Reseñas - Revista F@ro Nº 13
La historia popular no está en la memoria sistematizada del poder: nace de las experiencias de vida, se transmite de boca en boca
Universidad de Playa Ancha (Chile)
Ficha
Díaz Barril, Nicolás (2010). ¡PABLO, EDUARDO Y RAFAEL: PRESENTE! De la memoria popular a la acción colectiva Reconstrucción histórica del caso de la familia Vergara Toledo. Santiago (1982-2008). Concepción: Escaparate Ediciones. 278 pp.
Entender este libro como una gran olla común donde todos participan y aportan con algo para construir una historia disidente de la historia oficial, es lo primero que nos plantea este joven autor de sólo 23 años de edad. “Para realizar este trabajo necesitamos motivaciones, compromisos, inquietudes, críticas y sueños” (Díaz Barril, 2010: p.18). Como parte de un estudio sobre el desarrollo de la juventud chilena en la época contemporánea se inicia esta investigación, que se llevó a cabo, primero, bajo el formato de tesis para su Licenciatura en Historia y que hoy forma parte de los textos de la denominada “Nueva Historia Social”. Su objetivo es el rescate de los sujetos populares, tanto en el ámbito de los discursos académicos como en la práctica social, a partir de sus experiencias. Díaz Barril indica que para caracterizar al mundo popular y reconocer a sus miembros como actores existentes, dotados de una perspectiva histórica, es necesario aclarar algunos problemas y para ello invita a Julio Pinto (1994) cuando éste escribe que el concepto de lo popular o de identidad popular es una categoría abstracta que debe ser dotada de contenidos concretos sometiéndolo a una validación histórica. El autor nos explica que este concepto debe ser entendido en “términos identitarios”. Decir lo popular es incluir a un amplio mundo social, cambiante y heterogéneo, que poseería características comunes como vivencias, experiencias, frustraciones, anhelos que los aglutinan y le dan coherencia. Una forma de entender la dinámica de los sectores populares sería a través de una relación dialéctica con la realidad: dominación versus resistencia.
“Es en esta relación de dominación-reacción, donde se encuentra la principal matriz identitaria del mundo popular y su constante e inagotable lucha y resistencia a la deshumanización del sistema, es donde éstos se establecen como movimiento y encuentran su cauce histórico, es bajo esta dialéctica donde se establecen relaciones cotidianas, solidarias y afectivas, siempre con miras a la recuperación de la autonomía y la autodeterminación de la vida, esa que fue arrebatada (siempre a costa de muerte y violencia), por la constitución del Estado chileno”. (Díaz Barril, 2010: p. 21).
Para dar con el rastro de un proceso distintivo y popular en el que los jóvenes han tenido la última palabra, Nicolás Díaz Barril decidió trabajar un significativo hecho acaecido el año 1985, en el que dos jóvenes hermanos, Eduardo y Rafael Vergara Toledo, de 20 y 18 años de edad, respectivamente, mueren en un ‘falso enfrentamiento' el 29 de marzo, como lo consigna el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, más conocido como Informe Retig (1991: pp. 988-999): los dos hermanos fueron asesinados por balas disparadas por Carabineros. El año 1988 fallece el hijo mayor de la familia Vergara Toledo, Pablo, a los 25 años, quien fue encontrado muerto en las faldas del cerro Ñielol, en Temuco. Los tres eran militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). La fecha en que mueren Eduardo y Rafael pasó a llamarse en Chile, Día del Joven Combatiente.
“La instauración de esta fecha y la conmemoración de la muerte de Eduardo y Rafael no es para nada un hecho aislado, sino que se presenta como un elemento configurador de la memoria, puesto que es en el acto de rememorar cuando el pasado hace su enlace con el presente, y en este sentido, somos nosotros los que dotamos de sentido a este pasado, haciendo notar en cada aniversario que nada está olvidado” (Díaz Barril, 2010: p. 40).
