalizada la contienda se calcula en torno al millón de personas.

Se instaura en España un régimen autoritario de corte fascista ultracatólico -autodenominado nacionalcatolicismo o franquismo, en alusión al nuevo Jefe del Estado- que se extendería por un período de treinta y seis hasta la muerte del dictador el 20 de noviembre de 1975.

En el punto de mira de las fuerzas franquistas estaba, sin duda, la obra cultural y educativa emprendida por el Gobierno del Frente Popular a través de las Misiones Pedagógicas. De este modo, la aviación franquista y las tropas de su ejército destruyeron de manera sistemática escuelas, museos, bibliotecas, universidades, centros sociales y casas del pueblo.


Mala gente que camina
y va apestando la tierra

Antonio Machado. He andado muchos caminos

La persecución y asesinato de intelectuales y escritores fue una constante de los nacionales durante los tres años de la contienda, siendo el caso más emblemático el asesinato de Federico García Lorca en su ciudad natal, Granada, por una banda de pistoleros de la Falange, el partido de corte mussoliniano a cuyo frente estaba José Antonio Primo de Rivera, propagador "intelectual" de la llamada "dialéctica de los puños y las pistolas".


Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

Federico García Lorca. Romance de la Guardia Civil

La persecución, detención y asesinato o fusilamiento de poetas, novelistas, pensadores, científicos, etc., continuó en la posguerra y a lo largo de la dictadura militar del general Franco: el poeta alicantino Miguel Hernández, muerto de tuberculosis en la cárcel, fue, junto con García Lorca en plena contienda, el otro caso de poeta represaliado que dio la vuelta al mundo.


Tristes guerras
si no es amor la empresa.
Tristes, tristes.
Tristes armas
si no son las palabras.
Tristes, tristes.
Tristes hombres
si no mueren de amores.
Tristes, tristes.

Miguel Hernández. Cancionero y romancero de ausencias

El poeta Miguel Hernández en un recital de poesía

Centenares de grandes pensadores, escritores y artistas como el mencionado Antonio Machado, Rafael Alberti, José Gaos, los ya citados Tomás Navarro Tomás, Jordi Rubió, Agustín Millares Carlo, Antonio Rodríguez Moñino y un larguísimo etcétera, tuvieron que tomar el camino del exilio a tierras argentinas, mexicanas, chilenas, estadounidenses, europeas, donde continuaron su labor intelectual y social iniciada en la España republicana y aun antes.

La República en defensa de la cultura

Pero el Gobierno de la República no permaneció impasible ante el ataque y destrucción por las tropas llamadas nacionales de todo cuanto se había creado y construido durante los años republicanos. Desde el mencionado Servicio de Cultura Popular se desarrolló una importantísima campaña de defensa de la cultura atacada por los sublevados.

En agosto de 1936, el Gobierno republicano constituyó la Junta de Incautación, Protección y Conservación del Tesoro Artístico Nacional, dependiente del Ministerio de Instrucción Pública, con el fin de salvar los tesoros artísticos amenazados por la destrucción. Los libros y la prensa confiscados en Madrid, así como varios miles de libros de la biblioteca universitaria, serán custodiados en los sótanos de la Biblioteca Nacional y en la Hemeroteca Municipal, muchos de los cuales serían trasladados a Valencia algún tiempo después para asegurar su protección. La Junta de Incautación logró reunir en la Biblioteca Nacional cuarenta archivos, setenta bibliotecas y cerca de quinientos mil volúmenes. Igualmente, Tomás Navarro Tomás distribuyó doscientas ochenta y tres bibliotecas escolares, rurales y municipales.

La bibliotecaria Teresa Andrés, directora de la Sección de Bibliotecas de Cultura Popular, se encargó de llevar colecciones de libros y bibliotecas completas a los hospitales y a los milicianos republicanos en los frentes de guerra que combatían al fascismo, constituyendo más de novecientas bibliotecas en batallones y cuarteles.

Campañas propagandísticas con emblemas y consignas como "El pueblo en defensa de la cultura" o "Con libros y cultura derrotaremos al fascismo", animaban a los soldados y al pueblo a no dejar de leer y culturizarse como principal arma contra el enemigo.

Decenas de bibliotecas populares, de escuelas y de casas del pueblo fueron arrasadas por las bombas incendiarias de la aviación nacionalista de las tropas del general Franco; miles de libros y documentos desaparecidos de la Biblioteca y el Archivo Nacional y bibliotecas populares; obras pictóricas y esculturas del Museo del Prado y otros museos, derruidas.