Para Elizabeth Jelin (2002), las fechas y los aniversarios son coyunturas de activación de memoria y el espacio público, a propósito de la conmemoración, es ocupado con manifestaciones explícitas compartidas entre muchos que se expresan de distinta manera y cuyo sello es la confrontación (Jelin: 2002: p. 52). Asumiendo, como escribe Díaz Barril, que los sujetos de estudio tienen participación activa en el proceso de estructuración del libro, es Manuel Vergara padre quien propone la idea de dividir la investigación en tres capítulos a partir de distintos contextos y, por tanto, este libro se construye siguiendo ese rastro. Capítulo I: El hogar construido por los padres, la población y la infancia, acá conocemos la vida de los progenitores de los tres jóvenes asesinados, Manuel Vergara y Luisa Toledo, de cómo llegan al matrimonio y su instalación en Villa Francia, su dedicación al trabajo social y la participación política activa, actividad enmarcada bajo las coordenadas cristianas, desde el gobierno popular hasta el golpe militar. Capítulo II: Acción y represión, de la lucha sin tregua hasta la muerte, dedicado a la juventud de Pablo, Eduardo, Rafael y Ana. Son los años 80', tiempo de compromiso y el contexto de la tragedia, la muerte de Eduardo y Rafael, el camino de Pablo y Ana, por último la muerte de Pablo. Capítulo III: La muerte sólo existe cuando hay olvido, memoria popular y acción colectiva, se relata la vida de la familia sin los “chiquillos”, como les llaman en la Villa Francia; luego los rebeldes del 90', en tanto esos “otros y otras” son los que toman la bandera de los hermanos Vergara Toledo; memoria y experiencias de los jóvenes actuales, de los discursos a la práctica, historia y conmemoración del Día del Joven Combatiente. El texto concluye con Reflexiones Finales; adjunta Bibliografía general; y los Anexos, un valioso y nutrido compendio de documentos. Decir, además, que al abrir el libro lo primero que leemos es el prólogo del premio nacional de Historia, Gabriel Salazar.
Tal como señalábamos, para Díaz Barril los jóvenes, como sujetos de estudio en esta investigación, son los mayores generadores de discursos y de nuevas prácticas; y, en su opinión, ellos son, ni más ni menos, que los protagonistas de la historia reciente en Chile, entre los cuales él se re-conoce como uno más, entendidos todos y todas en términos de juventud popular. ¿Qué es lo que hace Díaz Barril? Atravesando el discurso oficial penetra en las fisuras que éste, inevitablemente, deja al descubierto, desde donde surge otro tipo de relato ligado a distintas experiencias personales que, aglutinándose de manera colectiva, constituyen memoria social. Tal como dice Ángel Carretero (2008): en toda sociedad fluye una llamada “vida subterránea, sorda, oculta”, que no se deja ver ni atrapar con facilidad desde la mirada institucional. Vida que se niega a ser “vampirizada” desde el poder de la sociedad y la cultura oficial: que funciona de manera constante, silenciada a veces, pero siempre evidenciándose en forma paralela y antagónica. Este joven autor resiste el Edén de la academia y trata de no separarse del campo social “donde el valor de nuestras obras radica sólo en el reconocimiento que (nos) darán nuestros mismos pares”, (Díaz Barril, 2010: p. 26). El carácter de esta investigación es endógeno, sostiene su autor sin ambages, puesto que, al asumir pertenencia al mundo estudiado, los sujetos de estudio devienen compañeros de trabajo, en donde desarrollo y conclusiones son siempre adoptados en forma colectiva. La materia prima será construida, fundamentalmente, a partir de historias de vida e historia oral, legitimando el relato vivencial de las personas y sus recuerdos como fuente histórica.
“Tal vez pueda argüirse que la experiencia es verdaderamente una fase del conocimiento de muy bajo nivel: que no puede dar lugar sino al más grosero ‘sentido común', ‘materia prima' ideológicamente contaminada (…) No creo que sea así; al contrario, considero que la suposición de que esto sea así es un error muy típico de ciertos intelectuales que suponen que los seres humanos corrientes son estúpidos”. (Thompson, 1989: p. 9)
Entre memoria oficial y memoria desde abajo se conforma un espacio de disputa política, en donde las distintas aproximaciones sobre el pasado se contrastan y batallan por la hegemonía, claramente, en un guiño hacia la teoría gramsciana, pista que podemos observar también en las reflexiones de Thompson cuando refiere al denominado “sentido común”. Este espacio de disputa política tiene razón de ser en la medida que la memoria, desde abajo, opere como una propuesta de cambio social, que se levante como alternativa a la memoria oficial, caracterizada esta última como mantenedora del statu quo y opuesta a los cambios. La memoria es política, afirma el autor, validando la existencia de las llamadas ‘memorias emblemáticas', referidas a las distintas memorias históricas que posee el pueblo. Las memorias emblemáticas, de acuerdo al investigador Steve Sterne, son aquellas que se constituyen, esencialmente, por coyunturas o hechos históricos especiales, en donde una o dos generaciones sienten que han vivido una experiencia personal ligada a grandes procesos o hechos históricos rupturistas o de virajes que cambian el destino (Sterne, 2000: p. 13). Ratificando la idea precedente, Gabriel Salazar asegura que el conflicto social, político o histórico es un gran ordenador de las identidades sociales (Salazar, 2002: pp. 24-33). Para Díaz Barril, entonces, el período dictatorial pinochetista y la denominada transición democrática en Chile fueron grandes configuradores de memoria colectiva y de identidad: épocas en que aparecen lo que el autor denomina “generaciones rebeldes”. “A esta recuperación de memoria (rebelde) es a lo que apuntamos con esta investigación, a nutrir nuestra conciencia histórica, nuestros caminos y proyectos, a que esta memoria no sea sólo recuerdo sino acción”. (Díaz Barril, 2010: p. 37). Pasar de la memoria social (conmemoración) a la acción colectiva como ocurrió en la comuna de Pudahuel, en donde numerosas organizaciones juveniles fundaron la plaza “29 de marzo”, con motivo del Día del Joven Combatiente, el año 2008, es demostrativo de la transformación que se opera en los sectores juveniles populares, según Díaz Barril: la memoria opera la transformación en acción colectiva, hecho que permite al autor indicar que se cumple la máxima propuesta en su título. Sin embargo, el estado en su intento de disciplinar a los jóvenes, que se rebelan frente al aparato de dominación impuesto, usa la violencia máxima, como ocurrió con el joven de 22 años, Jhonny Cariqueo Yánez, que muere una vez finalizado el acto en Pudahuel debido a los malos tratos y a la falta de atención médica cuando fue detenido y golpeado por Carabineros.