Trabajadores de los museos, los archivos y las bibliotecas protegieron de los bombardeos y ataques franquistas cuantas obras artísticas, literarias y patrimoniales pudieron, poniendo en grave riesgo sus vidas. En octubre de 1936, tropas del bando nacionalista secuestraron a funcionarios de la Biblioteca Nacional acusándoles de ser partidarios de la República. En 1937, esta biblioteca sufre los bombardeos de la aviación franquista. El mencionado filólogo y bibliotecario Tomás Navarro Tomás,  autor, entre otras muchas obras científicas de enorme trascendencia para la filología y la lingüística, del “Atlas Lingüístico de España”, y director, como dijimos, de la Biblioteca Nacional durante la guerra, salvó, junto con el personal de la biblioteca, gran parte de los libros, que fueron trasladados a la ciudad de Valencia, donde se mantenía firme el Gobierno republicano.

La destrucción de libros, obras de arte, bibliotecas, archivos y museos por las tropas sublevadas contra el Gobierno no cesó durante los tres años que duró la contienda. En honor a la verdad, hay que decir que algunos miembros del ejército y de grupos afines a la República, pero no controlados por el Gobierno, destruyeron y quemaron archivos y bibliotecas eclesiásticas, motivados por un fuerte anticlericalismo ocasionado por el permanente apoyo de la jerarquía católica a la sublevación fascista. También es preciso decir que se produjeron detenciones ilegales y asesinatos por partidarios incontrolados de la República, que ocasionaron un grave perjuicio a su legitimidad. Tales hechos fueron considerablemente menores en comparación con los asesinatos de partidarios del Gobierno perpetrados por los facciosos y la sistemática, constante y abrumadora destrucción de museos, universidades, escuelas, bibliotecas, libros y objetos de arte por aquéllos.

La bibliotecaria valenciana María Moliner, autora también del Diccionario de uso del español, diseñó el Proyecto de Bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado, que no llegó a ver la luz por causa de la política antirrepublicana de la Dictadura. María Moliner, junto con otros insignes bibliotecarios, fue separada de su cargo. Otros corrieron peor suerte, como Juana Capdevielle, bibliotecaria de la Universidad de Madrid, que fue fusilada.

Nos enterró el olvido”. Palabras de la bibliotecaria republicana Teresa Andrés, expulsada del Cuerpo Facultativo de Bibliotecarios, exiliada en París, donde murió en 1946.

El bando sublevado instaura la quema de libros y la censura

Uno de los casos más dramáticos fue el de la Universidad Central, hoy Complutense, de Madrid, destruida por las bombas franquistas y donde en mayo de 1939 se condenaron al fuego (según un Decreto de Depuración dictado por el bando sublevado),

“los libros separatistas, los liberales, los marxistas, los de la leyenda negra, los anticatólicos, los del romanticismo enfermizo, los pesimistas, los pornográficos, los de un modernismo extravagante, los cursis, los cobardes, los seudocientíficos, los textos malos y los periódicos chabacanos”.[3]

No fue, desgraciadamente, el único caso. Decenas de bibliotecas públicas y universitarias fueron saqueadas por el bando franquista y sus libros y periódicos destruidos o apartados de circulación por tratarse de publicaciones

"con grabados pornográficos, de literatura socialista, comunista, libertaria, y, en general, disolvente".[4]

La censura fue constante en las zonas tomadas por el bando nacional y se convirtió luego en una cultura dominante durante todo el período dictatorial. Desde el inicio de la Guerra Civil, los nacionales fueron aprobando medidas legislativas que atentaban contra la libertad de expresión y la libre circulación de libros. Año y medio antes de finalizada la guerra, el general Franco –llamado ya por sus seguidores el generalísimo, apelativo que conservaría durante toda su dictadura hasta su muerte- nombró un Gobierno provisional en la ciudad castellana de Burgos, el 30 de enero de 1938. Desde ese Gobierno, Franco promulgó leyes como la de Prensa, de 22 de abril de 1938, una ley de guerra vigente hasta 1966. Constituyó ministerios y otras instituciones, como la Delegación de Estado para Prensa y Propaganda, cuyo antecedente fue la Orden de 29 de mayo de 1937, órgano encargado del control y, en su caso, censura y prohibición de todo cuanto se publicaba en España. Esta orden facultaba, entre otras actuaciones, la depuración en bibliotecas públicas, centros culturales, colegios y academias de toda publicación, que "transmitiera ideas nocivas para la sociedad", creándose para ello Comisiones de Depuración en cada distrito universitario, encargadas de elaborar listas de libros prohibidos que contuvieran ideas opuestas al espíritu del Movimiento Nacional de los sublevados franquistas.

Las obras que los facciosos destruían o censuraban eran, según su terminología:

“1.   Obras pornográficas de carácter vulgar sin ningún mérito literario.

2. Publicaciones destinadas a la propaganda revolucionaria o a la difusión de ideas subversivas sin contenido ideológico de valor esencial.

3. Libros y folletos con mérito literario o científico que por su contenido ideológico puedan resultar nocivos para lectores ingenuos o no suficientemente preparados para la lectura de los mismos”.[5]

Conclusión. Lejos de nosotros la funesta manía de pensar

El fin de la II República española significó el fin del período más ilustrado de la historia de España en materia de cultura y educación, y el comienzo del período más aciago y dramático en materia de libertades, de dignidad, de educación, de derechos, de justicia y de cultura.

Finalizada la contienda, el control de las bibliotecas va a ser ejercido desde la Inspección del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. La destrucción del sistema bibliotecario republicano y de todas las organizaciones que habían articulado bibliotecas del tipo que fueren, va a ser ejecutado de forma contundente y quedará respaldado mediante órdenes oficiales. El citado Proyecto de Bases de un Plan de Organización General de Bibliotecas del Estado, de María Moliner, pensado para ser la columna vertebral de la política bibliotecaria de la República, fue repudiado por los responsables culturales del régimen franquista.

El franquismo hizo suya la proclama hecha al rey Fernando VII en la ciudad de Alcalá de Henares por un grupo de mediocres docentes de la Universidad Complutense para rendirle pleitesía y complacerle en su afamada aversión a la cultura: “Lejos de nosotros la funesta manía de pensar”. Máxima que transcurrido más de un siglo acometería con mayor virulencia el legionario franquista Millán Astray al grito de "¡Viva la muerte! ¡Muera la inteligencia!”. Ese fue el espíritu y la filosofía durante toda la Dictadura.

Transcurridos más de treinta años de democracia, España adolece aun de un bajo índice de lectura –de los peores de la Unión Europea: 45% en 2010[6]; es decir, casi la mitad de españoles no lee-. A lo que es preciso añadir una cicatera voluntad política de servicios públicos –para los cuales destina un 21% del PIB, seis puntos por debajo de la media europea (Navarro, 2010)-, que coloca a España en el país europeo con el porcentaje más bajo del PIB (Producto Interior Bruto) destinado a cultura, a educación pública o a investigación científica. Política expresada, por ejemplo, en la carencia de un plan nacional para las bibliotecas escolares, en la reducción de horarios de bibliotecas públicas y universitarias por falta de personal o de recursos, en la privatización de servicios –externalización se dice en la jerga eufemística actual-, o en una política científica con un presupuesto insuficiente para proyectos relevantes de investigación y obliga a muchos investigadores a emigrar a universidades y laboratorios europeos o norteamericanos[7].

Mucho queda todavía por hacer para acercar al imaginario de la España democrática la funesta manía de pensar.

Referencias Bibliográficas

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* Licenciado en Filología Hispánica. Doctorado en CC. de la Información. Funcionario de carrera del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios. Autor de monografías y artículos sobre biblioteconomía, documentación científica y lingüística. En la actualidad, director de innovación y calidad de la Biblioteca de la Universidad Complutense de Madrid.

[1] Decreto de 29 mayo 1931 de creación de las Misiones Pedagógicas

[2] Fundador del Partido Socialista Obrero Español

[3] Ley de Prensa de 22 de abril de 1938

[4] Ibid.

[5] Orden de 29 de mayo de 1937

[6] Federación de Gremios de Editores de España: Barómetro de Hábitos de Lectura y Compra de Libros en 2010 [http://www.federacioneditores.org/0_Resources/Documentos/NP_Lectura2010_V3.pdf] [Consulta: 4 mayo 2011]

[7]Según los últimos datos de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), España destinó a I+D en 2008 un 1,35% del PIB, por debajo de la media europea, el 1,9%, y muy lejos de los máximos de inversión de Suecia (3,75%) y Finlandia (3,72%). Fuente: Diario ABC, 24/01/2010

[http://www.abc.es/20100321/economia-economia/espana-continua-cola-paises-201003210731.html] [Consulta: 28 abril 2011]

“En gasto en I+D respecto al PIB, España se encuentra retrasada respecto de los países líderes mundiales y de la UE, y lejos aun del 3% fijado para 2010 en la Agenda de Lisboa”. Fuente: Ignacio G. Martín: I+D en España: pasado, presente y futuro. N-economía, marzo 2006

[http://www.n-economia.com/notas_alerta/pdf/ALERTA_NE_03-2006.PDF] [Consulta: 28 abril 2011]