“Por esta misma razón este trabajo no se contentó con ser un ejercicio de ‘narrar lo sucedido', de a poco se fue convirtiendo en un alegato, un desahogo donde la objetividad dolorosa de los hechos pasados se mezcló con nuestra subjetividad herida e indignada por el horror del presente. En un grito que sobrepase el silencio cómplice y se haga escuchar por quienes sienten y sufren igual que nosotros, que miran hacia atrás en la historia ‘con el odio y la rabia del que perdió la batalla', pero que miran al futuro con dignidad y el orgullo del que lucha sin claudicar” (Díaz Barril, 2010: p. 225).
A partir de este libro puede abrirse un debate provocador necesario en torno a re-pensar lo afirmado por las teorías posmodernas respecto de la juventud, segmento etáreo analizado como una generación ‘desintegrada y anómica', donde no existe proyecto político ni ansias de cambio social y que se refugia en las denominadas “tribus urbanas”, concepto desarrollado por el sociólogo Michel Maffesoli (1990), restándole, a dicho rango etario, capacidad política. El refugio en la espectacularidad de lo diferente de una juventud desencantada donde vale más ser punk, rapero o hippie, que re-conocerse como constructor, rebelde y organizado, motiva a. Díaz Barril para asegurar que, si bien comparte las visiones acerca de que los jóvenes no son un ente homogéneo y cree en la multiplicidad de identidades generadas desde lo juvenil, dicha heterogeneidad no es total. Los herederos de Maffesoli tienden a desmerecer la capacidad de “articulación y organización” de los jóvenes, más bien apuntan, arbitrariamente, a sostener que los grupos juveniles rechazan la experiencia colectiva compartida con otros sectores generacionales, análisis que podría inducir a una cierta ‘fetichización de los particularismos' (Grüner, 2002). No obstante para Díaz Barril, la configuración de referentes e hitos, en el caso de la memoria, como el ‘Día del Joven Combatiente', prueba cómo el drama de una familia se constituye en un eje articulador de recuerdo y acción con propósitos claros y definidos. Como dice Luisa Toledo: “mi venganza es que un cabro chico de 7 años diga ¡hermanos Vergara Toledo presentes!, con amor y con cariño, eso para mí es justicia”.
Referencias Bibliográficas
CARRETERO, Ángel (2008): Maurice Halbwachs: oficialidad y clandestinidad de la memoria, Revista atenea Digital, Nº 13, recurso electrónico disponible en: http://.redalyc.uaemex.mx/redalyc/pdf/537/53701305.pdf
GRÜNER, Eduardo (2002): ¿Estudios Culturales o Teoría Crítica de la Cultura?, en El Fin de las Pequeñas Historias: de los Estudios Culturales al retorno (imposible) de lo Trágico, Buenos Aires, Paidós
JELIN, Elizabeth (2002): Los trabajos de la memoria, Madrid, Siglo XXI.
INFORME DE LA COMISIÓN NACIONAL DE VERDAD Y RECONCILIACIÓN (1991), Vol. I, Tomo II, Santiago. Recurso electrónico disponible en: http://www.ddhh.gov.cl/ddhh_rettig.html
MAFFESOLI, Michel (1990): El tiempo de las Tribus. El declive del individualismo en las sociedades de masas. Icaria ediciones.
PINTO, Julio (1994): Movimiento social popular: ¿hacia una barbarie con recuerdos?, Proposiciones, Nº 24, SUR, Santiago.
SALAZAR, Gabriel (2002): El impacto de la globalización en las identidades populares. En Memoria, Globalización y poder. Selección de ponencias y exposiciones realizadas en los encuentros de formación de dirigentes sociales 2001-2002, Santiago, ECO educación y comunicaciones.
STERNE, Steve (2000): De la memoria suelta a la memoria emblemática: hacia el recordar y el olvidar como proceso histórico, Chile 1973-1998. En Garcés et. al. Memoria para un nuevo siglo. Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX, Santiago, LOM.
THOMPSON, E. P. (1989): Miseria de la teoría, Barcelona, Crítica.